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Sellados con el Espíritu

Dios estampó su cuño de gracia en la vida de sus hijos, nos selló para siempre. El influjo de su naturaleza divina permeó nuestra condición humana y cuando estábamos muertos en vida, derramó su Espíritu completo con una transfusión de bendiciones para renovarnos con una vida nueva, garantía de nuestra herencia en Cristo.

“Y el que nos preparó para esto mismo es Dios, quien nos dio el Espíritu como garantía” (2 Co 5.5).

No son muchas las ocasiones en que meditamos en lo que tenemos, sino en lo que supuestamente nos falta. Rogamos bendiciones y no nos percatamos que ya estamos completos. Los temores nos asedian, las expectativas mal enfocadas del mundo se cuelan por las brechas que dejamos abiertas. El estrés nos zarandea. La paz interior parece una meta difícil de alcanzar. El cónyuge que adulteró a su pareja, el hijo que abandona el hogar para disfrutar otras libertades sin compromisos religiosos, el padre que ya perdió la esperanza de que Dios le sonría de una vez; bajos salarios y vida abrumada por la lucha del día a día, poca estima de uno mismo. Sequedad espiritual por poca fe. Ríos de agua viva que el corazón ha dejado de bombear. “El que cree en Mí, como ha dicho la Escritura: ‘De lo más profundo de su ser brotarán ríos de agua viva.’ ” (Juan 7.38)

-Señor ¿dónde estás?-
-Estoy en ti, a tu lado como siempre. ¿Cómo puedes verme si no me buscas, si no me llamas? ¿Acaso no sientes mi Espíritu? ¿No será que has estado cavando tus propias cisternas que no retienen el agua porque están agrietadas? (Jeremías 2.13)

Por la fe en Jesucristo Dios nos ha sellado con su Espíritu. El sello espiritual habla de nuestra pertenencia a Cristo. Somos propiedad de Él. Hemos sido divinamente elegidos por Dios en su Hijo, único mediador de sus bendiciones espirituales. Fue su voluntad. Sólo que tales bendiciones están seguras por medio de una imprescindible relación con Cristo para distinguirnos del resto del mundo al estampar en nuestros corazones el sello noble del Espíritu Santo. ¿Lo creemos? El sello no sólo es símbolo de pertenencia, sino de legitimidad y de autoridad. Nos habla de herencia para el día en que Dios perfeccione la buena obra que comenzó en nosotros, habla de seguridad y plenitud, del celo del Padre por nosotros sus hijos.

¿Estás mostrando el sello de Dios en tu vida diaria? Las recetas del médico no son válidas si no tienen su cuño. Ud. no puede aparecerse en una farmacia con una receta si no tiene la firma y el sello personal del médico o de la institución que la avala. Lo mismo sucede con los hijos de Dios. El mundo no nos da crédito si no le mostramos el Espíritu que ha renovado nuestras mentes y nos ha transformado. No se trata de parecer cristiano, si no de serlo. Una vida de plenitud en Cristo debe ser legítima, transparente, que muestre el poder del Espíritu en lo que decimos y hacemos y que impacte a otros.

Espiritualidad puede ser una condición poco confiable para los que nos ven y juzgan a diario. Somos “escudriñados” casi permanentemente por aquellos a quienes queremos impactar. Recuérdalo desde que te levantes hasta que te acuestes: estás sellado por Dios con su Espíritu, motivo de gozo y compromiso, principio de gratitud por lo que ahora somos en Cristo, seguro de vida para siempre.

¡Dios te bendiga!

Fuente:
Faustino de Jesús Zamora Vargas | Ministerio Internacional de Intercesores “La Higuera”, Cuba

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