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Buscando el equilibrio

Seguro que has escuchado o participado en alguna conversación donde se critica con acritud las formas en que otros cristianos, quizá de otra denominación diferente a la tuya, expresan y viven su fe. Qué triste, ¡incluso hemos creado chistes para esto! Por mencionar alguno de los que he escuchado:

«Un pentecostal y un bautista mueren. ¿Quién resucitará primero? El bautista, porque “los muertos en Cristo resucitarán primero”». [Así, cristianos pertenecientes a denominaciones más carismáticas se burlan de la solemnidad y mesura con la que los cristianos de tradición bautista viven su fe y la expresan en el culto público].

Lo mismo sucede también en la dirección contraria. Cristianos de tradiciones y denominaciones muchas más conservadoras se mofan por el modo en que creyentes más carismáticos expresan su fe y emociones, a menudo, faltos de cordura intelectual y bíblica. Los dimes y diretes están a la orden del día en el ámbito cristiano.

Estoy convencido de que muchas de las divisiones surgidas en el seno de las iglesias locales se debe precisamente a estas memeces, a diferencias en las formas en que los creyentes expresamos y vivimos nuestra fe, porque todos creemos que nuestra manera es la mejor.

Seamos claros. La fe cristiana apela tanto al intelecto como a las emociones (Mt 22, 23). Por ello, nunca debemos ser cristianos tan emocionales que nunca pensemos (Sal 119, 66; Pr 1, 5-7; 18, 15; Os 4, 6; 6, 6), ni cristianos tan intelectuales que nunca tengamos emociones (Sal 100, 1-2; Pr 17, 22; Hch 14, 17). La virtud está en el equilibrio. Pero el equilibrio puede ser diferente para cada persona, pues cada individuo tiene una personalidad particular y ha desarrollado su intelecto o emociones de una manera diferente a la de los demás. De ahí que las iglesias locales puedan llegar a ser tan diferentes entre sí; algunas muy emocionales y expresivas, otras más solemnes y conservadoras. Y no se trata necesariamente, como muchos expresan equivocadamente, de que a unas les falte un supuesto “fuego espiritual” y las otras carezcan de cierto “conocimiento espiritual y bíblico”.

La diferencia estriba en que, como seres humanos tan distintos los unos de los otros, expresamos nuestras emociones y desarrollamos nuestras capacidades intelectuales de maneras muy diversas. A este respecto, el cristianismo debe ser flexible y multiforme, y no puede perseguir una conducta lineal, estandarizada o universal.

Debemos aprender a valorar y respetar la riqueza y la belleza de la pluralidad de formas. Algunos creyentes más introvertidos preferirán manifestar sus emociones en la intimidad, otros creyentes más extrovertidos disfrutarán haciéndolo de maneras más notorias y visibles. Ninguno es más espiritual que el otro por expresar sus emociones de una forme diferente. ¡Cuidado con confundir espiritualidad con una vida predominantemente emocional! Algunos de los cristianos más espirituales que he conocido han sido a su vez los creyentes más introvertidos que he visto y que mayor dominio propio sobre sus emociones han mostrado. Y, para ser justo, es menester reconocer que algunos de los cristianos más intelectuales que he conocido han sido también un polvorín de emociones.

Busquemos nuestro equilibrio personal –seamos autocríticos– y respetemos el modo de vivir la fe de nuestros hermanos. Porque Dios no mira lo externo; Dios mira el corazón (1 Sam 16, 7; Pr 21, 2; Jer 17, 10).

Gracias Dios, por la multiforme riqueza de tu pueblo.

Fuente: José Daniel Espinosa Contreras

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