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Las aguas de la restauración

Jonás 1:17; 2:1-10 El capítulo 2 de este libro es el más impresionante del que tengamos memoria en toda la Biblia. Esto lo mencionamos porque hasta ahora ningún hombre ha vivido la experiencia que tuvo Jonás al descender a las profundidades del mar y salir vivo de semejante prueba.

Nadie ha experimentado más la separación y ausencia de Dios como el profeta Jonás.

Con esta historia podemos pensar que, en tiempos de crisis, Dios está distante de nosotros. A veces incluso interpretamos su silencio como indiferencia. Jonás nos recuerda que la presencia de Dios nos permite soportar las pruebas que enfrentamos, incluso las que creamos por nuestra propia desobediencia. Hay una historia que habla de una costumbre tribal inusual que retrata la presencia de Dios durante nuestras horas más oscuras.

«Una tribu de nativos americanos tenía una práctica única para entrenar a los jóvenes valientes. En la noche del decimotercer cumpleaños de un niño, lo colocaron en un bosque denso para pasar toda la noche a solas. Ese joven nunca había estado alejado de la seguridad de su familia y tribu. Pero en esa noche le vendaron los ojos y lo llevaron lejos.

Cuando se quitó la venda, estaba solo en medio de un espeso bosque. Cada vez que una rama se rompía, probablemente visualizaba un animal salvaje listo para saltar. Cada vez que un animal aullaba, imaginaba a un lobo que saltaba de la oscuridad. Cada vez que soplaba el viento, se preguntaba qué sonido más siniestro ocultaba. Aquella era una noche aterradora para muchos.

Después de lo que pareció una eternidad, los primeros rayos de luz solar penetraron en el interior del bosque. Al mirar a su alrededor, el niño vio flores, árboles con un sendero muy hermoso. Luego, para su asombro total, contempló la figura de un hombre parado a unos pocos pies de distancia, armado con un arco y una flecha. Era el padre del niño.

Había estado allí toda la noche. Mi amado en las agitadas aguas de la vida es cuando más sentimos la presencia de Dios para rescatarnos, aunque utilice un gran pez para esto. Cómo obran esas aguas de la restauración.

LAS AGUAS DE LA RESTAURACIÓN SE AGITAN CUANDO LE HEMOS FALLADO DA DIOS. Dios usó el mar para corregir y restaurar. Pero en este caso, el pez, representa mucho más que la corrección de Dios. ¿Qué representó ese pez? Su simbología

Un refugio de protección del mar -1: 17. El pez fue la provisión de Dios para proteger al profeta. Dios intentó usar a Jonás. Si bien los tres días y noches en el vientre del pez eran extremadamente difíciles y dolorosos, Dios no tenía intención de matar a Jonás.

Si Dios quería que Jonás muriera, ¡pudo haberlo dejado en el océano y que se lo comiera un tiburón! Por supuesto que Dios quiso romper la voluntad desobediente de Jonás, pero Dios no había terminado con él. ¿Cuándo fue que el pez se tragó a Jonás? Bueno, al parecer no fue inmediatamente.

Observe que fueron los marineros que lo arrojan al mar (1:15). Él, sin embargo, confesó que Dios estaba detrás de esa acción (2: 3). Las olas lo barrieron (2: 3b). Esta es la forma cómo él describe lo que va sintiendo en la medida que va bajando. Si algo nos muestra este pasaje es que Jonás no sabía nadar. A penas fue lanzado se hundió. Él pensó que Dios lo había «desterrado» (2: 4).

Pensó que estaba solo. El agua se arremolina alrededor de su cuello mientras lucha por mantenerse a flote (2: 5). El agua lo venció y comenzó a hundirse (2: 5b-6). Él estaba a punto de morir, eso es lo que nos muestra cuando habla que lo rodeó el abismo (2: 6-7). Pero antes que eso sucediera, Dios lo rescató (2: 7). ¿Cómo fue que Dios lo rescató? ¡Pues a través de un gran pez! Nuestro Dios es asombroso.

Incluso en medio de las consecuencias de su desobediencia, Dios ama y rescata a Jonás. ¿No es esto lo que siempre hace con sus hijos? No se sorprenda de lo que Dios le manda para salvarlo.

Un transporte personal hasta la costa – 1:17, 2:10 Después de «tres días y tres noches» (1:17]), «Dios ordenó al pez y vomitó a Jonás en tierra firme» (2:10). Los tres días y las noches probablemente no tienen nada que ver con la velocidad de los peces, pero con el tiempo Jonás necesitó vaciar su corazón pecaminoso.

Cuando Jonás estaba listo para obedecer a Dios, el pez estaba listo para liberarlo. Este escenario también representa el momento soberano de Dios. Sabemos que Jesús se refirió a la duración del viaje de este cuando les enseñó a sus discípulos acerca de la resurrección (Mt. 12:40).

Dios tenía un lugar específico donde quería a Jonás porque el profeta estaba en el lugar equivocado. El Señor todavía deseaba que Jonás fuera a Nínive. Entonces, Dios preparó una manera de moverlo desde el medio del océano de regreso al lugar donde comenzó. La manera cómo Dios hace las cosas son sorprendentes e inobjetables. Antes que existieran los submarinos ya Dios tenía los suyos. Por supuesto que el viaje a la costa de Nínive no fue tan placentero, pero allí llegó.

Un santuario privado con el Señor – 2: 1. Leemos: «Jonás oró al Señor su Dios desde el interior del pez». ¿Qué es un «santuario»? ¿Qué hace que un auditorio de la iglesia, un armario de oración o incluso el vientre de un pez sean un santuario? Es el lugar donde te encuentras con Dios. Y puedes saber que te has encontrado con Dios cuando captas su atención.

En ese momento todo, excepto Dios, es insignificante y nada vale. Todo lo demás es solo una distracción. Pero cuando entres en su presencia no seguirás siendo el mismo. Piensa en lo que sucedió dentro de ese pez. Allí Jonás reconoció su total dependencia de Dios. Escuche la desesperación en su voz: «Grité pidiendo ayuda» (2: 2), «dije, ‘he sido desterrado’» (2: 4), y «a medida que mi vida se desvanecía, recordé la Señor.» (2: 7).

Dentro del pez, Dios despojó al profeta de su orgullo y prejuicio (2: 8). Dios eliminó todas las distracciones espirituales. Dentro del pez, Jonás se sometió a Dios sin reservas (2: 9). Jonás se quedó solo con Dios y la voz del pecado, de la fama y de los demás se convirtieron en sonidos débiles.

Pero la voz de Dios se hizo fuerte y clara. Si te has alejado de Dios y sientes tu necesidad de renovar tu fe, entonces siéntate a solas con él. Encuentra un lugar privado para estar con Dios. No necesitas un evento dramático, como el estar en vientre de un pez, solo necesitas estar solo con Dios. Atrévase a estar a solas con Dios.

LAS AGUAS DE LA RESTAURACIÓN TE CONDUCEN A LA COMUNIÓN CON LA PALABRA. La palabra como esperanza v. 3. Son las experiencias dolorosas en la vida, muchas de ellas relacionadas con nuestra propia desobediencia, las que nos conducen a la palabra de Dios como nuestra gran esperanza. Jonás es un ejemplo de esto.

Un estudio de esta oración nos revela la forma cómo el profeta cita los salmos que tanto conocía. Por cierto, que no lo hace desde una escuela dominical o un púlpito. Lo hace desde la más grande angustia de su alma. Es posible que no tuvo que decir al final de cada cita cuál era el capítulo o versículo, pero dejó que fuera la palabra de Dios la que en esos momentos de su agitada vida impregnara sus pensamientos.

Cuando él dice: «Tus ondas me azotaron» (2: 3), estaba pensando en las palabras del Salmo 42: 7: “Todas tus ondas y tus olas han pasado sobre mí”. Cuando él dice: «He sido desterrado» (2: 4), estaba pensando en el Salmo 31:22: “Decía yo en mi premura: Cortado soy de delante de tus ojos; pero tú oíste la voz de mis ruegos cuando a ti clamaba”.

La palabra de Dios nunca deja de ser y es en esos momentos cuando se encarna en nuestros corazones. El creyente genuino sabe que es la bendita palabra del cielo lo que le conducirá en la tierra y en los momentos más difíciles ella se hace presente para nuestro consuelo.

La palabra como refugio v. 5. Cuando dice: » Las aguas me rodearon hasta el alma…”, a su mente vino lo que dijo el salmista: Sálvame, oh Dios, porque las aguas han entrado hasta el alma” (Sal. 69:1). Cuando dice: Cuando mi alma desfallecía en mí, me acordé de Jehová…”, se acordó de las palabras del Salmo 147: 3: “El sana a los quebrantados de corazón, y venda sus heridas”.

Cuando él dijo: “Y mi oración llegó hasta ti en tu santo templo” (2:7), a su mente vino el Salmo 18:6: “En mi angustia invoqué a Jehová,?Y clamé a mi Dios. El oyó mi voz desde su templo, y mi clamor llegó delante de él, a sus oídos”. Cuando él dice: “Los que siguen vanidades ilusorias, su misericordia abandonan” (2:8), estaba pensando en el Salmo 31:6: Aborrezco a los que esperan en vanidades ilusorias; mas yo en Jehová he esperado”. Cuando dice la “salvación viene del Señor” (2:9), tuvo que venir a su mente lo que nos decía el Salmo 3:8: “La salvación es de Jehová; sobre tu pueblo sea tu bendición”. Ante todo, esto, surge esta pregunta, ¿por qué la Palabra de Dios era tan crítica para la recuperación espiritual de Jonás?

La palabra como purificadora v. 9a. La desobediencia pareciera tener la misión de endurecer el corazón del creyente. El profeta Jonás experimentó esto. Sin embargo, y en medio del mar agitado de su vida, cuando más sentía la cercanía a la muerte, hizo de la palabra de Dios su más segura provisión y su más grande instrumento de purificación. Ahora dice algo que debe ser el resultado de nuestro real arrepentimiento frente a esos estados donde sentimos que le hemos fallado al Señor: “Mas yo con voz de alabanza te ofreceré sacrificios…”.

El acto de contrición debe llevarnos a un acto de adoración. Hay muchos sacrificios que pueden ser ofrecidos en el altar del Señor, pero ninguno será más grande que aquel que se rinde al Señor y se postra en adoración a él. De esta manera la Palabra de Dios siempre nos guiará de regreso a Él si la seguimos. Tal vez deberíamos mirar la Palabra de Dios, como un hombre perdido en el bosque vería su brújula, y poder decir: «Lo seguí y salí bien». La Biblia es una brújula que ha guiado a millones al cielo.

LAS AGUAS DE LA RESTAURACIÓN TE DESPIERTAN A LA CONFESIÓN. Reconozco tu mano sobre mi condición v. 2: 3, 4. Él dijo: «Tú me arrojaste a las profundidades» y «he sido desterrado de tu vista». Observe las palabras «tu» y «su». Jonás hace la conexión entre su desobediencia y la corrección de Dios. En este reconocimiento de su condición enaltece a Dios en su estado insuperable como Dios fiel e intachable. Pero en el mismo reconocimiento admite su propia culpabilidad.

Y es que cuando somos lanzados en el mar de nuestra restauración, y vemos que las aguas que pasan sobre todo nuestro ser hasta sentir que nos estamos ahogándonos, somos conducidos a confesar lo que dijo el ladrón en la cruz: “Nosotros merecemos lo que estamos sufrimiento, pero este ningún mal ha hecho”. Lo que Dios hace para corregirnos siempre será lo mejor. Nuestra condición lo amerita.

Giro mis ojos hacia Ti – 2: 4. Jonás agregó, «pero miraré una vez más hacia Tu santo templo». Aquí hay una buena definición de retroceso: quitar los ojos de Dios. Cuando Jonás salió para Tarsis en plena desobediencia le dio la espalda a Dios. Quitó su mirada de él y se fue en sentido opuesto y contrario para no hacer la voluntad de Dios. Este texto es una de las mejores definiciones del arrepentimiento, que consiste en volver la vista hacia Dios. Ningún asunto es más triste en la vida que darle la espalda a nuestro Dios.

Muchas veces pensamos que viviendo lejos de él y haciendo lo que nos parezca será la mejor vida. Pero cuanto engaño hay en todo esto. Esto es el ofrecimiento del mundo, del pecado, de la carne. Sin embargo, mientras más lejos nos ponemos de Dios, más fuerte será sentir su ausencia. Lo que Jonás oró debe ser la oración de todo genuino cristiano.

Te agradezco por Tu compasión – 2: 6. «Mas tú sacaste mi vida de la sepultura, oh Jehová Dios mío». Es cierto que esta oración pareciera sugerir que ya Jonás está libre, que ya no está en peligro. Pero más bien es reflejo de su fe. Es un acto mediante el cual tiene su confianza que el Señor lo sacará de aquella condición. Oh, que bendita promesa y seguridad es saber que, aunque andemos por el valle de sobre y de muerte, no temeremos porque Dios estará con nosotros. Jonás sabía que si Dios lo había dejado con vida era por algún propósito.

Renuevo mi compromiso contigo – 2: 9. Él prometió, «cumpliré mis votos». El arrepentimiento sin obediencia resulta en fracaso. El verdadero arrepentimiento requiere cambios. Un creyente en una iglesia siempre pasaba al frente después del llamado del pastor y oraba, diciendo: «Señor, quita las telarañas de mi vida».

Como eso lo hacía cada vez que venía al frente. Una de esas veces que decía lo mismo su pastor también oró, diciendo: «¡Y te ruego también Señor mates a las arañas!». Debemos cumplir con nuestros votos.

Conclusión. Jonás es un personaje único en la Biblia y muchos de nosotros tenemos que identificarnos con él en muchas de sus actitudes. Él pensaba que solo Israel podía ser salvo. Piense las veces donde me considero como el único podrá salvarse. Jonás desobedeció a Dios con una facilidad asombrosa. Se da cuenta con qué frecuencia y rapidez le desobedecemos a Dios.

Jonás dormía mientras el mar estaba agitado y los marinos trataban de calmar la tempestad. Cuan indiferentes somos mientras vemos que otros perecen tan cerca de nosotros.

Jonás es un profeta quejón y malcriado. Reconocemos que nosotros actuamos de la misma forma cuando las cosas no se hacen como pensamos. Pero a pesar de todas estas actitudes negativas del profeta, él ha sido el hombre que nos ha mostrado la importancia que tiene para el hijo de Dios transitar por las aguas de la restauración y salir de ellas victorioso.

Fuente:
Pastor Julio Ruiz

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