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Dándole más valor a la gracia de Dios

Recuerdo a finales de los años 90 cuando le entregue mi vida al Señor y comencé este caminar, me enseñaron a vivir una nueva vida, a través de la Biblia me mostraron que era hora de enderezar mi caminar, tratar de hacer a un lado el pecado y comenzar a vivir en santidad.

Cada día para mi era una oportunidad más para tratar de vivir en santidad, obviamente fallaba en muchas ocasiones, pero el dolor por fallar me llevaba a tratar de mejorar esas áreas por amor a Dios y con el único objetivo de honrar su Nombre. Fue así como inculque en mi vida una cultura de fidelidad y amor por Dios, decidí hacer todo lo contrario a lo que mi carne me pedía, la vida de oración que tenia, más la lectura de la Biblia que era primordial en mi vida hicieron de mi una persona diferente, una persona que mostraba el amor de Dios y al mismo tiempo intentaba agradarlo.

Ahora casi dos décadas después sigo intentándolo, sigo fallando, pero no me acostumbro a las fallas sino que trato la manera de mejorar, sé que me cuesta, pero no dejo de intentarlo, sigo sintiendo dolor por pecar y me niego a acostumbrarme al pecado.

A diferencia de aquellos años de mis inicio en el cristianismo, veo hoy en día una corriente de “GRACIA”, que disfrazan su vida de pecado deliberada con la “Gracia” de Dios. Es decir, pecan y pecan y se escudan en que la gracia de Dios los alcanza, en que no son perfectos y que no importa el pecado que continuamente cometan, siempre Dios los perdonará.

Siendo sincero hay cierta parte de verdad en su filosofía: Primero, vamos a seguir pecado aunque no queramos hacerlo pues es nuestra naturaleza, Segundo, Dios nos perdona no importando el pecado que cometamos.

Ahora bien, yo me pregunto, ¿Puede ser perdonado alguien que realmente no se arrepienta?, y digo esto porque alguien que practica continuamente el mismo pecado y ya no siente dolor de pecar, ¿Cómo puede pedir perdón por algo de lo cual no se arrepiente?

La Biblia dice: “El que encubre sus pecados no prosperará; Mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia.” Proverbios 28:13 (Reina-Valera 1960). Encubrir el pecado no es solo ocultarlo delante de la gente, sino, no reconocerlo, ante esto lo que la Biblia nos recomienda son dos cosas: Confesarlo y apartarse. Ósea que no basta solo con decir: “He pecado, perdóname”, sino también es necesario dar muestras de ese arrepentimiento apartándose del pecado.

El mejor ejemplo de esto lo dio nuestro Señor Jesucristo con aquella mujer adultera que todos querían apedrear. Después de que Jesús invitará a lanzar las piedras a aquellos que no tuvieran pecado y estos irse de ese lugar uno por uno, Jesús le dice a la mujer adultera: “Enderezándose Jesús, y no viendo a nadie sino a la mujer, le dijo: Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó? Ella dijo: Ninguno, Señor. Entonces Jesús le dijo: Ni yo te condeno; vete, y no peques más.” Juan 8:10-11 (Reina-Valera 1960). El más claro ejemplo del perdón de Dios y lo que él anhela de nosotros. Aquí vemos dos cosas: 1. Jesús no le condeno, sino que la perdono. 2. El deseo de Jesús era que no pecará más, es decir que ya no practicará ese pecado ni otros.

Cuando Dios nos perdona, su deseo, su anhelo es que ya no volvamos a lo mismo, sino que demostremos un genuino arrepentimiento apartándonos de eso que deshonra a Dios.

La gracia de Dios existe y es hermosa y la disfrutan aquellos que comprenden que su gracia no es una licencia para pecar, sino que es un regalo inmerecido que debe llevarnos a la reflexión y al enderezamiento de nuestros caminos.

El apóstol Pablo lo dijo de está manera:

“Ahora bien, ¿deberíamos seguir pecando para que Dios nos muestre más y más su gracia maravillosa? ¡Por supuesto que no! Nosotros hemos muerto al pecado, entonces, ¿cómo es posible que sigamos viviendo en pecado?” Romanos 6:1-2 (Nueva Traducción Viviente)

Hoy quiero invitarte a reflexionar en la gracia maravillosa de Dios, esa gracia que hace que Dios perdone tus pecados cuando genuinamente estás arrepentido y con un corazón sincero se lo pides, entonces esa gracia se hace real en tu vida, porque Dios te da algo que no mereces: su perdón, ahora su perdón a través de su gracia debe motivarnos a vivir una vida que realmente agrade a Dios y no una vida que se aproveche de su gracia, sino más bien una vida que honre su gracia.

En pocas palabras a través de nuestras acciones podemos darle mayor valor a la GRACIA de Dios, porque la GRACIA que más honra tiene es aquella reflejada en una persona que después de ser perdonado abandona el pecado y comienza a vivir cada segundo de su vida para Dios.

¡Hagamos que la GRACIA de Dios tenga el valor que se merece a través de una vida que honre a Dios!

Fuente:
pastor Enrique Monterroza

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