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¿Abrimos o no abrimos?

Muy pocas cosas en el ministerio pastoral son blanco o negro. La mayoría de las decisiones que se toman día a día están cargadas de precedente, suposiciones o sorpresas que a veces nos enteramos años después. No podemos negar que siempre estamos navegando entre el ideal y la realidad.

Que pastor no ha vivido la experiencia de haber tomado una decisión que al momento parecía que la mayoría estaba de acuerdo para luego descubrir que algunos se lastimaron, otros se resintieron porque no los tomaron en cuenta, en fin, si usted ha pastoreado sabe a lo que me refiero.

Por supuesto, que siempre hay un grupo que apoya al pastor,  A veces los que proclaman “Hosanna al que viene en el nombre del Señor”, luego están en el grupo de los gritan, “crucifíquenlo, crucifíquenlo”.

Esto se complica aún más cuando las decisiones se presentan con un aire de resistencia, de nosotros contra ellos, el famoso “Dios me dijo”, “ay que tener fe, y que me dice de la hemorragia de conspiraciones que se inventa la gente a diario, y “los benditos políticos”, que se aprovechan de cada oportunidad para avanzar sus agendas. Su partido hace lo mismo, así que tranquilos.

Nos encontramos en un momento decisivo de cara al futuro. La presión que tienen muchos compañeros pastores no es fácil. Si usted no ha estado en esos zapatos, “bájele dos” critique menos, ore mas por sus pastores.

La decisión de regresar a congregaros en el edificio es el tema del momento. Ha causado mucha tensión, división, debates y esto le suma a la presión que tienen los líderes que presiden una congregación a la hora de tomar la decisión de regresar al edificio.

Creo que la mayoría de los que me leen estarán de acuerdo conmigo que la iglesia no hay que abrirla porque nunca se cerró. Lo que se cerraron fueron los edificios.

Es una decisión difícil por dondequiera que se considere. La mayoría de las congregaciones eran “templo dependiente”, muy centralizadas en el pastor, su don o carisma y también con amor sincero.

Todo se concentraba en el domingo – la efectividad del ministerio dependía de “como quedo todo” si lo que se ensayo quedo bien, cuanto fue la ofrenda y cuantos asistieron.

Ya eso no esta presente, y si no ha habido una transición a ser “Cristo dependiente”, “edificación mutua” “el ministerio de todos”, “asumir responsabilidad propia” y saber que la familia de Dios está unida, aunque no estén juntos, se puede entender por qué muchos se desesperan.

Por otro lado, estar juntos es importante. Es parte de ser familia. La experiencia de congregarse en persona no es remplazable aun con la mejor tecnología disponible.

Yo no cambio un servicio por Zoom, por la experiencia de estar con los hermanos y hermanas cantando juntos al Señor, y disfrutar de la hermandad que “a veces se experimenta en las congregaciones”.

Mi oración hoy es por cada pastor que se encuentra en ese laberinto de la indecisión, del sentir la presión de muchos para que regresen al edificio, y de aquellos que piensan que si no regresan al edificio no pueden ser iglesia. Si en algo le ayuda aquí les propongo tres cosas para considerar.

No asuman que la gente sabe lo que tiene que hacer.

Regresar al edificio requiere mucha planificación, comunicación intencional y efectiva. El entrenamiento de todo el liderazgo para esta nueva realidad es algo que puede tomar tiempo para tener una experiencia segura, que no haya que lamentarse después.

No comparen la vida de la iglesia con un negocio.

Son dos expresiones de vida totalmente diferentes. Usted va a un establecimiento de compras y lo que esta teniendo es una experiencia transaccional. La iglesia es diferente, es una experiencia social y relacional.

El toque, el brazo, el saludo, el beso, es parte de nuestra cultura de ser latinos y a eso le suma que somos iglesia. Tenga un plan para tratar con estas realidades. Luego que le pase el susto a las personas la tendencia es regresar al comportamiento aprendido.

No subestime lo que ha pasado en otros lugares.

No se considere un mártir por la causa, cuando en lo que se puede convertir es en una estadística. Globalmente se han visto las consecuencias de abrir prematuramente tanto en los países como en congregaciones.

Seamos sabios, oremos al Señor por su dirección. La desesperación nunca ha sido una buena estrategia. Regresar al edificio es importante, pero debemos de hacer nuestras asignaciones también.

Algunas de las preguntas que nos tenemos que hacer son:

¿Estamos listos como congregación? ¿Hemos entrenado a todo el personal que estará tratando con el público? ¿Tenemos las medidas de contingencia en caso de que alguien no siga las instrucciones? ¿Hemos creado los canales de comunicación necesarios con las autoridades locales? (alcaldes, representantes, concejales etc.)

El Señor les ayudará.

Fuente:
Tommy y Janet Moya

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