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Fuego Extraño

La Palabra del Señor nos dice que cuando nos reunimos en Su casa cada uno de nosotros traemos un leño encendido y cuando se reúnen se forma una gran fogata, por eso entre todos nos bendecimos, nos animamos, nos amonestamos; por lo que resulta realmente importante el que permanezcamos congregándonos, porque nosotros traemos nuestro fuego al altar de Dios. De igual manera, el fuego del Espíritu de Dios, que está sobre nosotros, viene para quemar nuestras ataduras, pues así como el fuego prueba el oro para remover todas sus impurezas, asimismo somos nosotros probados para que se revele lo que hay en nuestro interior y seamos purificados. En otras palabras cada vez que el Señor envía su fuego es para purificarnos porque El viene pronto y viene por una Iglesia sin manchas y sin arrugas.

El fuego de Dios es necesario y no lo podemos evadir, porque la Palabra dice que la obra que nosotros hagamos será pasada por fuego y si hemos edificado con heno, madera, hojarasca, piedras preciosas, madera, etc., el fuego lo evidenciará. Hay diferentes tipos de fuego que son descritos en la Biblia, por ejemplo, el fuego del Espíritu Santo, de la Palabra, y el fuego de la prueba como dice 1Pe 4:12 NVI, por tanto no nos extrañemos del fuego de la prueba que estemos soportando, como si fuera algo insólito; es un proceso que debemos atravesar para poder llegar a la estatura del varón perfecto.

El enemigo sabe que no podemos escapar del fuego, por eso él también enviará fuego; pero ese es un fuego extraño, ese fuego si nos puede causar daño y no quemará las ataduras ni purificará el oro, sino que llega en contra de la persona, por eso tenemos que ser muy cuidadosos. En Lev 10:1 LBA, la Biblia dice que Nadab y Abiú, hijos de Aarón, tomaron sus respectivos incensarios y ofrecieron delante del Señor fuego extraño que Él nos les había ordenado. Lo que llama nuestra atención es que ellos eran sacerdotes que entraron a ejercer su sacerdocio según la costumbre, pero fallaron porque presentaron un fuego extraño; por eso los mató el Señor. Es necesario que aprendamos a distinguir cuando viene una prueba de parte del Señor o cuando viene de parte del
enemigo de nuestras almas para que sepamos cómo debemos reaccionar ante ella.

Dice la Biblia en Gn 11:3 BTX que los hombres fabricaron ladrillos y los cocieron al fuego y el ladrillo les fue dado por piedra y el asfalto por argamasa. Lo que podemos ver en este verso es que ellos fabricaron la piedra y el Señor Jesucristo es la piedra, esto nos habla de humanismo, que es fuego extraño, y lo que sucederá con los cristianos que se han dejado llevar por el humanismo es que Dios en Su misericordia les enviará fuego del cielo y los matará. El humanismo tiene como centro al ser humano, pero el cristianismo tiene como centro al Señor Jesucristo. El humanismo eleva como categoría de dios al hombre, no podemos participar del humanismo porque la Iglesia no fue creada para que las personas se sientan bien, pues Su palabra en Mt 10:39 LBA es muy clara al decir que el que ha hallado su vida la perderá; nosotros ya conocimos al Señor, ahora debemos perder nuestra propia vida y morir a nuestras pasiones y anhelos y que en nosotros pueda gobernar nuestro Señor. Es lamentable ver que algunas iglesias cristianas se van detrás del humanismo porque hacen mercadeo para atraer a más personas o realizan espectáculos para jóvenes, pero en el inicio de la Iglesia esto no fue así, y nosotros debemos seguir los principios de la Palabra.

Otro ejemplo del fuego extraño es la idolatría. El pueblo de Israel pecó cuando fabricaron el becerro de oro, conforme vemos en Ex 32:24 LBA; pero cuando hablamos de idolatría no nos referimos únicamente a la adoración de imágenes sino también a la idolatría que ha centrado el humanismo poniendo a cantantes, artistas, deportistas, salmistas y ministros religiosos como ídolos; pero nosotros sabemos que nadie puede ocupar el lugar que sólo le corresponde a nuestro Dios. El orgullo da paso a la idolatría por eso los ministros deben cuidarse de no caer en ese fuego, porque si lo hacen están buscando su propia destrucción. No debemos idolatrar los ministerios, las profesiones, los apellidos, etc. Lo que debe quedar claro es que nosotros sí debemos reconocer la autoridad y las jerarquías, pero el obedecerles no significa que los tengamos que idolatrar.

El fuego extraño puede verse también como la autosuficiencia en la que mucha gente ha caído. Es el querer hacer con nuestras propias fuerzas la obra que sólo puede hacer Dios. La Palabra dice que no encenderemos fuego en ninguna de nuestras moradas el día de reposo, Ex 35:3 LBA. La obra no la hace el hombre sino Dios por medio del hombre. Cuando seamos llamados a hacer una
orden de Dios, caminemos sobre el mandato que Él nos dio. Anhelemos el fuego de Dios, el fuego de Su Palabra y el fuego del Espíritu Santo.

Fuente:
Apóstol Sergio Enríquez O.

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