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Decidiendo por la Vida

El Señor nos ha dado la opción de elegir en todo lo que hacemos. La vida cristiana nos permite valorar las opciones que se nos presentan en la vida y tomar decisiones respecto a ellas.

Diariamente tomamos decenas de decisiones y muchas veces no somos conscientes de que en dependencia de las motivaciones que hemos tenido para tomar una decisión, la vida puede dar un vuelco de 360 grados; ya sea para bien o para mal. La clave está en el motivo que apliquemos para tomar determinada decisión. La decisión depende de nuestra voluntad, pues ya sabemos que Dios nos ha dado el libre albedrío que nos permite hacer las cosas a la manera del mundo o a la manera de Dios. Tú eliges. El mundo nos va a aprobar de acuerdo a nuestras acciones, habilidades y apariencias; sin embargo Dios nos ha aceptado tal y como somos y desea, con todo su corazón, que tomemos decisiones basadas en lo que dice Él y no en lo que dice el mundo.

El Señor nos habla: “…te he dado a elegir entre la vida y la muerte, entre la bendición y la maldición. Elige, pues, la vida, para que vivan tú y tus descendientes” (Deuteronomio 30:19). Elegir es igual a decidir. El Señor quiere que elijamos la vida. ¿Se han percatado, mis queridos hermanos y hermanas, la asociación que tiene en las Escrituras la palabra vida con el nombre de Jesús? Veamos: Yo soy el pan de vida(Jn 6:48); yo soy el camino, la verdady la vida(Jn 14:6);Dios nos ha dado vida eterna;y esta vida está en su Hijo;Él es el Autor de la vida (Hechos 3:15),y así muchos versículos más.

Dios quiere que tus decisiones te permitan permanecer en Jesús, quien es la Vida. Tenemos necesidades, afrontamos problemas, nos vienen dudas y preguntas para las cuales no tenemos respuestas humanas y aun así tenemos que tomar decisiones. Una decisión basada en un comportamiento carnal, separados de Dios, nos llevará irremediablemente a la frustración y en ocasiones a la autodestrucción. Una mala decisión basada en nuestras propias estrategias y no confiando en las promesas de Dios, puede incluso influir en el destino de generaciones y hasta de una nación.

Dios le había prometido a Abraham y a Sara un hijo y a través de él una gran descendencia, la herencia de una gran nación. La vejez de ambos y la “tardanza” de Dios, infundió temor y duda a ambos sobre si Dios iba a cumplir con esta promesa y decidieron tratar de “echarle una mano” y tratar de ayudarlo. Sara le propuso a su marido que tomara a su sierva Agar, la esclava egipcia, quien era joven y podía concebir sin lugar a dudas y poseerla. La motivación de Abraham fue buena: ayudar a Dios. La decisión da al traste con la espera que debieron tener ambos en el plan de Dios. El plan de Dios era mucho mejor. Sólo se debía esperar. Y así nació Ismael, el primogénito, hijo de Agar. Sara, ya muy anciana, concibió y dio a luz a Isaac, como Dios había prometido. Isaac iba a ser el verdadero hijo de la promesa de Dios. Ismael es la simiente del pueblo árabe. Isaac del pueblo hebreo. Las consecuencias de esta decisión, tomada varios milenios atrás, nos llegan hasta nuestros días. Dos naciones en guerra, hasta hoy aparentemente irreconciliables.

Las decisiones basadas en las motivaciones como el orgullo, la vanidad, la autosuficiencia y el temor, traen malas consecuencias. Dice la Palabra: “Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna”(Gálatas 8:6)

Cuando tomamos decisiones motivados por el Espíritu, podemos confiar en que Dios suplirá todas nuestras necesidades, derrumbará la posible ansiedad (la ansiedad es producida por nuestra inseguridad en el futuro al no confiar en Dios), eliminará la depresión (la depresión sucede cuando nos enfocamos en las experiencias negativas del pasado y perdemos la esperanza)y nos haga recordar una vez más que somos nuevas criaturas, nacido de nuevo en el Espíritu. Es contrario a nuestra nueva naturaleza en Cristo el hecho de andar deprimidos enfocándonos en nuestro pasado pecaminoso y sus consecuencias. Cristo borró nuestro pasado, clavó nuestros pecados en la Cruz y nos hizo hechura nueva. Podemos tomar la decisión de andar en el Espíritu como corresponde, y cosechar vida eterna.

Tomar decisiones a la manera de Dios es hacer su voluntad, confiar en Él, esperar en Él. Un viejo adagio del mundo dice: “el que espera desespera”. El Señor de Señores declara: Espera en mí y tendrás bendición, persevera en mí y vivirás en paz, permanece en mí y serás dichoso en cualquier decisión que tomes y multiplicarás los frutos que produce mi Espíritu.

¡Dios te bendiga!

Fuente:
Faustino de Jesús Zamora Vargas

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