
Hay etapas en nuestra vida en las que todo parece confuso. Caminamos sin claridad, tropezamos con dudas, frustraciones y heridas del pasado. Nuestra mirada se vuelve opaca, como si viéramos a través de un cristal empañado por el dolor, el pecado o la desesperanza.
Pero cuando viene el cristal de Cristo, todo cambia 2 Corintios 3-18-.
Él no solo limpia nuestra visión, sino que transforma nuestra forma de ver la vida. Donde antes había tinieblas, Él trae luz. Donde veíamos ruinas, Él muestra esperanza. El cristal de Cristo no es frágil ni ilusorio: es eterno, puro y verdadero. Nos permite ver con los ojos del Espíritu, con la óptica del amor, de la gracia y del propósito divino.
Ya no observamos con temor ni con heridas abiertas; ahora miramos con redención. Él cambia nuestra perspectiva y, al hacerlo, transforma nuestra realidad. Nuestra identidad, nuestro llamado y nuestra visión del futuro se alinean con Su voluntad.
Cristo no viene solo a mejorar tu vida; viene a renovarla por completo. Su verdad nos libera, su luz nos guía y su Espíritu nos transforma.
Oración:
Señor Jesús, limpia mis ojos y mi corazón con tu cristal eterno. Enséñame a ver como normal Tú ves. Transforma mi manera de mirar el mundo y a los demás. Que donde antes hubo confusión, ahora haya claridad; donde hubo dolor, ahora haya sanidad; y donde hubo muerte, haya vida en Ti..