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Barómetro de las Américas y los evangélicos dominicanos

La encuesta Barómetro de las Américas es una herramienta única para evaluar las experiencias del público con la gobernabilidad democrática. Permite realizar comparaciones válidas entre individuos, regiones subnacionales y supranacionales y países a lo largo del tiempo. En esta ocasión, a través de un cuestionario común y métodos estandarizados, abarcó 31,050 personas de 20 países de América Latina y el Caribe entre finales de 2018 hasta el verano de 2019.

La versión más reciente del estudio trae un dato muy significativo, que constituye un compromiso para la comunidad de fe evangélica; por un lado, muestra un declive significativo del porcentaje de la población dominicana que se identifica como católica (de 67.6 % en 2008 bajó a 49.2 % en 2019), y por otro, el aumento de quienes se identifican como evangélicos, que en el mismo periodo pasó de 12.1 % en 2008 a 26 % en 2019.

Por más lenguaje técnico que se utilice para decir las cosas en los medios de comunicación, la realidad es que en membresía, cantidad templos, fundaciones, en servicio de salud, salud mental y educación a base de recursos propios, incluyendo los ministerios creados en favor de los más desposeídos, las iglesias evangélicas han crecido en cantidad y calidad e igual ha ocurrido con otros grupos protestantes que ejecutan programas de acción integral en diferentes comunidades.

Sin embargo, es que haya aumentado a 26 % la cantidad de miembros identificados con esta fe, no es razón para que la comunidad evangélica se jacte de sus acciones, logros u oportunidades de influencia, sino para que utilice la prudencia, la sabiduría y la inteligencia en su forma de pensar y actuar. Como lo establece el libro de los Proverbios de Salomón, o como dice San Pablo en Efesios 6: 6. “No para ser vistos, como los que quieren agradar a los hombres, sino como siervos de Cristo, haciendo de corazón la voluntad de Dios.

La verdad es que el aporte más significativo de la comunidad cristiana por medio de sus iglesias en todo el país, ha sido la implementación de programas de formación en principios y valores del reino de Dios, aplicados en la promoción de la paz, la convivencia, la familia con todos sus miembros.

Las congregaciones de fe evangélica se han caracterizado por la formación de discipulado bíblico y teológico con principios aplicados a la vida, la escuela, la sociedad y los estamentos, sean estos públicos o privados, con el firme propósito de orientar a niños, adolescentes, jóvenes, o ayudar a los adultos mayores a vivir mejor su dignidad.

A raíz de la publicación de resultados del Barómetro de las Américas, se han dado ciertas contradicciones entre católicos y protestantes, no desde las instituciones paraeclesiales o congregaciones, sino de individuos aislados que no han entendido que estos números en lugar de ser motivo para contradicciones, son una invitación a seguir mejorando el trabajo que hace la iglesia en favor de la extensión del reino de los cielos en la tierra.

El hecho de que la iglesia de tradición popular esté perdiendo adeptos no es ni debe ser motivo para arrogancias y prepotencias, sino que debe ser un camino de reflexión y análisis sobre cómo seguir trabajando para influenciar con el ejemplo y testimonio en una sociedad caracterizada por el engaño, la violencia, la corrupción, la falta de confianza en las entidades públicas y privadas.

Esta es una oportunidad para seguir trabajando en favor del presente y futuro de las generaciones dominicanas desde la educación, con centros de salud integral dirigidos a la niñez, los jóvenes, y ancianos; para trabajar y entrenar a nuestros mejores hombres y mujeres en pro de la salud mental, con espacios de consejería bíblica, psicología y orientación comunitaria. Apostemos a que este país sí puede cambiar, fundamentado en el respeto a las leyes, a la Constitución dominicana y el régimen de consecuencias. Fortalezcamos, con valores y educación, la seguridad ciudadana.

La población protestante -y mayormente la evangélica- está ante un momento clave y no puede dormirse en sus laureles. Este es un llamado a seguir las enseñanzas eternas de Jesucristo, que trabajó por el bien común. Los números no deben quitarnos el sueño, sino brindarnos la esperanza de que el trabajo dará frutos.

Fuente:
Felix Caraballo

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