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La esperanza en el silencio

Guardar silencio es algo muy difícil.  Estudios han probado que los humanos no aguantamos más de 45 minutos en un lugar en absoluto silencio, donde llegue el punto que escuches hasta los latidos de tu corazón.  En ese estado, te volverías loco.  Es difícil estar en silencio.  Muchos tienen que encender el televisor o el radio.  Momentos que deberían ser de meditación y quietud, en realidad no lo son; nos quedamos con nuestros pensamientos y, a veces, no sabemos controlar nuestra mente.  Pero hay momentos en la vida en que es necesario que tú aprendas a guardar silencio.

11 Jesús, pues, estaba en pie delante del gobernador; y éste le preguntó, diciendo: ¿Eres tú el Rey de los judíos? Y Jesús le dijo: Tú lo dices. 12 Y siendo acusado por los principales sacerdotes y por los ancianos, nada respondió. 13 Pilato entonces le dijo: ¿No oyes cuántas cosas testifican contra ti? 14 Pero Jesús no le respondió ni una palabra; de tal manera que el gobernador se maravillaba mucho.”  Mateo 27:11-14 

Pilato se maravilló por el silencio de Jesús.  Pero no era la primera vez que se maravillaban de Jesús; en otra ocasión, se nos dice, se maravillaron por sus palabras.  Desde niño, sus palabras eran demasiado convincentes, demasiado poderosas; eso fue lo que él vino a hacer; predicar, hablar, enseñar.  En aquella ocasión, se les perdió a sus padres, y dice la palabra que la gente se maravillaba por su doctrina, por lo que hablaba, lo que decía.  Pero, en el momento crucial de su vida, aquel hombre que vino a hablar, a predicar, a pregonar las buenas nuevas del Evangelio, aquel que con sus palabras transformó tantas vidas, aquel de quien los discípulos decían “¿a quién vamos a ir, si solo tú tienes palabra de vida?”; de repente, el más poderoso mensaje lo hace en silencio.   No que no tuviera algo que decir, sino que decidió callar.

Nunca tomes el silencio de un creyente como que no tiene algo qué decir.  Muchos decidimos callar porque conocemos que, en nuestro silencio, hay esperanza.

Cuando miramos la palabra del Señor, identificamos, por ejemplo, a un hombre como Job; un hombre recto, digno, que de repente comenzó a experimentar un grande problema.  Él tenía una buena familia, buena fama; pero, de repente, comenzó a perderlo todo; y sus amigos lo único que quieren es provocar que él hable, que él niegue al Señor.  Aún su esposa, le decía: Muérete.  Pero Job siempre tuvo cuidado de sus palabras.  Dijo algunas palabras un tanto ignorantes, pero siempre pedía perdón; él decía: Yo sé que mi Redentor vive, y Él me va a levantar del polvo.  Él supo escoger sus palabras y no decir lo incorrecto.

Si algo quiere provocar el mundo, a través de los problemas que llegan a tu vida, es que tú digas las cosas erróneas, que digas cosas que no tienes que decir.  Muchos, en momentos de dificultad, damos rienda suelta a nuestras palabras, y después no podemos recoger lo que dijimos, no podemos echar para atrás lo que hablamos.  Y, a veces, lo que decimos lo que hace es crear mayor dificultad.  Una de las cosas más poderosas que demuestran la fe de un creyente, es que, en medio de las peores crisis, si no tiene nada bueno qué decir, aprende a guardar silencio.

Si tú no tienes nada bueno qué hablar de tu país, mejor cállate.  Aprende a entender que detrás del silencio hay una esperanza mayor, una confianza más poderosa.

Cuando Jesús toma la decisión de tan solo decir las palabras correctas, la decisión de escoger exactamente lo que iba a decir y luego guardar silencio cuando era acusado constantemente, cumplía con la profecía de Isaías 53: 7 Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca.  Pilato le estaba dando la oportunidad a Jesús de defenderse de quienes lo acusaban.  Jesús tenía la oportunidad de decir algo que le hiciera libre.  Es más, Pilato en un momento dado le dijo: Yo tengo el poder, la autoridad para liberarte; dime algo que te saque de este lugar.  Y Jesús le dijo: Tú no tienes ninguna autoridad sobre mí, si no te la da el Padre, así que yo no me voy a defender.

Tú, hoy, deberías dar gracias que Jesús guardó silencio en el momento que tenía que hacerlo, que no buscó la forma fácil de salir de aquella cruz, sino que él sabía que tenía que cumplir su compromiso con el Padre; y, por causa de que él guardó silencio en el momento apropiado, en ese instante, trajo esperanza a tu vida.

Uno de los mensajes más poderosos que tú puedes predicar, es cuando tú aprendes a callar, en medio de tus acusadores; es cuando tú no respondes de la manera que responde el mundo.  Los creyentes no tenemos el lujo que el mundo tiene de responder como les da la gana, ante todos los ataques.  Tú no te puedes dar el lujo de responder con coraje, con odio, de decir lo que te da la gana, de decir todo lo que piensas, porque no todo lo que piensas es digno de que tú lo digas.  Tú no puedes caer en la trampa de que los acusadores te hagan abrir tu boca para decir cosas que tú no debes decir.

Una de las lecciones más grandes del Viernes Santo, es el silencio de nuestro Señor Jesucristo.  Abrió su boca solo para decir lo que tenía que decir, y cuando tenía que defenderse, él aprendió a callar; aprendió a guardar silencio, en los peores momentos de su vida, sabiendo que sus palabras tenían poder.  En un momento dado, le dijeron: ¿Eres tú el Cristo?  Y cuando él dijo: Yo soy; automáticamente todos los soldados cayeron al suelo.  Jesús conocía el poder de sus palabras; si llegaba a decirle a Pilato en aquel momento “yo soy”, aquella corte se hubiera vuelto un caos.  Así que, Jesús aprende y decide guardar sus palabras ante aquellos que le acusan.

Quizás tú, hoy, tienes gente que te acusa, tienes problemas, tu propia mente te acusa; las dificultades te hacen cuestionar si Dios está a tu lado; y quizás has estado diciendo cosas, que han estado complicando tu vida.  Pero hoy es un buen día para aprender la lección de nuestro Señor Jesucristo.  No hay mayor mensaje que, en el momento de la aflicción, en el momento de dolor, si no tienes nada bueno qué decir, mejor guarda silencio, no pronuncies palabra, mejor no te defiendas y entiende el poder de la esperanza detrás del silencio.

Fuente:
Pastor Otoniel Font | Puerto Rico

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