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Encuentro Transformador. La Conversación de Jesús con la Mujer Samaritana

Uno de los encuentros más extraordinarios del Señor Jesucristo, dentro de los evangelios, es el relato de una mujer samaritana, de la cual no tenemos ni siquiera el nombre; sin embargo, es mencionada en la Escritura y es muy infravalorada dentro de las enseñanzas generales de la iglesia, aunque como veremos en la narrativa, encontramos la esencia de uno de los fundamentos de la novia del Cordero la adoración; tema que el Señor no tocó con ninguno de sus discípulos, pero que a esta aparente e insignificante mujer le fue revelado. Para poder entender el entorno de la escena en la que el Señor se encuentra con ella, es necesario, retroceder en el tiempo y la historia de Israel, las Escrituras nos relatan que David fue rey de Israel durante cuarenta años, siete años reinó en Hebrón y treinta y tres, en Jerusalén.

Después de David reinó Salomón, quien logró hacer de Israel una nación muy poderosa (1 Reyes Cap. 2). Dios había prometido a David que, después de su muerte, haría que uno de sus hijos llegara a ser rey de su pueblo y lo dejaría construirle una casa y haría que su reino perdurará para siempre.

Dios sería como un padre para él y él sería como un hijo. En caso de que se portara mal, lo castigaría como un padre castiga a su hijo, pero nunca lo abandonaría como lo hizo con Saúl.

También le prometió que el reino de sus descendientes sería firme y permanecería para siempre (2 Samuel Cap.7).

Cuando Salomón ascendió al trono, Dios le dio sabiduría, honor y riquezas. En un principio Salomón gobernó humildemente como su padre David, sin embargo, después de un tiempo, empezó a usar su inmenso poder para sus propios placeres y se casó con muchas mujeres extranjeras que desviaron su corazón sirviendo a sus dioses, provocando la ira del Dios de Israel, por lo que Señor le dijo que le quitaría el reino y lo entregaría a su siervo.

Aunque determinó que no se haría en sus días, por amor a su padre David, pero lo quitaría de la mano de su hijo Roboam quien gobernaría a su muerte (1 Reyes 11:9-13). Jeroboam, uno de los oficiales de Salomón, dividió el reino tomando para sí, las diez tribus del norte; por lo que, Roboam reinó sobre Judá al sur.

Aunque Israel era más poderosa, en Judá estaba Jerusalén, la ciudad de David, en la que se encontraba el templo del Señor.

Estratégicamente esto era un escollo para Jeroboam, ya que sus súbditos tenían que ir a Judá cada año a celebrar las fiestas ordenadas por el Señor y como temía que el pueblo se volviera a la casa de David, hizo dos becerros de oro para que los adoraran, el rey dijo, he aquí tus dioses oh, Israel, los cuales te hicieron subir de la tierra de Egipto, finalmente puso uno en Betel y el otro en Dan.

Esto fue motivo de pecado, porque el pueblo iba aún hasta Dan a adorar delante de uno de ellos.

Hizo también casas en los lugares altos, e hizo sacerdotes de entre el pueblo que no eran de los hijos de Leví.

Jeroboam instituyó una fiesta en el octavo mes, en el día quince del mes, como la fiesta que había en Judá y subió al altar. Así hizo en Bet El, ofreciendo sacrificio a los becerros que había hecho (1 Reyes Cap. 12).

Todos los reyes de Israel, después de Jeroboam sirvieron a sus ídolos. Especialmente Acab, que tomó por mujer a Jezabel, hija de Etbaal rey de los sidonios y sirvió a Baal y lo adoró. Él hizo lo malo, más que todos los que reinaron antes de él. Por aquel tiempo, Elías tisbita, que era de los moradores de Galaad, dijo a Acab: Vive el Señor, Dios de Israel, delante de quien estoy, que ciertamente no habrá rocío ni lluvia en estos años, sino por la palabra de mi boca (1 Reyes 17:1).

Después de muchos días, la palabra del Señor vino a Elías en el tercer año, diciendo: Ve, muéstrate a Acab y enviaré lluvia sobre la faz de la tierra (1 Reyes 18:1). Elías le dijo a Acab: Ahora pues, envía a reunir conmigo a todo Israel en el monte Carmelo, junto con cuatrocientos cincuenta profetas de Baal y cuatrocientos profetas de la Asera que comen a la mesa de Jezabel y Acab envió mensaje a todos los hijos de Israel y reunió a los profetas en el monte Carmelo. Elías se acercó a todo el pueblo y dijo: ¿Hasta cuándo vacilamos entre dos opiniones? Si el Señor es Dios, seguidle; y si Baal, seguidle a él. Pero el pueblo no le respondió ni una palabra. Ese día se hicieron dos altares, el de Baal y el del Señor y el dios que respondiera por fuego sería Dios. Al atardecer Elías oró y finalmente cayó fuego sobre el altar y el pueblo dijo El Señor, Él es Dios, restaurando así la adoración al único y verdadero Dios (1 Reyes Cap. 18). Desde los tiempos del rey Omri, padre de Acab, Samaria era la capital del reino de Israel (1 Reyes 16:30-31). De esta manera, el reino de Israel descuidó las leyes de Dios por mucho tiempo y Salmanasar, rey de los asirios sitió Samaria y la tomó después de tres años. Y el rey de Asiria llevó a Israel al destierro en Asiria y trajo gente de Babilonia, Cuta, Hamat y Sefarvaim y los puso en las ciudades de Samaria (2 Reyes 17:6-24; 18:9-12).

Aquellos pueblos se mezclaron con los judíos que permanecían en Samaria, por lo que los judíos del sur consideraban a sus hermanos del norte como gentiles y los despreciaban ignorándolos por completo; en lo anterior encontramos el trasfondo y contexto del lugar en el que se encontraba Jesús, Samaria. Juan nos relata que Jesús vino al templo y todo el pueblo venía a Él; y sentándose, les enseñaba. Los escribas y los fariseos aprovecharon la ocasión para atacarlo, incluso lo llamaron samaritano para insultarlo: Contestaron los judíos y le dijeron: ¿No decimos con razón que tú eres samaritano y que tienes un demonio? (Juan 8:48). Era tan profunda la división entre estas dos partes del pueblo, que era impensable para un judío tener relación con los samaritanos, por eso el insulto para nuestro Señor. En aquellos días, los fariseos escucharon que Jesús hacía y bautizaba más discípulos que Juan por lo que salió de Judea hacia Galilea, los estudiosos de la Palabra, indican que Jesús se apartó de la ciudad para esperar el tiempo de su derramamiento, por lo que yendo por el camino, al pasar por Samaria, llegó a una ciudad llamada Sicar, cerca de la parcela de tierra, que Jacob dio a su hijo José. Como a eso del mediodía, Jesús, cansado del camino, se sentó junto al pozo y aunque no era común que vinieran a sacar agua a esa hora, una mujer de Samaria llegó a aquel lugar por agua y Jesús le dijo: Dame de Beber.

Ella sorprendida dijo: ¿Cómo es que tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana? (Porque los judíos no tienen tratos con los samaritanos.) Jesús le respondió: Si tú conocieras el don de Dios y quién es el que te dice: Dame de beber, tú le habrías pedido a Él y Él te hubiera dado agua viva. Ella le dijo: Señor, no tienes con qué sacarla y el pozo es hondo; ¿De dónde, pues, tienes esa agua viva? Respondió Jesús y le dijo: Todo el que beba de esta agua volverá a tener sed, pero el que beba del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás, sino que el agua que yo le daré se convertirá en él en una fuente de agua que brota para vida eterna. La mujer le dijo: Señor, dame esa agua, para que no tenga sed ni venga hasta aquí a sacarla. Él le dijo: Ve, llama a tu marido y ven acá. Respondió la mujer y le dijo: No tengo marido. Jesús le dijo: Bien has dicho: No tengo marido, porque cinco maridos has tenido y el que ahora tienes no es tu marido; en eso has dicho la verdad. La mujer le dijo: Señor, me parece que tú eres profeta. Posiblemente la conversación se estaba poniendo muy comprometedora, por lo que ella interrumpió con una pregunta: Nuestros padres adoraron en este monte y vosotros decís que en Jerusalén está el lugar donde se debe adorar. Jesús le dijo: Mujer, créeme; la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre. Vosotros adoráis lo que no conocéis; nosotros adoramos lo que conocemos, porque la salvación viene de los judíos. Pero la hora viene y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque ciertamente a los tales el Padre busca que le adoren. Dios es espíritu y los que le adoran deben adorarle en espíritu y en verdad.

La mujer le dijo: Sé que el Mesías viene (el que es llamado Cristo); cuando Él venga nos declarará todo. Jesús le dijo: Yo soy, el que habla contigo… Entonces la mujer dejó su cántaro, fue a la ciudad y dijo a los hombres: Venid, ved a un hombre que me ha dicho todo lo que yo he hecho. ¿No será éste el Cristo? Y salieron de la ciudad e iban a Él. Y de aquella ciudad, muchos de los samaritanos creyeron en Él por la palabra de la mujer que daba testimonio, diciendo: Él me dijo todo lo que yo he hecho. De modo que cuando los samaritanos vinieron a Él, le rogaban que se quedara con ellos; y se quedó allí dos días. Y muchos más creyeron por su palabra (Juan Cap. 4). No cabe duda de que a Dios nada se le escapa y que nada como dicen en el mundo, es casualidad, sino que estaba en los planes de Dios este encuentro y sobre todo que estuviera ahora al alcance de nuestras manos esta información, como dice la Biblia: Y así tenemos la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en prestar atención como a una lámpara que brilla en el lugar oscuro, hasta que el día despunte y el lucero de la mañana aparezca en vuestros corazones. Pero ante todo sabed esto, que ninguna profecía de la Escritura es asunto de interpretación personal, pues ninguna profecía fue dada jamás por un acto de voluntad humana, sino que hombres inspirados por el Espíritu Santo hablaron de parte de Dios (2 Pedro 1:19-21). Y agrega: Toda Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, equipado para toda buena obra (2 Timoteo 3:16-17). Ahora bien, la Samaritana es la primera adoradora en espíritu y verdad, esta mujer nos muestra que la adoración, no solo es postrarse cuando estamos en la casa del Señor, ya que ella sufrió una transformación completa que la llevó a convertirse en una nueva mujer (una iglesia reformada). También es de notar la actitud de aquella mujer, ya que dejándolo todo, decidió ir a dar testimonio de lo que el Señor hizo en ella, se dedicó a hacer una obra justa y por tanto, la podemos ver como la figura de la novia (Iglesia), de la cual está Escrito: …Cristo amó a la iglesia y se dio a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado por el lavamiento del agua con la palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia en toda su gloria, sin que tenga mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuera santa e inmaculada (Efesios 5:25-27).

Jesús tomó a la Samaritana y por medio de la ministración y la Palabra, lavó sus pecados y la llevó a novación de vida, vistiéndose y dándole un nuevo propósito; esta es la iglesia que adora al Señor en Espíritu y en Verdad, la que deja todo por Cristo y se dedica a la obra del Evangelio, como dice la Biblia: Porque así nos lo mandó el Señor, diciendo: Te he puesto como luz de las naciones, para que lleves mi salvación hasta los lugares más lejanos de la tierra. Al oír esto, los que no eran judíos se alegraron y comenzaron a decir que el mensaje del Señor era bueno; y creyeron todos los que estaban destinados a la vida eterna (Hechos 13:47).

Aquella iglesia que adore al Señor no solo con los cantos, sino con sus obras y sus bienes, esa será grata delante del Señor, en el día de la segunda venida de Jesucristo nuestro Señor, muchos dirán estas palabras: Regocijémonos y alegrémonos y démosle a Él la gloria, porque las bodas del Cordero han llegado y su esposa se ha preparado. Y a ella le fue concedido vestirse de lino fino, resplandeciente y limpio, porque las acciones justas de los santos son el lino fino (Apocalipsis 19:7-8).

Vistámonos entonces de este lino fino, para que nuestra adoración sea exquisita delante de nuestro Creador y Rey, presentémonos como dice la Escritura: Por eso, hermanos míos, ya que Dios es tan bueno con ustedes, les ruego que dediquen toda su vida a servirle y a hacer todo lo que a Él le agrada. Así es como se le debe adorar. Y no vivan ya como vive todo el mundo. Al contrario, cambien de manera de ser y de pensar. Así podrán saber qué es lo que Dios quiere, es decir, todo lo que es bueno, agradable y perfecto (Romanos 12:1-2 BLS). Bendiciones a todos.

 

Fuente:
Profeta Pedro Legrand , Ministerios Luz De Las Naciones / Guatemala

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