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Tu responsabilidad personal

“Por lo cual, levantad las manos caídas y las rodillas paralizadas; y haced sendas derechas para vuestros pies, para que lo cojo no se salga del camino, sino que sea sanado. Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor. Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados; no sea que haya algún fornicario, o profano, como Esaú, que por una sola comida vendió su primogenitura.” Hebreos 12:12-16

Pablo está hablando de todo lo que la iglesia tiene que hacer; dice: Levanta las manos, afirma tus rodillas, endereza tus caminos. Todos son actos de responsabilidad personal; no es que te van a levantar las manos, es que tú tienes que levantarlas, tú tienes que decidir estar en victoria. Afirma tus rodillas, endereza tu camino, busca tú la paz con todos, vive en santidad. La gente siempre ve como que es la iglesia la que busca que tú vivas en santidad, pero no es la iglesia la que necesita ese estándar para aceptarte, eres tú quien tiene que procurar tu santidad y buscar agradar a Dios. A eso es que todos debemos aspirar; de otro modo, no vas a ser todo lo que Dios quiere que tú seas, y tu corazón eventualmente, se llena de amargura.

Cuando tú sabes todo lo que puedes lograr y ves en otros lo que pudiera ser en tu vida, entonces, si no lo tienes, te amargas. Pero siempre, la persona amarga, pone la culpa en Dios o en los demás. Y Pablo lo que está es diciendo que esto es una responsabilidad personal; arregla tu vida, endereza tu camino, sé todo lo que Dios quiere que tú seas.

En Génesis, vemos que esto fue lo que pasó con Caín y Abel. Abel logró alcanzar la gracia de Dios; se presentó delante de Dios con una ofrenda, y Dios la vio como agradable, la aceptó. No se nos dice qué fue lo que pasó para que ambos se dieran cuenta del agrado de Dios, pero vieron la diferencia entre haber aceptado la ofrenda de uno y no la del otro. Y Caín se molesta con Dios, quien le dice: Si bien hicieres, ¿no serás tú también enaltecido? Caín pretendía los mismos resultados, pero haciendo las cosas a medias; y como Dios le dice que no le haga culpable de sus problemas, entonces, se molesta con Abel; porque, cuando no puedes culpar a Dios, entonces culpas al que está a tu lado. Caín mata a Abel pensando que así acababa su problema; y así viven muchos: Culpando a Dios, y acabando a los demás, pensando que acabando con la reputación de otros, se terminan sus problemas.

Acabando con los políticos, con la credibilidad de otro, no se acaban los problemas de tu país. No podemos seguir llenándonos de odio y rencor, echándoles la culpa a los demás, matando a los Abel de tu vida. En ti está el poder de levantarte, si tomas tu responsabilidad personal, y cimentas o arraigas tu vida en el verdadero amor de Dios.

Una persona tiene amargura cuando es todo el tiempo negativa, tiene una actitud de queja constante ante la vida. Crees que no estás amargado, pero te quejas de todo; crees tener un corazón limpio, pero hablas mal de todo el mundo. Estás amargo, y te quieres desquitar con los demás. Una persona está amarga cuando no puede amar y ser amada. Hay gente queriendo hacer gestos bonitos contigo, y tú los rechazas por falsa humildad de que no necesitas nada de nadie; eso es una amargura que demuestra que hay algo en tu interior que está amargo. La persona libre de amargura, no tan solo ama, sino que también deja que le amen. Deja que Dios te ame, que haga cosas bonitas para ti; Dios va a poner gente en tu camino que va a hacer cosas por ti, y tú debes dar gracias a Dios. Si no lo aceptas con bondad, gentileza, amabilidad, hay amargura en tu vida.

Lamentablemente, un corazón amargo es una persona que piensa que Dios no está disponible para ella, es la persona que pregunta por qué Dios permite las cosas que le pasan, dónde estuvo Dios cuando le sucedió tal cosa; en el corazón de esa persona, hay una raíz de amargura que tiene que corregir.

Del otro lado, vemos a la gente que son como los fariseos, que justifican su grandeza y su justicia ante todos; es la persona que se cree bien espiritual, se cree mejor que cualquiera, cree saber más de la Biblia, proyecta una imagen excesivamente religiosa. En este tipo de persona, hay una raíz de amargura en el corazón, que le pone una máscara de justicia, para esconder la realidad de lo que hay dentro del corazón.

Hay gente que lo que piensa es: Yo que he vivido una vida cristiana toda mi vida, y mira a otros, que apenas acaban de llegar al Evangelio, ¿cómo puede ser que Dios los salve y les dé la misma recompensa? Lo que dice eso es que tienen deseos reprimidos; hay algo que otros están haciendo, que ellos también quieren hacer; y tan pecador es uno como el otro. Tú no quieres la vida de esa gente; tristeza te debería dar que tan solo unos días antes de morir alguien haya conocido al Señor. Tú no cambias tu vida por la de un pecador, no cambias tus resultados por los de un pecador. Lo más grande de la vida eterna es que se comienza a vivir aquí en esta tierra, cuando tú le entregas tu vida al Señor, y tu vida llega a ser todo lo que Dios quiere que tú seas.

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