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¿Prohibir o enseñar?

Diariamente leo comentarios, mensajes o correos electrónicos que las personas me envían preguntándome si es pecado esto o aquello, preguntas muchas veces que surgen de cierto modo de pensar de “autoridades espirituales” que tratan de imponer sus pensamientos creyendo en ocasiones que son la pura verdad.

Veo hoy en día muchas discusiones en temas que sinceramente no tienen tanta importancia, es decir que no son la base de la vida cristiana, ni del evangelio en si. Peleamos por como nos vestimos, por como nos peinamos y hasta por como nos comportamos, cosas tan superficiales que si bien tienen una raíz desde el corazón, no es realmente el punto central en el que deberíamos fijarnos.

Hablo de que no estoy de acuerdo con tratar que la gente obligadamente haga lo que yo quiero o piense como yo pienso.

“Todo me es lícito, pero no todo conviene; todo me es lícito, pero no todo edifica.”

1 Corintios 10:23-24 (Reina-Valera 1960)

Hoy leía una publicación de una chica que me preguntaba si era pecado o no maquillarse, estoy totalmente seguro que la chica solo quería saber mi punto de vista sobre el asunto, pero muchas veces esas preguntas vienen motivadas porque escuchan en sus Iglesias o a sus “autoridades espirituales” prohibir ciertas cosas.

Yo me pregunto: ¿Una persona que se maquille perderá la salvación?, ¡No!, entonces, ¿Dónde está el fin de esa prohibición?, a mi en lo personal me gusta que mi esposa se vea linda y si usa maquillaje, pues que lo use, claro está tiene que ser de forma moderada de tal manera que le resalte la belleza y no que se convierta en un centro de atracción por el excesivo maquillaje sin sentido que se pueda colocar.

Ahora bien, durante mi vida cristiana he escuchado las prohibiciones más graciosas que pueden existir, gente que en sus Iglesias les prohíben el bigote a los hombres, o en otros lugares tienen que dejárselo y nunca cortárselo. Prohibiciones como no vestirse de tal forma, o no cortarse el cabello de está otra forma. Prohibiciones como no andar su camisa fuera de su pantalón. Prohibiciones como no juntarse con gente que no es cristiana, ni siquiera dirigirles la palabra, ¡Que absurdo!, si no le hablamos a la gente que no es cristiana, ¿Cómo vamos a evangelizar?

Sinceramente y sin la intención de hacer sentir mal a alguien, hay cosas más importantes que el maquillaje, que los pantalones o el vestuario, más importante que un peinado o las amistades que podamos tener. En lugar de andar prohibiendo exageradamente todo lo que se nos ocurre deberíamos de enseñarle a la gente el amor que Cristo tiene por las personas independientemente de lo que haga, como se vista, como se vea o lo que diga. Recuerden que todos nosotros también anduvimos perdidos en el mundo, sin rumbo, sin esperanza, sin embargo Dios nos vio así como éramos y vio en nosotros lo que podíamos hacer cuando Él nos tomará en sus manos y ahora ya no somos los mismos.

Lo más importante en la vida cristiana es mantener una relación personal con Dios, es hablar con Él cada día, es leer su Palabra para alimentarnos y aumentar nuestra fe, es mostrarles a otros ese amor que Dios tuvo con nosotros, es reflejar la misericordia que Dios nos tiene cada día, es mostrar compasión por las personas en lugar de juzgarlas. ¡Eso es lo más importante en la vida cristiana!

La mayoría de “autoridades religiosas” pierden su tiempo en prohibir cada cosa y a veces sus prohibiciones rozan lo absurdo. Yo me pongo a pensar que si Jesús caminara por nuestras calles hoy en día enseñando, muchos “religiosos” quedarían sorprendidos de sus enseñanzas, muchos lo criticarían por sentarse con las prostitutas o comer con los publicanos, muchos no entenderían porque Él prefería sentarse con la gente común en lugar de la gente prominente, muchos no comprenderían porque en lugar de acusar a una mujer adultera le extiende la mano y la levanta y le dice con amor que ya no peque más. Muchos no comprenderían cuando llamara por su nombre a ese cobrador de impuestos que todos odian, sin embargo Él quiere comer con él. Muchos no comprenderían porque deja que una mujer lave sus pies rociando un delicioso perfume, muchos lo criticarían por eso y hasta pensarían que esa es su mujer, y es que somos así, nos creemos tan perfectos siendo tan imperfectos.

“Yo vine a invitar a los pecadores para que regresen a Dios, no a los que se creen buenos.”

Lucas 5:32 (Traducción en lenguaje actual)

Yo estoy casando de la imperfección falsa, yo no soy perfecto y aunque pretendiera serlo mi naturaleza pecaminosa me recuerda que soy uno más que lucha diariamente por agradar a Dios. Derramo lágrimas al igual que cualquier persona cuando me doy cuenta lo bueno que es Dios conmigo y lo mal que muchas veces me comporto. Me duele el corazón al saber que a veces le prometo no fallarle más y caigo conscientemente. Yo solo puedo decir que Dios me ama porque puedo sentirlo, porque no me desecha, porque no me señala, porque no me juzga, sino que siempre me extiende la mano y me dice que siga adelante, ese es el Dios que yo sinceramente conozco, ese Dios que con su amor hacia mi me hace cambiar, no porque me obliga sino porque su amor provoca que mi voluntad se doblegue y busque agradarlo.

Lo más importante en la vida cristiana es ser sinceros con nosotros mismos y con Dios, es reconocer que todos estamos expuestos a pecar o a fallar, es reconocer que si hemos avanzado no es merito únicamente nuestro, sino de Dios quien nos ha dado la fuerza que necesitamos para hacerlo.

No le pongas obstáculos a la gente para que se acerque a Jesús, porque con las prohibiciones absurdas lo único que hacemos es mostrar el fanatismos desmesurado que tenemos, en lugar de fijarte en las cosas que no tienen importancia comienza a fijarte en las cosas que sí tienen importancia como ir a donde esa persona necesitada de Dios y decirle lo mucho que Él la ama y lo que puede hacer en su vida. Y es que nos preocupamos por prohibir y se nos olvida predicar.

No hablo de un libertinaje porque eso fuera aun más absurdo, hablo de que cada uno a través del conocimiento bíblico adquirido pueda reconocer que cosas no son correctas, hablo que sea el Espíritu Santo que mora en cada uno de nosotros quien nos redarguya y nos haga ver el error que podemos estar cometiendo, hablo de obedecer a esa voz del Espíritu Santo en nuestras vidas. Que la gente evite hacer algunas cosas que no son correctas no porque los obliguemos, sino porque su amor por Dios los lleva a vivir una vida santa y piadosa.

“Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres, enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente”

Tito 2:11-12 (Reina-Valera 1960)

Lo más importante de la vida cristiana no es cómo te vistas, ni que peinado traes, ni mucho menos si usas o no maquillaje, gel o desodorante, lo mas importante de la vida cristiana es reconocer a Jesús como Señor y Salvador y vivir cada día para Él.

¿De que me sirve vestirme como me quieren obligar a vestirme y no usar lo que no quieren que use si no tengo una relación personal y verdadera con Dios?, todo eso seria superficial, porque en mi interior no existiera esa pasión por Dios que sí existe.

Todo cambio exterior será provocado por un cambio interior, es decir yo cambiare porque el Espíritu Santo de Dios que vive en mi me impulsa a hacerlo y no porque alguien me este obligando, porque obligado seguramente cambiare algunas cosas, pero cuando me canse de hacerlo volveré a lo mismo, sin embargo cuando el cambio proviene del Espíritu Santo de Dios que me redarguye, entonces ese cambio tendrá bases sólidas que no serán conmovidas por nada en nuestra vida.

No pierdas el tiempo en prohibir, mejor enseña a tu gente a vivir para Dios, a mantener una verdadera relación personal con Él y entonces sin necesidad que prohíbas nada, sus vidas serán transformadas por el poder del Espíritu Santo sin necesidad de obligar, sino como fruto de esa verdadera relación personal con Dios.

¡No obligues, mejor enseña pero basado en la Palabra de Dios y no en dogmas humanos!

“Habiendo purificado vuestras almas por la obediencia a la verdad, mediante el Espíritu, para el amor fraternal no fingido, amaos unos a otros entrañablemente, de corazón puro; siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre.”

1 Pedro 1:22-23 (Reina-Valera 1960)

Fuente:
Pastor Enrique Monterroza | El Salvador, Centroamérica

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