Amada Mujer, hoy quiero recordarte el poder que Dios ha depositado en ti. Los hijos ungidos y bendecidos no solo nacen de vientres físicos, sino también del calor de las rodillas que oran y claman delante de Dios. La palabra hebrea “yacham” nos habla de “concebir” y también de “calentarse” —y es ese fuego, esa pasión divina, la que Dios está avivando en ti en este tiempo.
Aunque el vientre de Sara estaba muerto, fue calentado por la fe que Dios infundió en ella, y de su vida surgió la promesa que cambiaría generaciones. Ella dijo: «Dios me ha hecho reír, y todo el que lo sepa se reirá conmigo.» Y añadió: «¿Quién le hubiera dicho a Abrahán que yo, Sara, habría de amamantar hijos? ¡Pues le he dado un hijo en su vejez!»
Hoy, esa misma pasión, esa misma fe, está siendo liberada sobre ti. No estás sola. Dios está encendiendo una santa pasión en tu corazón que será la fuerza que levante y proteja a esta nueva generación. El enemigo odia la pureza de nuestros hijos y busca destruir todo lo que refleja el Reino de Dios, pero tú eres la respuesta. Tu amor, tu intercesión y tu fe son las armas que establecerán los cimientos de futuro de tus generaciones.
No subestimes el poder de tus oraciones ni el impacto de tu entrega. Tus rodillas dobladas están escribiendo la historia de generaciones que verán la gloria de Dios. ¡Este es tu tiempo! ¡Levántate con pasión santa, madre de fe! Lo que nace de ti y en ti será para vida, para bendición y para victoria. El futuro está en tus manos y en tu corazón encendido por Dios.
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Con amor y oraciones,
