Paz celestial, eterno regalo,
no como el mundo que es frágil y vano.
Tu luz disipa las sombras del alma,
en ti hallamos refugio y calma.
No es la paz fugaz de los hombres,
ni promesas vacías que llevan sus nombres.
Es un río sereno que fluye sin fin,
que llena la vida de un gozo sin fin.
Jesús nos dejó su paz infinita,
como un manto de gracia que todo lo quita.
El miedo y la duda no tienen lugar,
pues Su amor nos enseña a confiar.
Corazones que laten con nueva esperanza,
en Su amor eterno nuestra alma descansa.
Poesía divina, canto de redención,
en la paz de Cristo hallamos nuestra canción.