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La disposición a ser un siervo humilde del Padre celestial

Si eres justo, ¿qué le das a Dios, o qué recibe El de tu mano? Job 35:7

¿Cuál debe ser nuestra actitud y cuál debe ser la forma con la cual nosotros nos relacionamos con Dios día a día? ¿cuál debe ser esa auto-imagen que nosotros tenemos cuando nos relacionamos con el Padre, cuando desarrollamos nuestra vida de servicio al Señor, y cuando hacemos todas las cosas que hacemos dentro del Reino de Dios?

Quiero en las próximas meditaciones usar como punto de partida un texto, se encuentra en el Evangelio según San Juan en el capítulo 17, comenzando con el versículo 7 hasta el versículo 10, conocida parábola de nuestro Señor Jesucristo.

Y la parábola dice: «¿Quién de vosotros, teniendo un siervo que ara o apacienta ganado, al volver él del campo luego le dice: «pasa y siéntate a la mesa»? No le dice mas bien: prepárame la cena, cíñete y sírveme hasta que haya comido y bebido, y después de esto, come y bebe tú? Acaso le da gracias al siervo porque hizo lo que se le había mandado? pienso que no.»

«Así también vosotros, cuando hayáis hecho todo lo que os ha sido ordenado, decid: siervos inútiles somos, pues lo que debíamos haber hecho, hicimos.»

Este pasaje nos invita a vernos como gente que está totalmente sometida a la Voluntad de Dios, gente que está al servicio total del Padre y que se considera como que no tiene ningún tipo de derechos, en última instancia, delante de Dios porque Dios es totalmente soberano y Él puede hacer lo que quiera de nuestras vidas.

Y yo creo que eso es lo que el Señor estaba tratando de instigar y como inculcar en la mente de los discípulos, y por extensión, en nuestra propia mentalidad. Es esa idea de que Dios tiene derecho total de nuestras vidas y que nosotros tenemos que asignarle al Señor ese lugar de total privilegio, y que esa postura es esencial para la vida del cristiano, y que es la plataforma esencial que permite que nosotros tengamos una vida fructífera, ministerios poderosos y duraderos e influyentes, y que nosotros podamos agradar al Padre cuando vivimos nuestra vida delante de Él, cuando desarrollamos nuestro servicio delante de Él, que Dios quiere ver esa postura de total humildad y de total sujeción a los derechos de Dios y a Su Señorío absoluto. Yo creo que eso está explicado y expuesto a través de todas las páginas de la Escritura.

¿Acaso le da las gracias al siervo porque hizo lo que se le ordenó? Lucas 17:9

Y en esta parábola el Señor comienza con una ilustración de un siervo, y tenemos que entender, la primera clave para entender este pasaje, y espero que lo desarrollemos más adelante, es esa palabra que el Señor usa: «siervo», que es una traducción al español de la palabra: «doulos», d-o-u-l-o-s, en el griego original en el cual fue escrito este pasaje, y la palabra doulos en realidad lo que quiere decir es: esclavo. Es la palabra que se usaba en el griego para señalar ese personaje del mundo antiguo que pertenecía a un señor, a un dueño, no tenía ningún derecho, no tenía ninguna dignidad personal.

Su vida estaba completamente sujeta a la voluntad de su dueño, no se gobernaba a sí mismo y no tenía ni siquiera el privilegio de decidir si se iba a quedar con su dueño o no, si se iba a mudar a otra parte, con quién se iba a casar, si iba a estudiar o no; ninguna de esas decisiones que son comunes para un ser humano normal eran propiedad de este tipo de personas que eran esclavos en el mundo antiguo. Esta persona pertenecía totalmente a la voluntad de su señor y no se gobernaba a sí mismo, y para hacer cualquier decisión tenía primero que consultar a su dueño.

Y entonces lo que el Señor nos invita a entender en este pasaje es que esa es nuestra condición también. Ante la soberanía y la total grandeza del Dios al cual servimos, nosotros somos meramente esclavos. Y voy después a matizar eso un poco, porque en otra manera no somos esclavos, y vamos a ver eso más adelante, y esa es la complejidad de esta parábola.

Pero, lo que el Señor quiere que nosotros entendamos siempre es que sí, a un nivel fundamental, nosotros tenemos que considerarnos tan entregados, tan sujetos a la Voluntad de Dios, que es como si fuéramos esclavos de Él, y nuestra grandeza espiritual depende específicamente de que en nuestro corazón, en nuestra mente, en nuestro subconsciente siempre haya ese reconocimiento: yo soy un siervo de Dios, yo soy un esclavo de Dios, Dios tiene total derecho sobre mi vida, Él tiene poder para hacer lo que Él quiera de mí y mi rol en la vida es agradarlo a Él, vivir para glorificarlo a Él, y mi grandeza reside en ser totalmente obediente, totalmente sujeto a Su Voluntad.

Cuando hay esa disposición en el creyente, muchas cosas entonces se hacen posibles, incluyendo la dignidad de ese creyente que, paradójicamente, depende de su disposición a ser un siervo humilde del Padre celestial.

En nuestra próxima meditación seguiremos desarrollando este pensamiento un poco más. Dios te bendiga, hasta nuestra próxima sesión y espero que continúen conmigo desarrollando esta hermosa verdad del Evangelio y de la vida cristiana. Dios los bendiga

Fuente:
predicas

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