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La Confianza del Creyente

Salmo 27:13 «Pero de una cosa estoy seguro: he de ver la bondad del Señor en esta tierra de los vivientes.» (Nueva Versión Internacional)

«Hubiera yo desmayado, si no creyese que veré la bondad de Jehová

En la tierra de los vivientes.» (RVR 1960)

Este Salmo de David ha sido una ayuda en tiempos de angustia para muchos creyentes. Aquellos que ponen su confianza en el gobierno, con el tiempo se desilusionan, ya que los gobernantes tienen límites en lo que pueden hacer, y casi siempre no cumplen lo que prometen. Pero el creyente sabe muy bien que, en tiempos de aflicción y de escasez, es en la PALABRA DE DIOS donde verdaderamente encontramos la solución a nuestros problemas. De ahí que la confianza del Creyente en el SEÑOR se compara a la inseguridad del NO CREYENTE. He ahí los dos polos opuestos. Uno está totalmente confiado, y el otro está totalmente inseguro. Trataremos los siguientes puntos:

Este es un Salmo de confianza y de oración, y como han notado, el Texto que hemos leído para comenzar, se lee un poco diferente en las dos versiones que hemos usado para compararlo.

Según la puntuación del Texto Hebreo Masorético, hay diferentes interpretaciones sobre cómo se debe leer el Texto. La Nueva Versión Internacional ha tomado la interpretación que muchos eruditos consideran ser la correcta: «Pero de una cosa estoy seguro.»i

Habiendo dicho esto, podemos notar que ambas versiones DICEN LO MISMO de una forma diferente. Hay una seguridad en el salmista que en esta tierra donde hay aflicciones, enfermedades, y guerras, él está seguro de la bondad de Dios.

La BONDAD de Dios es JUSTA, es GENEROSA, es PROTECTORA. Es en esa BONDAD que el salmista puede decir: «Pero de una cosa estoy seguro.»

LUZ Y SALVACIÓN. – (Salmo 27:1) «El Señor es mi luz y mi salvación; ¿a quién temeré? El Señor es el baluarte de mi vida; ¿quién podrá amedrentarme?»

El salmista usa el símbolo de la luz para referirse al SEÑOR, que lo guía y lo protege. Debemos recordar que JESUCRISTO dijo que nosotros, Su Iglesia, somos la luz del mundo, pero nosotros somos como la luz de la luna, que es LUZ prestada. Veamos Mateo 5:14: 

«Ustedes son la luz del mundo. Una ciudad en lo alto de una colina no puede esconderse.»

Nosotros alumbramos porque somos ALUMBRADOS por nuestro SEÑOR JESUCRISTO, quien alumbra nuestras vidas, y por eso es nuestra SALVACIÓN.

Luego hace la pregunta: «¿a quién temeré?» Todos sabemos que el ser humano por mucho que se jacte en su juventud o su posición es frágil.

Es en esta tierra de incertidumbre, donde el salmista dice: «¿a quién temeré?» El salmista no se jacta en su posición, sino que afirma con seguridad, en quien ha CONFIADO. Charles Spurgeon dice:

«¿De quién temeré? Una pregunta que lleva consigo la respuesta. A los poderes de las tinieblas no hay que temerlos, porque el Señor, nuestra Luz, los destruye; y a la condenación del infierno no tenemos por qué temerla, puesto que el Señor es nuestra salvación.»

«El Señor es el baluarte de mi vida; ¿quién podrá amedrentarme?» Un baluarte es una fortaleza, un lugar seguro. Las fortalezas antiguas estaban seguras con paredes anchas para aguantar ataques.

Así nuestro SEÑOR rodea a los SUYOS para protegerlos, y los tiene seguros.

Y no hay mejor seguridad que la de saber que somos SALVOS del pecado, protegidos en la FORTALEZA de nuestro SALVADOR. Veamos los versos 2 y 3.

«Cuando los malvados avanzan contra mí para devorar mis carnes, cuando mis enemigos y adversarios me atacan, son ellos los que tropiezan y caen. 3 Aun cuando un ejército me asedie, no temerá mi corazón; aun cuando una guerra estalle contra mí, yo mantendré la confianza.»

El salmista pensando en los peligros y calamidades de las guerras se encuentra seguro en la fortaleza del SEÑOR.

UNA PLEGARIA AL SEÑOR. (versos 4-6) «Una sola cosa le pido al Señor, y es lo único que persigo: habitar en la casa del Señor todos los días de mi vida, para contemplar la hermosura del Señor y recrearme en su templo. 5 Porque en el día de la aflicción él me resguardará en su morada; al amparo de su tabernáculo me protegerá, y me pondrá en alto, sobre una roca. 6 Me hará prevalecer frente a los enemigos que me rodean; en su templo ofreceré sacrificios de alabanza y cantaré salmos al Señor.»

La petición del salmista David es una de estar SIEMPRE en la casa del SEÑOR. El salmista quería estar en el lugar santo, el lugar donde se adoraba a Dios. Quería estar allí y ser uno de los cantores que cantaban salmos al SEÑOR.

¿Cuántas veces hacemos esa plegaria al SEÑOR? Entendemos que, en el Antiguo Pacto, Dios habitaba en el Tabernáculo y después en el Templo.

Ahora, en el Nuevo Pacto, el ESPÍRITU SANTO habita en las vidas de los que han NACIDO DE NUEVO, y así componen la Iglesia de nuestro SEÑOR JESUCRISTO.

Pero, aun así, ¿Cuántas veces sentimos el deseo de estar juntos en el templo con los hermanos adorando al SEÑOR y escuchando Su Palabra?

¿También pudiéramos preguntar cuántas veces nuestras oraciones son solamente un tiempo de pedir?

El salmista deseaba con todo su corazón poder estar en el lugar de adoración, donde el pueblo podía ir, pero no podía quedarse.

Pero el salmista deseaba estar siempre en el lugar donde el SEÑOR HABITABA.

También nosotros debemos desear asistir al Templo y junto con los hermanos, adorar al SEÑOR y escuchar Su Palabra predicada.

SEGUNDA PLEGARIA AL SEÑOR. (Versos 7-9) «Oye, Señor, mi voz cuando a ti clamo; compadécete de mí y respóndeme. 8 El corazón me dice: «¡Busca su rostro!»[a] Y yo, Señor, tu rostro busco. 9 No te escondas de mí; no rechaces, en tu enojo, a este siervo tuyo, porque tú has sido mi ayuda. No me desampares ni me abandones, Dios de mi salvación.»

En esta segunda plegaria, el salmista tiene una confianza en el SEÑOR, y por eso dice:

«Aunque mi padre y mi madre me abandonen, el Señor me recibirá en sus brazos.» (Verso 10).

Aunque el salmista le pide al SEÑOR que no lo desampare ni lo abandone, hay una SEGURIDAD en el SEÑOR de protección y cuidado; por eso dice: «Aunque mi padre y mi madre me abandonen, el Señor me recibirá en sus brazos.»

No hay nada peor para una persona que sentirse abandonado por su padre o su madre. Pero de una cosa el CREYENTE está confiado, y es que, en los BRAZOS del SEÑOR, estamos SEGUROS.

GUÍAME EN RECTITUD. (versos 11-12) «Guíame, Señor, por tu camino; dirígeme por la senda de rectitud, por causa de los que me acechan. 12 No me entregues al capricho de mis adversarios, pues contra mí se levantan falsos testigos que respiran violencia.»

El salmista sigue con su plegaria al SEÑOR, pidiendo para ser guiado en RECTITUD por causa de los que desean hacerle mal. Charles Spurgeon agrega una gran verdad:

«Si un hombre viaja por la carretera real y le roban en pleno día, puede recibir satisfacción del condado en el cual tuvo lugar el robo; pero si emprende el viaje por la noche, no hay protección durante este tiempo, hace el camino bajo su riesgo y ha de aceptar el resultado. Del mismo modo, si un hombre guarda los caminos de Dios, puede estar seguro de la protección de Dios; pero si se ha descarriado, él mismo se expone al peligro.»

Esta es una petición que TODOS debemos hacer siempre, y es pedirle a Dios que nos guíe por la senda de rectitud, no solamente porque es lo correcto delante de Dios, sino también porque los impíos tienen sus ojos puestos en nosotros.

PON TU ESPERANZA EN EL SEÑOR. (versos 13-14) «Pero de una cosa estoy seguro: he de ver la bondad del Señor en esta tierra de los vivientes. 14 Pon tu esperanza en el Señor; ten valor, cobra ánimo; ¡pon tu esperanza en el Señor!»

Ahora regresamos a nuestro Texto del comienzo de esta lección, y la confianza en la BONDAD del SEÑOR.

Ahora el salmista David anima a los demás con esa confianza y nos reta a que pongamos nuestra ESPERANZA en el SEÑOR.

A esto podríamos preguntar: ¿En quién más podemos poner nuestra confianza? ¿En el presidente? ¿En los otros políticos?

Es bien claro que el único que es DIGNO DE CONFIANZA es nuestro SEÑOR Y DIOS.

ÚLTIMA PREGUNTA. Ahora concluimos con esta pregunta, ¿tú que has escuchado esta lección, tienes la misma confianza en el SEÑOR? Solamente a través de JESUCRISTO encontramos esa paz y esa tranquilidad, aún en medio de la aflicción. «El Señor es mi luz y mi salvación; ¿a quién temeré? El Señor es el baluarte de mi vida; ¿quién podrá amedrentarme?»

Fuente:
Pastor Daniel Brito

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