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Enamorados de los panes y peces

La actitud de no merecer nada de parte de Dios, de debérselo todo al Señor, de estar totalmente sujetos al Señor es absolutamente clave en este tiempo de la historia y como de un nuevo estilo de predicación que vemos tanto en la Iglesia en este tiempo, donde a la gente se le enseña que Dios existe para agradarnos, para avanzar nuestros intereses, para darnos la mejor vida posible. Es como esta idea de que venimos a la Iglesia por los beneficios que Dios nos puede dar; venimos para que Dios nos sane, nos prospere, nos bendiga en nuestro matrimonio, para que haga algo bueno por nosotros. Nos consiga un buen esposo, una buena esposa, nos dé un buen trabajo, y por desgracia muchos Pastores se sienten como que tienen que predicar este mensaje de los panes y los peces para que la gente venga a la Iglesia, y que si les predicamos las partes más serias de la vida cristiana no van a asistir a nuestros servicios.

Cuando hablo de los panes y los peces recuerdo ese momento en que el Señor Jesucristo le dice a la multitud: «Ustedes me buscan por los panes y los peces, no porque Yo soy el Hijo de Dios.» El Señor se sentía ofendido de que la multitud lo buscaba porque Él había multiplicado los panes y los peces en una ocasión, y Su reputación se había como esparcido como un hombre que daba de comer a la gente y por eso la gente venía, no porque les interesaba el mensaje que Él tenía que dar o porque supieran que Él era el Hijo de Dios y que tenían que servirlo, y entregar sus vidas a Él, sino que era mas bien por egoísmo, no por amor a Dios mismo.

Y desgraciadamente mucha gente hoy en día viene a la Iglesia buscando provecho, para que Dios haga algo, para que Dios les dé algo en cambio al hecho de que ellos le den dinero o que vayan a la Iglesia, o que hagan esto, o lo otro. Y entonces muchas veces lo que hacemos es promover esa mentalidad superficial y egoísta, y carnal en la gente de que si Dios hace algo que no nos gustó, pues entonces nos retiramos de la Iglesia.

Si pasamos por un tiempo de prueba que Dios muchas veces quiere usar para fortalecernos o formar la imagen de Cristo en nuestras vidas enseguida echamos un pie y nos vamos de la Iglesia, o si se predica un mensaje de santidad, de servicio al Señor sin esperar nada, de generosidad hacia los demás, de una formación de carácter como el carácter de Cristo la gente muchas veces dice: ¿sabes qué? me voy a buscar una Iglesia donde se me hable de prosperidad, de bendición, de crecimiento material, de una actitud de tranquilidad y paz en mi vida donde todo me va bien, y entonces le hacemos un mal servicio a la gente al promover ese tipo de actitud.

Y el Señor siempre fue muy realista en la forma en que predicó Su mensaje, y le aclaró a la gente que no solamente debían buscar a Dios por las cosas buenas, así en el sentido superficial de la palabra, sino porque Dios muchas veces, en Su señorío y Su soberanía, quería hacer otras cosas en la vida de Sus hijos, y a veces tendrían que pasar por pruebas y sufrimientos, y eso también sería parte de la Voluntad de Dios.

La Biblia promueve exactamente una actitud contraria a esa actitud de fácil Evangelio, del Evangelio de la prosperidad sin los otros elementos de la cruz o de la formación a veces ardua del cristiano. La actitud fundamental del creyente, el punto de partida del creyente maduro es uno de que: no merecemos nada, todos hemos ofendido a Dios y somos pecadores. En realidad no merecemos ni siquiera ser salvos.

En la actitud de que Dios en Su misericordia y Su gracia incomprensible nos rescató y nos salvó, y que ahora, como consecuencia de esa salvación inmerecida, se lo debemos todo a Dios y debemos servirle con todo nuestro corazón, vivir totalmente agradecidos ante Dios dándoselo todo y sabiendo que no merecemos nada en retorno, excepto servirlo en todo lo que Él nos pida.

La actitud fundamental del creyente debe ser una de que vivimos para Dios, para servirlo, para avanzar los intereses de Su Reino. No vivimos por nosotros mismos sino que somos de Él, como ese siervo de la parábola no se pertenece a sí mismo y tiene que hacer todo lo que su señor quiera, nosotros también debemos cultivar esa actitud de total entrega y de no tener ningún derecho ante la grandeza de Dios, y que tenemos que servirlo en todo lo que Él nos pida, y que toda nuestra vida debe estar entregada a Su Voluntad. El hecho de que Dios tiene derecho de hacer con nosotros lo que Él quiera.

Tiene que haber un total quebrantamiento del orgullo, de las demandas delante de Dios, la independencia. Nuestro tiempo, nuestro dinero, nuestra familia, nuestras fuerzas, nuestros cuerpos, nuestro futuro, todo está bajo el señorío de Dios y Él tiene derecho para hacer todo lo que Él quiera de nosotros, y aún así, habiéndoselo entregado y habiendo hecho todo por el Señor, no habremos hecho lo suficiente comparado con todo lo que ya Él ha dado por nosotros, habiendo dado a Su Hijo unigénito para que nosotros seamos salvos por medio de Su muerte.

Que Dios te bendiga y que esa actitud de entrega total a Dios y Su Voluntad, de ser esclavos y siervos del Señor sea el distintivo de nuestra vida cristiana. Hasta nuestra próxima meditación.

Fuente:
Apostol Roberto Miranda

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