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Un Magnífico Tesoro

Dentro de las enseñanzas de Jesús, llama la atención las del conocido sermón del monte, del cual, Mateo hace referencia en su evangelio.

Seguramente estas instrucciones, debieron haber causado un gran revuelo en los que escuchaban, ya que era una forma distinta de entender los principios de la ley mosaica. Dentro de estos tópicos, el Señor se refirió a los afanes de la vida; Él dijo que no nos preocupemos por nuestra vida, de qué comeremos o qué beberemos, o por nuestro cuerpo, qué vestiremos.  Porque Dios que viste a la hierba del campo, que hoy es y que mañana es echada al horno, hará mucho más por nosotros.  Por tanto, no nos preocupemos, diciendo: ¿Qué comeremos? o ¿qué beberemos? o ¿con qué nos vestiremos?Porque los gentiles buscan ansiosamente todas estas cosas; que nuestro Padre celestial sabe que necesitamos y agregó: Pero buscad primero su reino y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas (Mateo 6:30-33).  Debido a esto, Jesús dijotambién: No os acumuléis tesoros en la tierra, donde la polilla y la herrumbre destruyen y donde ladrones penetran y roban; sino acumulaos, tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni la herrumbre destruyen y donde ladrones no penetran ni roban;porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón(Mateo 6:19-21). 

Hay muchas cosas que los hombres atesoramos, pero como dice el dicho, la basura de un hombre es el tesoro de otro; por lo tanto, debemos buscar aquellas cosas que verdaderamente valen la pena, como dice la escritura: Más vale el buen nombre que las muchas riquezas y el favor que la plata y el oro. El rico y el pobre tienen un lazo común: el que hizo a ambos es el Señor (Proverbios 22:1-2). 

Como podemos ver, Dios conoce la capacidad de cada uno y de acuerdo con eso, Él nos da a administrar cosas de gran importancia como nuestra vida, salud, familia y tiempo.  Esto lo ilustra perfectamente la parábola de los talentos, a uno le dieron cinco, a otro dos y al último uno, los tres tenían que multiplicar lo que su señor les había dado, pero el que recibió uno tuvo miedo y escondió en tierra lo que le habían dado, es decir en su propia humanidad; y cuando regresó el dueño, no solo le quitó lo poco que tenía y se lo dio al que produjo más, sino que lo echó fuera de su presencia a las tinieblas de afuera (Mateo 25:14-30).

 Esto nos muestra la responsabilidad que todos tenemos de ser buenos administradores de todo cuanto nuestro Padre celestial nos ha dado, sea esto mucho o poco, pues si somos fieles en lo poco, sobre lo mucho nos pondrá.  

 De esta cuenta, el apóstol Pablo dijo a Timoteo: Enséñales que hagan bien, que sean ricos en buenas obras, generosos y prontos a compartir, acumulando para sí el tesoro de un buen fundamento para el futuro, para que puedan echar mano de lo que en verdad es vida (1Timoteo 6:18-19).

 En unas pocas líneas Mateo tomó nota, de una parábola en la que Jesús resalta el valor extraordinario que tiene el reino de los cielos.  Jesús dijo: El reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en el campo que, al encontrarlo un hombre, lo vuelve a esconder y de alegría por ello, va, vende todo lo que tiene y compra aquel campo (Mateo 13:44).  

 El campo significa el mundo, en el que un hombre encuentra un gran tesoro, figura del reino de los cielos, qué emoción y felicidad produciría en aquel hombre haberse encontrado con un tesoro escondido, esto es algo que no es para todos sino para los que el Señor escogío en Él antes de la fundación del mundo, para que fuéramos santos y sin mancha delante de Él. En amor, nos predestinó para adopción como hijos para sí mediante Jesucristo, conforme al beneplácito de su voluntad (Efesios 1:4-5). 

 El que encuentra el tesoro, seguramente no lo puede extraer libremente y gozar de él pues hay un propietario del terreno que tiene más derecho que él para disfrutarlo, por lo que se ve en la necesidad de vender todas sus pertenencias para hacerse del terreno y una vez tome posesión de este, podrá disfrutar plenamente de todo lo que en derecho le pertenece.   En una oportunidad un hombre prominente preguntó a Jesús qué debía hacer para heredar la vida eterna.  Jesús le respondió: Tú sabes los mandamientos: No cometas adulterio, no mates, no hurtes, no des falso testimonio, honra a tu padre y a tu madre. Y él dijo: Todo esto lo he guardado desde mi juventud. Cuando Jesús oyó esto, le dijo: Te falta todavía una cosa; vende todo lo que tienes y reparte entre los pobres y tendrás tesoro en los cielos; y ven, sígueme. Pero al oír esto, se puso muy triste, pues era sumamente rico. Mirándolo Jesús, dijo: ¡Qué difícil es que entren en el reino de Dios los que tienen riquezas! (Lucas 18:18-24). 

  Muchos de nosotros nos sentimos afortunados con los bienes que poseemos y la clase de vida que llevamos, acomodados o amoldados a las directrices del mundo, sin importarnos las riquezas celestiales. Esto nos recuerda a la iglesia de Laodicea, a la que el Señor escribe: Porque dices: Soy rico, me he enriquecido y de nada tengo necesidad; y no sabes que eres un miserable y digno de lástima y pobre, ciego y desnudo, te aconsejo que de mí compres oro refinado por fuego para que te hagas rico y vestiduras blancas para que te vistas y no se manifieste la vergüenza de tu desnudez y colirio para ungir tus ojos para que puedas ver (Apocalipsis3:17-18). 

  Los que hemos dejado atrás todas las cosas por seguir al Señor, somos afortunados, pues nuestra vida no depende de los bienes temporales sino de toda bendición que procede de Dios; Pedro dijo a Jesús: He aquí, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido. Entonces Él les dijo: En verdad os digo: no hay nadie que haya dejado casa, o mujer, o hermanos, o padres o hijos por la causa del reino de Dios, que no reciba muchas veces más en este tiempo y en el siglo venidero, la vida eterna (Lucas 18:28-30).  En esta oportunidad quiero terminar con la petición de Pablo: Mi oración es que los ojos de vuestro corazón sean iluminados, para que sepáis cuál es la esperanza de su llamamiento, cuáles son las riquezas de la gloria de su herencia en los santos (Efesios 1:18).  

Como podemos ver, donde está nuestro corazón está nuestro tesoro, Dios nos ha dado un tesoro en esta tierra, es cierto, nos ha dado nuestra vida, nuestra familia y todas aquellas cosas que consideramos sumamente valiosas, pero que palidecen ante aquellas que son eternas, como dice la Palabra: al no poner nuestra vista en las cosas que se ven, sino en las que no se ven; porque las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas (2 Corintios 4:18).  

 De esta misma manera, el apóstol Pablo expresa a los colosenses que, si han resucitado con Cristo, busquen las cosas de arriba donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. (Colosenses 3:1-4).  

 Por lo tanto, no nos hagamos tesoros en esta tierra, sino que luchemos para hacerlos en los cielos por que ahí no hay ladrones que roban, ni el oxido que corroe, mas bien, aquello que sembremos en los cielos producirá fruto hasta la eternidad.

Fuente:
Profeta Pedro Legrand Ministerios Luz de las Naciones, Guatemala

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