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Trabajando en unidad

«Que vivan con toda humildad y mansedumbre, con paciencia, soportándose unos a otros en amor, esforzándose por preservar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz» (Efesios 4:2-3 NBLH).

En la Antigua Grecia había una notable rivalidad entre la ciudad de Esparta y la ciudad de Atenas. Esparta era una ciudad que era conocida por su temible milicia. Estos se entrenaban para la batalla desde muy temprana edad. En contraste, los de la ciudad de Atenas eran amantes de la cultura, las ciencias, la filosofía y el arte. Filósofos como Aristóteles, Platón y Sócrates eran personajes conocidos entre sus rangos. No obstante, en dos ocasiones estas dos ciudades (las cuales competían por el liderazgo del antiguo mundo Griego) desecharon temporalmente sus rivalidades para vencer a Persia, su enemigo en común, el cual buscaba como invadirlos.

De la misma manera en la Iglesia de Cristo debemos esforzarnos por mantenernos unánimes, en común acuerdo (Efesios 4:3). Siendo que Cristo es nuestra cabeza, debemos sujetarnos a su Palabra y Señorío (Juan 17:17, 21; 1 Timoteo 6:3-4). Debemos buscar unidad en la diversidad (1 Corintios 12:20, 21). Recordamos que tenemos una tarea en común, el cumplimiento de la Gran comisión (Mateo 28:18-19); un objetivo en común, la cosecha prometida (Lucas 10:2; Juan 4:35) y un enemigo en común (Mateo 13:25; Hechos 26:18; 1 Pedro 5:8).

Adam Greenway, ha recordado a la SBC que «va a tomar a todos, trabajando juntos en unidad para que la tarea de la Gran comisión sea lograda.» El nos dice que esa fue exactamente «la razón por la cual nos juntamos como una convención de iglesias en 1845.» Esto es evidentemente expresado en la carta de incorporación de la Convención Bautista del Sur, donde leemos que el propósito de la misma era «Obtener, combinar y dirigir energías de la denominación para la propagación del evangelio.» Este es un objetivo común que nunca debemos olvidar. Es la razón primordial de nuestra existencia.

De modo que es de suma importancia, el desechar las diferencias y las rivalidades, decidiendo vivir en armonía, con una misma mente y con un mismo sentir en el Señor (Filipenses 2:2; 4:2). Con una misma meta, la propagación del evangelio de nuestro Señor.

El apóstol Pablo expresó, «Les ruego, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que todos se pongan de acuerdo (que hablen lo mismo), y que no haya divisiones entre ustedes, sino que estén enteramente unidos en un mismo sentir (de una misma mente) y en un mismo parecer» (1 Corintios 1:10).

El apóstol Pedro nos recuerda, «En conclusión, sean todos de un mismo sentir (tengan todos armonía), compasivos, fraternales, misericordiosos, y de espíritu humilde» (1 Pedro 3:8).

Consecuentemente, esta verdad es ilustrada por el adverbio Griego «homothumadon», el cual tiene la connotación de ser «unánimes en propósito.» Este ocurre en el Nuevo Testamento Griego aproximadamente unas 11 veces.

Podemos percibir algunos ejemplos de esta unidad de propósito, cuando se nos dice que los discípulos estaban continuamente orando de común acuerdo, «Todos éstos estaban unánimes, entregados de continuo a la oración» (Hechos 1:14). «Al oír ellos esto, unánimes alzaron la voz a Dios y dijeron: «Oh, Señor, Tú eres el que hiciste el cielo y la tierra, el mar y todo lo que en ellos hay» (Hechos 4:24).

Seguido, se nos dice que continuamente se asociaban y persistían en su testimonio y comunión de fe, «Día tras día continuaban unánimes en el templo y partiendo el pan en los hogares, comían juntos con alegría y sencillez de corazón» (Hechos 2:46).

También se nos dice que ellos participaban juntos en el envío de misioneros, «Nos pareció bien, habiendo llegado a un común acuerdo, escoger algunos hombres para enviarlos a ustedes con nuestros amados Bernabé y Pablo» (Hechos 15:25).

Y todo esto lo hacían, enfocándose en la Gloria de Dios como meta principal, «Para que unánimes, a una voz, glorifiquen al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo [el Mesías]» (Romanos 15:6).

Que el Señor en su gracia, nos permita desechar las diferencias y procurar juntos la misma meta, la propagación del evangelio de nuestro Señor Jesucristo.

Fuente:
Pastor Peter Citelli

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