Editorial

Que no se agote el aceite de la unción, hasta que sea anunciado el regreso del esposo

Cuando se produzca el arrebatamiento de la Iglesia, habrá en los cielos una gran fiesta como nunca ser humano haya visto, y esa será las Bodas del Cordero, que desde que Cristo resucitó se están realizando los preparativos.

Jesús, antes de morir, resucitar y subir a los cielos, le dijo a sus discípulos: “No se  turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. “En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, os lo hubiera dicho, voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me voy y os preparo lugar, vendré otra vez y os tomaré a mí mismo, para que donde yo esté, vosotros también estéis”, Juan 14:1-3.

“El ángel me dijo: “Escribe: Bienaventurados los que son llamados a la cena de las bodas del Cordero”. Y me dijo: “Estas son palabras verdaderas de Dios”, Apocalipsis 19:9.

Vemos en el salmo 45, un retrato cultural en las costumbres de los Reyes de Israel en tiempos del Antiguo Testamento. Esta figura recrea una perfecta relación de Jesucristo preparando las Bodas del Cordero con su Iglesia, Que es la novia del Rey de Reyes y Señor de Señores.

El oficio de La Boda, representa una serie de preparativos que alaban la purificación del amor de tal manera  que brilla como el oro fino y sus perfumes son los más ricos olores.

Se describe que el vestido de la novia es de lino fino que significa las obras santas y justas de la Iglesia. En este tratado nuestro Señor Jesucristo, dentro de la pasión de los preparativos de las bodas del Cordero en este mismo instante del tiempo que hoy vivimos, nos está preparando para el tiempo final en que traslada de la tierra al cielo a su amada novia como el rapto de la Iglesia como las Bodas del Cordero.

Las señales de hoy nos indican la proximidad de su advenimiento, se escuchan, se ven, se palpan como sonido de trompeta proclamando su pronto venida de que Cristo viene ya!!!

Amada Iglesia de Jesucristo, novia inmaculada, ha llegado la invitación desde el cielo a que como vírgenes prudentes atesoremos nuestro templo con el aceite de la unción del Espíritu Santo, con que podemos apagar los dardos del maligno, con que podamos usar bien la espada para vencer el enemigo de la justicia, con los que podamos usar los dones y talentos de nuestros ministerios para dar cumplimiento en obediencia al llamado de su buena voluntad. I

Iglesia apercíbete, levántate, no te duerma, no le descuide, acudamos al pronto llamamiento en oración, ayuno, en santificación, apartándonos del modelo del mundo y siguiendo al blanco soberano Jesucristo en toda pasión de pensamiento de palabras dichas o habladas, de hechos, con una conciencia limpia y justa ante el trono de la gracia de nuestro Señor Jesucristo.

Avivemos el don de Dios en nosotros para entrar con acción de gracia, con espíritu del amor de Dios, de fe en su poder, la esperanza en el regocijo de la paz, con la alabanza de alegría y el gozo de la salvación, dándole gracias a Dios por esta mitad de año en los propósitos de nuestro amado Señor Jesucristo.

La Iglesia de Jesucristo, debe corresponder a este gran amor y debe ataviarse como una novia que espera por su marido. Ella debe encontrar su deleite y entrar en una plena intimidad para que el aceite de la unción permanezca y no se agote hasta que sea anunciado el regreso del esposo.

Ese debe ser nuestro papel en estos últimos meses del año, abonar diligentemente ese jardín del amor que Dios nos regala constantemente y florezca todo lo que Dios nos ha revelado para que podamos encontrar y seguir el camino que conduce a la vida eterna y nos brinde en su palabra todas las herramientas necesarias para que su obra podamos realizarla a plenitud.

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