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La convocatoria nacional de oración por la República Dominicana

“La oración es una ilusión supersticiosa, por lo que no se logra nada con ella” Es la entrada de una frase del filósofo Emanuel Kant que aparece en la contratapa del libro “Orar es luchar con Dios”, de Donald Bloesch (2004). Sin embargo, la Escritura deja claro que Dios ha elegido realizar sus propósitos a través de la oración en cooperación con sus hijos. Lo mejor que se la ha podido ocurrir al liderazgo de la comunidad evangélica en la Republica Dominicana es convocar en este tiempo a todas sus iglesias a orar. Nuestro país necesita la oración. Esta es una atinada y oportuna decisión a favor de una sociedad enferma que padece de graves traumas colectivos y que está sumida en la frustración y la desesperanza. Es como si todos sus males históricos se hubiesen acumulados para multiplicarse de forma invasiva y así provocar de manera irremediable nuestra destrucción. Las fuerzas del mal se ciernen sobre el conjunto social y todo parece haberse perdido irremediablemente. Nuestra sociedad se ha corrompido en todas sus instancias. Los valores parecen haberse esfumado y abunda un deplorable decaimiento moral que empuja a la nación hacia el descreimiento y el pesimismo. Para las grandes mayorías todas las puertas están cerradas y el único escape es el individualismo y la violencia sin miramientos. La rabia callejera, la indignación colectiva, el desorden y el arrebato parecen ser reacciones aceptadas a las cuales nos estamos acostumbrando, al extremo que las tragedias que se producen día a día son parte, sin mayor perplejidad, de nuestro consumo cotidiano. Es en esta precisa situación que la iglesia de la República Dominicana se concerta con Dios y consigo misma para intervenir a través de la oración con la finalidad de despertar la esperanza y de encaminar esta sociedad por rumbos más luminosos y prometedores. Para quien desconoce el poder de la oración puede tratarse de un repliegue piadoso, de un escape ante el compromiso que demanda la dura realidad que como nación estamos enfrentando. No solo es para quien no conoce el poder de la oración, sino también para muchos cristianos, orar por los problemas públicos y colectivos es desentenderse de la realidad y dejar simplemente que Dios con su virtud milagrosa se encargue de los mismos. Para éstos la oración es una salida escapista y hasta cierto punto irresponsable. Sin embargo, no es así. Para el escritor y teólogo René Padilla (2006) es urgente la necesidad de vincular la oración con la misión, ya que el cumplimiento de la misión cristiana requiere de forma imprescindible de la oración. Sostiene, que más que rito o doctrina, “el cristianismo es vida en Cristo: vida que asume los problemas y las necesidades del mundo y los presenta a Dios en oración para que Él, por su gracia, actúe con su poder transformador; vida que expresa la misión de Dios para la sanidad de las naciones”. Resalta Padilla que la misión cristiana es primordialmente la misión de Dios. “Nace en el corazón de Dios, actúa en la historia por el poder del Espíritu Santo, y está orientada a la exaltación de Jesucristo como Señor del universo y de cada área de la vida humana, para la gloria de Dios”. Padilla habla no sólo de la oración privada o personal, la que se relaciona con problemas y necesidades de la vida individual, sino de la que él llama   la oración política, la que está relacionada con la vida pública, con la vida colectiva que se ocupa de las relaciones humanas y de la salud y el progreso de las naciones. Deplora que regularmente nuestras oraciones apuntan a lo inmediato, lo concreto, lo cotidiano. La oración genuina es la que nos compromete con lo que Dios está haciendo en el mundo para cumplir su propósito. Es oración política y escatológica. La oración para Padilla no es contraria a la acción. No es un acto religioso que le sirve al orante para huir de la realidad como una manera de desentenderse de los problemas concretos, especialmente los políticos y sociales. Sostiene que con demasiada frecuencia reducimos la oración a un rito que da a nuestro activismo un colorido religioso, y define la oración genuina como una manera de encarar la realidad, de asumirla tal cual es para encomendarla a la acción transformadora de Dios, por lo que entiende que la oración es más importante que la acción. Esta convocatoria nacional de oración que se está llevando a cabo en todas nuestras provincias y que tendrá como cumbre la celebración de una vigilia nacional de oración el viernes 12 de octubre en el Palacio de los Deportes de Santo Domingo, debe ponernos en la perspectiva de una transformación de nuestro pueblo. Para esto la iglesia deberá emerger como comunidad sanadora, como una comunidad de compasión y servicio a disposición de los necesitados. La iglesia tiene que orar y reflexionar para ponerse en perspectiva de una transformación que la ponga al servicio de la nación. La iglesia tiene que pasar a ser un agente propositivo que genere transformación y esperanza. Para esta convocatoria nacional de oración la iglesia debe reflexionar sobre los recursos que tiene para promover cambios verdaderos en todas las instancias sociales. Para ser concretos, nos referimos a profesionales de la salud y de la conducta, a profesores, a personas influyentes, a recursos económicos y materiales, a su estructura eclesial y pastoral; en fin, a todos los recursos que Dios ha puesto en sus manos para servir. Por eso la oración debe guiar la acción. Este tiempo debe ser un tiempo de preparación, no de emocionalismos y expectativas áreas sino de cambios verdaderos desde la iglesia y hacia la sociedad. Debemos saber por qué oramos y qué cosas debemos hacer para que estas oraciones sean hechas efectivas en medio nuestro. Por eso la convocatoria debe tener una agenda clara y concreta de oración que marque los desafíos que tenemos como iglesia y como sociedad para darle seguimiento y hacer sostenible nuestra incidencia e impacto. Esta sociedad necesita de nuestras oraciones, oraciones que nos acerquen a los problemas que la abaten, que nos involucre a nosotros en soluciones tangibles y que en el poder del Espíritu Santo promovamos los valores de la vida y la paz. De esta convocatoria de oración deberá salir una iglesia más fortalecida, más unida, más aguerrida y reflexiva, más espiritual, mas comprometida y con mayor capacidad para darle respuestas a los problemas sociales que nos asedian. Todo esto en amor y en el poder del Espíritu Santo. Bloesch, D. G. (2004). Orar es luchar con Dios. Buenos aires: Ediciones Kairos. Padilla, R. (2006). Que es la mision integral. Buenos Aires: Ediciones Kairos.
Fuente:
Tomás Gómez Bueno

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