Jesús Liranzo no solo combina su electricidad de su bola rápida de más de 98 millas por hora con su mortífero slider. También su amor a la palabra de Dios y su fe lo han mantenido de pie para recorrer un arduo camino en el deporte de las bolas y los strikes.
En su primera presentación en el torneo invernal dominicano, Liranzo con los Gigantes del Cibao ha enseñado de qué es capaz de hacer con su brazo bendecido por Dios, apto para lanzar a gran velocidad pero que no ha estado excepto de pruebas.
“He ganado muchas batallas que me han hecho más fuerte. Hace dos años no estaba sano, y gracias a Dios, ahora lo estoy. Estoy disfrutando esta temporada de invierno. Esto ha sido una bendición, jugar en Lidom”, expresó Liranzo a Lidom.com
“Tiene un gran brazo, con una proporción de ponches altos y una tasa baja de transferencias. Sigue trabajando su control, sin lugar a dudas, es un joven talentoso con grandes proyecciones”, indicó José Serra, ex gerente de las Estrellas Orientales, y quien ahora es parte del equipo de operaciones del conjunto de San Francisco de Macorís.
Liranzo, de 6’3 de estatura y 23 años de edad, no solo ha aprovechado su oportunidad de jugar por primera vez, en su país sino que también ha aprendido y perfilado su juego con el veterano lanzador Ramón Ramírez.
“Vine a trabajar ciertos puntos de mi juego. Pero, me encontré de la mano de este jugador veterano que me ha ayudado, dándome algunos consejos, que he puesto en práctica. Sería excepcional para mí, seguir los pasos de Ramón, un relevista que en un momento de su carrera fue cerrador en Grandes Ligas y es el rol que está cumpliendo con los Gigantes”, agregó el serpentinero, que en la pasada estación con los Piratas de Pittsburgh, entre Doble A y Triple A finalizó con efectividad de 3.95, 65 ponches, 34 boletos en 57 entradas.
En los planes de Jesús, cuando se enamoró del béisbol a los cuatro años y lo tomó en serio a los 12, nunca pasó por su cabeza que se convertiría en lanzador. Menos, que tendría que pasar por un camino plagado de desafíos, que incluyó dos operaciones en el codo derecho, la pérdida de su padre a temprana edad y decepciones en su llegada a los Estados Unidos.
“Cuando uno se esfuerza y lucha por lo que uno quiere, puede tener grandes beneficios. Pude ser un buen jardinero pero era flaco y no tenía fuerza. A los 15 años, atravesé por una cirugía en la que me insertaron dos tornillos, luego hago la transición a lanzador, me firman los Bravos de Atlanta con 17 años y un mes, pero me dejan libre a los ocho meses”, indicó Liranzo, quien recibió un bono de 75,000 dólares en 2012 por los Bravos.
En vez de bajar la cabeza y desistir, Jesús con 18 años regresa a su antigua academia, se afianza en Dios, quien lo ha levantado de momentos oscuros y se mantiene entrenando para volver a tocar la puerta de otra organización.
“Entendí, que Dios y yo siempre vamos a ser mayoría. Lo que un hombre propone en su corazón, lo puede lograr. Así que no deje de trabajar. No me paré, volví a la academia y el señor Nelson Norman habló con Melky Torres, me hizo llegar a Baltimore, Felipe Alou Jr y Calvin Maduro, me vieron y me firmaron, de nuevo”, sostuvo Jesús, quien durante esta justa invernal tiene foja de 3-2, efectividad de 3.21, ha ponchado a 14 y ha otorgado cuatro transferencias en 14 episodios.
Los Orioles firmaron a Liranzo en julio de 2013, casi un mes después de que los Bravos lo liberaron. A pesar de mostrar un brazo con fuerte velocidad, determinaron rápidamente que necesitaba una cirugía de codo, la misma que le hicieron al relevista Pedro Strop, y de esa manera, se perdió todo el 2014.
“Llega un momento que te preguntas si todo el esfuerzo valió la pena, tú llegas a cuestionar a Dios. ¿Por qué a mí? Sin embargo, aprendí en ese momento que los procesos nos harán más fuertes, y una vida sin procesos es una vida que no existe. Tenemos que pasar por el proceso, cuando somos procesados, las lecciones en la vida nos hacen mejor ser humano, indicó el nativo de La Romana.
Después de la rehabilitación, Liranzo pasó la temporada 2015 con los Orioles en la liga de verano, registrando una efectividad de 2.35 en 38.1 entradas, ponchando a 46 mientras caminaba 15 y manteniendo a los oponentes a un promedio de .200.
“He pasado muchísimos momentos difíciles, soy de una familia cristiana. Ese encuentro que tienes con Jesucristo en tu vida, eso marcará una diferencia. Dios me sostuvo en el momento más duro cuando perdí a mi padre a causa de una bacteria en el estómago, así que tuve que convertirme en el hombre de la casa y apoyar a mi madre, que es enfermera de profesión y a mis dos hermanas”, dijo Jesús, quien perdió a su progenitor cuando tenía 12 años.
Aquel niño que se volaba el muro del estadio para ver los partidos de la antigua liga de verano de los Vigilantes de Texas, en La Romana, y que soñaba con ser jugador, hoy transita por el béisbol invernal dominicano puliendo su talento para recibir la próxima llamada a las Grandes Ligas manteniendo siempre que no se arrodilla ante los hombres, pero si ante Dios.
“Me llevo la competitividad, la euforia de lanzar en mi país, me llevo el orgullo de llevar la franela de los Gigantes del Cibao y el sabor de lo que se siente una cueva de una liga de invierno, que nunca había vivido esta experiencia. Me llevo muchas experiencias bonitas”, agregó. Fuente: Lidom