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El riesgo del sacrificio

Nos acercamos a la Semana Santa.  Para nosotros, en nuestra iglesia, es un tiempo muy especial.  En ese día, reconocemos que nuestro Señor Jesucristo vino a morir por nosotros para redimirnos de nuestros pecados, dándonos acceso a la vida eterna delante de Él.  Eres libre de todo pecado y puedes aspirar también a una vida natural llena de bendiciones; no libre de problemas, pero vas a tener victorias en medio de las crisis y dificultades.

Hay un principio detrás de ese gran milagro de la encarnación, la muerte y la resurrección de nuestro Señor Jesucristo, y es lo que la Biblia llama el principio de la preciosa semilla.  Ese fin de semana, en nuestra iglesia, todos vamos al altar y nos presentamos con nuestra mejor ofrenda de todo el año.  Damos a Dios lo mejor de nosotros, una ofrenda radical, diferente.  Nos aseguramos que sea lo más valioso que tenemos en nuestras manos en este momento.  Nos presentamos a Dios, y le creemos por el mismo milagro de resurrección, aplicado a nuestra semilla.

Jesús se conoce como la preciosa semilla.  Él es lo más preciado que nuestro Padre celestial tenía para darnos.  Él fue sembrado, fue puesto como semilla, para que tú puedieras tener la esperanza de la resurrección.  Esa semilla, al tercer día, resucitó, y lo grande es que todavía hoy sigue dando frutos.

Los que sembraron con lágrimas, con regocijo segarán. Irá andando y llorando el que lleva la preciosa semilla; Mas volverá a venir con regocijo, trayendo sus gavillas.”  Salmos 126:5-6

Aquí vemos la promesa que se nos da, cuando llevamos la preciosa semilla.  Vas llorando porque, cuando tú llevas lo preciado en tus manos, a veces, es lo último que tienes; hay dolor en tu corazón.  Nuestro Señor Jesucristo experimentó ese dolor en un momento dado.  En el monte Getsemaní, a punto de ser entregado, experimentó el dolor, la angustia de lo que estaba a punto de vivir.  Como a todos nos pasa, él tuvo la oportunidad de renunciar.  Aquel momento fue uno tan difícil, que derramó gotas de sangre; porque, cuando tú vas a dar lo mejor, no es un tiempo de alegría.  El momento de sacrificio es un momento de dolor, de angustia, de crisis, donde tu mente comienza a cuestionar por qué lo estás haciendo, cómo lo estás haciendo, si será correcto.  ¿Qué hubiera pasado si nuestro Señor Jesucristo se hubiera arrepentido?  Hoy no podríamos tener la salvación y la vida eterna.  Tenemos acceso porque él decidió continuar.

Impulsa hoy tu fe.  Siembra tu preciosa semilla.  Mientras llevas la preciosa semilla, la esperanza es que vas a regresar con alegría, con gozo, trayendo los resultados de tu semilla sembrada.  Declaramos, en el nombre que es sobre todo nombre, que tu semilla se va a multiplicar.  Que al igual que la semilla de nuestro Señor Jesucristo, tu semilla seguirá rindiendo fruto.  Ese es el poder de la preciosa semilla.

Nuestro Señor Jesucristo estaba en un momento de crisis, de cuestionamiento.  ¿Cómo tú sabes si vas a dar una ofrenda poderosa?  Cuando comienzas a dudar: ¿Me habrá hablado el Señor?  ¿Serán mis emociones?  ¿Habrá otra forma de hacerlo?  Eso fue lo que le pasó a nuestro Señor Jesucristo.  Comenzó a vacilar en su fe.  Dijo: Si es posible, pasa de mí esta copa.  Cuando vio, de parte del Padre, que no había otra forma, estuvo resuelto a ir.  Y fue botando gotas de sangre de su frente, pero con la esperanza de una cosecha gloriosa.

Si tú no estás esperando algo glorioso en tu vida financiera, si tú no esperas un futuro glorioso, ¿para qué sacrificar?  No hay razón.  Cuando tú siembras, cuando ofrendas, tienes que tener expectativa de que algo va a ocurrir.  No siembres, si no tienes expectativa de algo grande que va a ocurrir; si no hay un sueño, una meta.  Esto no es una contribución o un donativo, sino una semilla que tú vas a sembrar.  Hazlo con la expectativa de que algo va a pasar.  Tienes que ir como el que va llevando la preciosa semilla; diciendo: Voy a regresar contando las grandezas del poder de Dios porque veré la cosecha en mis manos.

¿Qué estás esperando?  ¿Qué deseas?  Cuando el Señor Jesús fue crucificado, y fue llevado a la cruz del Calvario, él esperaba tu salvación; tenía una expectativa.  Creía que un día tú le ibas a entregar tu vida, que ibas a reconocer su sacrificio por ti en la cruz del Calvario.  Fue un riesgo entregarse en aquel lugar.  Imagínate que nadie le reconociera; que los discípulos lo abandonaran allí y no hubiesen continuado predicando el Evangelio.  Eso es lo grande de todo esto; ese riesgo.  Imagina que los discípulos no hubieran esperado en el aposento alto hasta que el Espíritu Santo descendiera.  Hubo discípulos que, en ciertos momentos, negaron su fe.  Así que era posible que los discípulos no continuaran.  Seguramente, Dios hubiera buscado la manera de traernos el mensaje, pero imagina el riesgo.  Aquello era un riesgo para nuestro Señor Jesucristo, pero confió tanto en la promesa de su Padre celestial, que estuvo dispuesto a hacer todo lo que se le pidió, aunque en un momento dado botó sangre de su frente.

No hay sacrificio que tú hagas por Dios, que Él no retorne con bendición, con multiplicación, con aumento y con incremento.  Te retamos en este instante a hacer algo que nunca antes hayas hecho.  Reta tu fe.  Quizás, ya tú has experimentado el poder de una semilla.  El problema es que Dios te ha traído aumento, y como el número es más alto, ahora hay conflicto en tu mente.  En aquel momento, diste un verdadero sacrificio y era todo lo que tenías; ahora, te va a sobrar un poco más, pero el sacrificio es el mismo.  Y la pregunta es: Si Dios fue capaz de tomar aquella pequeña porción, y te trajo hasta donde estás hoy, ¿no podrá Dios hacer diez veces más contigo, con el reto que te lanza hoy?  Sabemos que sí.

Nos unimos a ti en oración, creyendo que Dios va a multiplicar tu semilla.  Los milagros más grandes, tú los vas a ver en tu casa cuando te atrevas a sembrar lo preciado.  Créele a Dios por lo sobrenatural en tu vida y la de los tuyos.  Dios va a multiplicar tu preciosa semilla.

Fuente:
Pastor Otoniel Font

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