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Decisión Radical. Desentrañando los Principios de Fe en las Historias de Ana y la Viuda

No tenga a su sierva por mujer indigna. Hasta ahora he estado orando a causa de mi gran congoja y aflicción. 1 Samuel 1:16

Así, puesto que eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca. Apocalipsis 3:16

El pasaje de la viuda y ElíseoLAS nos enseña cómo usar principios de fe para contrarrestar las dificultades de la vida. Una de las enseñanzas que podemos extraer es la importancia de clamar a Dios con pasión y determinación, como lo hizo Ana, quien lloró amargamente ante el Señor pidiéndole un hijo. Dios respondió y le dio no solo un hijo, sino el gran profeta Samuel. Dios ama a la gente decidida y clara que clama a Él con una gran necesidad. Debemos ser personas decididas que no acepten un no como respuesta, sino que se aferran a Dios para obtener bendición.

Estamos hablando acerca del encuentro entre Eliseo y esta viuda que se acerca al profeta y le presenta el caso de su esposo que ha muerto, un siervo de Dios. Hay acreedores que vienen a tomar a sus hijos para pagar la deuda que este hombre dejó, y el profeta Eliseo la manda a buscar vasijas en el vecindario.

Ella solamente tiene un poco de aceite y una vasija, y cuando esta mujer trae las vasijas habiendo mandado a sus hijos a buscarlas en diferentes partes del vecindario, él le dice que comience a echar aceite en las vasijas, y el milagro maravilloso se da, el aceite se multiplica milagrosamente, llena todas las vasijas que esta mujer tiene disponibles, y entonces el profeta le dice: ahora con estas vasijas vé, vende el aceite y vivan tú y tus hijos, y pagale a los acreedores.

Dios tiene un propósito por el cual registra este mensaje en Su Escritura y es: darnos ciertas lecciones de vida y de fe, enseñarnos cómo hacer guerra, cómo contrarrestar las tragedias y las pruebas, y las dificultades de la vida, cómo usar principios de fe que esta mujer usa en este pasaje. Y nosotros al estudiar estos pasajes se supone que extraigamos las enseñanzas y las apliquemos a nuestra propia vida. Yo señalé una de esas enseñanzas en el último mensaje donde vimos que esta mujer clamó, y ese es un principio tan importante que es bueno insistir en él un poco más.

Les mencioné el caso del Rey Ezequías que cuando Dios le dice: Prepárate porque vas a morir Ezequías lloró amargamente, se queja delante de Dios y le pide una extensión de vida, y Dios es conmovido por el clamor de este rey justo y hace devolverse a su profeta, y le añade 15 años de vida dándole una prueba firme como hizo con Gedeón de que Él tenía toda la intención de ayudarlo en su necesidad.

Y se me ocurrió después del primer texto, del primer mensaje, otro caso de alguien que también clamó así en una forma amarga, insistente y Dios honró su clamor, y fue Ana. En el Antiguo Testamento sabemos que Ana era estéril, no podía tener hijos, y tenía un deseo terrible de ser madre. Y Ana se presentó en el templo, y dice la Biblia que lloró amargamente, derramó su alma delante de Dios pidiéndole un hijo al Señor. Ana quería tanto tener hijos que sentía que se moría si no podía tener un hijo, a pesar que tenía un esposo que la amaba y todo lo demás pero quería ser madre.

¿Cuántos de nosotros muchas veces queremos hacer algo grande por Dios, queremos hacer una diferencia en el mundo? sentimos que Dios nos ha premiado con un mensaje, un llamado, un deseo de servirlo, de ser madres o padres espirituales y nos encontramos sin las herramientas ni los recursos para que así sea. La Biblia dice bien claramente que tenemos que venir ante el Trono de la Gracia, tenemos que clamar ante el Señor, tenemos que ayunar y orar, llorar, y protestar respetuosamente delante del Señor y pedirle al Señor que nos fecunde y que nos permita dar vida.

Ese deseo de servir al Señor tiene que ser algo más que simplemente un deseo vago y tibio, tiene que ser algo que consuma nuestra vida, tiene que ser algo que nos haga imposible la paz. Cuando nosotros clamamos a Dios de esa manera y presentamos nuestra causa ante el Señor, sobre todo cuando se trata de dar vida para Él, de servirlo, de hacer cosas buenas a favor del Reino del Señor Dios va a contestar en una manera u otra.

Sabemos la historia de que Ana llegó al templo y estaba tan deseosa de tener hijos, y tan amargada por su infertilidad que el sumo sacerdote Elí, un hombre que había perdido la visión espiritual y que ya era simplemente un funcionario religioso, carecía de discernimiento espiritual, la vió ahí en las penumbras del santuario y pensó que estaba borracha. Era tan terrible su amargura y su llanto que se acercó a ella y le dijo: «Mujer, digiere tu vino, no entre al templo borracha.» Y ella muy humildemente le respondió: señor, no es que estoy borracha, es que me siento destruida por el hecho de que no puedo tener hijos y le he pedido al Señor que me fecunde.

Elí por lo menos todavía tenía todavía un poquito de discernimiento y de pasión espiritual y entendió la pasión espiritual de esta mujer, y le dijo: «Bueno, hágase conforme a tu fe» y la dejó irse, y en ese momento Ana recibió de parte de Dios la capacidad para concebir y para tener hijos. Y no solamente tuvo un hijo sino que no era cualquier hijo, el gran profeta Samuel, hombre de Dios.

Y no solamente tuvo a Samuel sino que después tuvo otros hijos también porque Dios abrió su matriz. Cuando Dios responde responde en grande y bendice extraordinariamente, la multiplicación entonces da panes y peces para multitudes, y quedan y sobran cantidad de sobra para darle a otros también porque así es que Dios obra, esta mujer fue fecundada mucho más allá de lo que ella esperaba.

Y qué interesante es que Ana, de paso, donó su hijo a la causa del Señor y lo consagró para el servicio a Jehová, y Samuel fue tomado como aprendiz de profeta, de sacerdote y Dios lo escogió, le habló y de ahí salió uno de los ministerios más poderosos que ha conocido la historia de la humanidad, el gran profeta Samuel, porque Dios es así. Con las almas generosas y apasionadas Dios hace cualquier cosa. Tenemos que clamar al Señor.

El mundo está lleno de gente tibia, a Dios le da náuseas la gente tibia. Tenemos ahí la historia de Laodicea, la iglesia, una de las iglesias del Apocalipsis que Dios les dice: «Por cuanto no eres ni fría ni caliente te vomitaré de mi boca. Ojalá fuese fría o caliente.» Dios ama a la gente decidida. Dios ama a la gente que dice como dijo Ester: «Si perezco que perezca» y toman su clave de allí y se lanzan a arrancar del Reino la petición que tienen.

Por eso es que la Biblia dice también que el Reino procede con fuerza, con violencia y los violentos, los valientes lo arrebatan. Es que Dios ama a la gente decidida, Dios ama a la gente clara que clama a Él como esta mujer viuda clamó a Eliseo porque tenía una gran necesidad. Me detengo aquí porque es importante que recordemos esto: Dios se conmueve con la gente decidida y la Biblia está llena de gente decidida que claman a Dios o se meten entre la multitud y le arrancan al Señor bendición como hizo también la mujer con el flujo de sangre.

Yo quiero ser una de esas personas decididas que no acepte no como una respuesta, sino que se agarre de las faldas de Dios y como Jacob le dijo al ángel: no te dejaré hasta que tú me bendigas. Ojalá que esa sea tu actitud en este día. Pídele al Señor que te haga un guerrero esforzado y valiente, y Dios ha de honrar tus peticiones. Seguiremos con nuestro estudio en nuestra próxima meditación.

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