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Cómo Pedro

¿Cuántas veces hemos hecho lo que prometimos no hacer?, ¿Cuántas veces las presiones de la vida nos han hecho perder la confianza en que Dios hará algo?, ¿Cuántas veces hemos negado nuestras convicciones con palabras o hechos porque nos hemos sentidos amenazados?

La historia de Pedro es muy similar a la que muchos de nosotros vivimos en algún momento de nuestra vida cristiana. Por algún tiempo hemos andado con el Señor, hemos visto sus obras, hemos sido testigos de su poder y nosotros mismos somos testimonio de su misericordia y capacidad de cambiar la vida del ser humano, pero por alguna razón en los momentos más difíciles de la vida, a veces cedemos a la presión y terminamos negando a Dios ya sea con hechos, frases o pensamientos.

Jesús estaba reunido con todos sus discípulos, aquellos hombres que Él mismo había escogido, llamado y enseñado durante unos cuantos años, esos hombres habían sido testigos de un poder que no podía ser humano, que solo podía provenir de lo sobrenatural, esos hombres habían visto sanidades y milagros, habían escuchado palabras y reflexiones del mismo Cristo, a ellos nadie podía tratar de engañarlos sobre que Jesús no era el hijo de Dios, porque ellos mismos habían visto y presenciado que lo era.

Y es que a veces a pesar de que hemos sido testigos de su poder, tendemos a dejarnos vencer, cuando el panorama se pone totalmente en contra de nosotros.

Jesús luego de la última cena tuvo una conversación con sus amados amigos:

“Después cantaron un himno y se fueron al Monte de los Olivos, y cuando llegaron, Jesús dijo a sus discípulos: —Todos ustedes van a perder su confianza en mí. Porque la Biblia dice: “Mataré a mi mejor amigo, y así mi pueblo se dispersará.”»Pero después de que Dios me devuelva la vida, iré a Galilea antes que ustedes. Entonces Pedro le dijo: —Aunque todos te abandonen, yo no te abandonaré. Jesús le respondió: —Pedro, no estés muy seguro de eso; antes de que el gallo cante dos veces, tú habrás dicho tres veces que no me conoces. Pero Pedro insistió: —Aunque tenga que morir, nunca diré que no te conozco. Los demás discípulos decían lo mismo”. Marcos 14:26-31 (Traducción en lenguaje actual)

Para nosotros que ya conocemos toda la historia nos es fácil juzgar a Pedro y los demás discípulos, pero la realidad es que en ese momento ellos estaban expresando lo que en ese momento sentían, basados en todo lo que habían experimentado con Jesús y de cómo Jesús los había tratado, ellos expresaban que nada ni nadie los iba a separar de Él.

Este episodio es similar a lo que nosotros sentimos después de uno de esos encuentros especiales con Dios que tenemos en nuestro lugar preferido. Es como que saliéramos de orar de un lugar sintiendo una fortaleza tremenda y expresando que nada nos alejara de Dios.

 

Y es que todos en los momentos en donde la vida nos sonríe y todas las aguas están en su cauce, se nos hace difícil pensar que podríamos olvidarnos de Dios, negarlo o abandonarlo. Ninguno de nosotros pensaría en hacerlo mientras todo este bien. Pero, ¿Qué tal si las cosas no salen bien y cedemos a la presión de la circunstancia difícil?

 

Jesús es apresado y llevado a un juicio nocturno que por cierto era prohibido, pero aun así sus enemigos estaban consiguiendo lo que querían, esto era: deshacerse de él.

 

Pedro seguía a Jesús, la gente lo reconocía porque lo habían visto con Jesús y porque su hablado era similar al de Él, tanto tiempo con Jesús había provocado que Pedro tomara ejemplo y tratara de ser como Él, sin embargo lejos de reconocer que era un seguidor de Cristo lo negaba, y es obvio que su miedo a sufrir lo mismo que Jesús lo llevaba a tomar esa decisión, personalmente pienso que a Jesús no le molesto que Pedro lo negara, porque Jesús mismo se lo había adelantado que pasaría. Yo creo que Jesús comprendía a Pedro y la presión a la que estaba expuesto, no me imagino a un Jesús desechando a Pedro por haberlo negado, al contrario, veo a un Jesús buscando a aquellos que lo negaron.

Pedro al negar a Jesús por tercera vez y escuchar que el gallo cantara por segunda vez, se acordó de las palabras de Jesús: 

“En ese momento, el gallo cantó por segunda vez, y Pedro se acordó de lo que Jesús le había dicho: «Antes de que el gallo cante dos veces, tú habrás dicho tres veces que no me conoces.» Y Pedro se puso a llorar con mucha tristeza”. Marcos 14:72 (Traducción en lenguaje actual)

La Biblia dice: “Y Pedro se puso a llorar con mucha tristeza”. ¿Te ha pasado alguna vez?, a mi sí.

¿Te ha pasado que a veces te das cuenta que estás haciendo cosas totalmente diferente a lo que tendrías que hacer o dijiste hacer, llegando a la conclusión de que Dios no se merece que le hagas eso?

A veces las presiones de la vida son tan fuertes que nos hacen negar lo que hasta hace poco habíamos creído. ¿Cuántas veces hemos dudado de Dios y de pronto recibimos lo que dudábamos que recibiríamos?, ¿Cuántas veces hemos pensado que Dios ya no responderá y de pronto recibimos una mejor respuesta de lo que creímos?

A veces somos injustos con Dios, a veces lo presionamos para que cumpla con las cosas que nos ha prometido, pero no hacemos nada por cumplir lo que nosotros le prometemos.

¿Por qué lloraba Pedro?, ¿Por qué lloraba con tristeza?, quizá solo los que hemos estado parados en su lugar sabemos porque lloraba. Yo Enrique Monterroza, creo que lloraba porque se sintió mal consigo mismo, porque pensó: ¿Cómo puedo hacerle esto?, porque se dio cuenta que no era tan bueno como creyó que era, porque se dio cuenta que sus promesas solo eran palabras que el viento se llevo y que a la hora de ponerlas por practica fracaso.

Pienso que Pedro lloraba tristemente, porque no pudo cumplir con lo que el mismo se había impuesto. Y es que a veces nos exigimos más de lo que realmente podemos dar.

Estoy seguro que a Jesús no le dolió tanto que su discípulo lo negara, como le dolió al propio Pedro. Jesús ya lo sabía, Jesús ya se había preparado para el momento, pero Pedro tenía una idea de fidelidad que llevada a la práctica no lo era y eso seguramente le dolió tanto que no soporto el hecho de llorar de tristeza, de ver su propio estado, de ver hasta donde había caído después de ser testigos de cosas maravillosas.

Si a ti te ha pasado, sé que comprenderás lo que Pedro sentía, él sentía lo que aquel hijo de Dios independientemente del servicio que realice al Señor siente cuando después de haber visto lo maravilloso que Dios ha sido con él, después de ser testigos de su poder, de ser testimonio de su misericordia y gracia, van y caen en lo más bajo, en lo que un día prometieron no caer, en lo que un día dijeron que nunca harían, pero que ahora presionados por las circunstancias de la vida, se encuentra allí, en ese lugar que un día prometieron no visitar.

Yo me he sentido como Pedro en muchas ocasiones, a veces he reflexionado sobre donde estoy y sobre lo que estoy haciendo y a veces digo: “Dios no se merece esto”, he llorado de tristeza, pero no solo eso, Dios siempre ha ido a buscarme y darme una oportunidad más.

Pedro lloro de tristeza y después de la muerte de Jesús volvió a hacer lo que siempre había hecho, esto es: Ser un pescador.

Al resucitar Jesús fue a buscarlo hasta allí, hasta ese lugar donde se encontraba Pedro, estando Jesús a la orilla del mar Pedro junto a otros discípulos salieron a su encuentro y mientras comían, Jesús le pregunto a Pedro tres veces si lo amaba, a lo que la tercera vez Pedro respondió:

“Por tercera vez le dijo: —Simón, hijo de Juan, ¿me quieres? Pedro se puso muy triste de que tres veces le había preguntado si lo quería. Entonces le contestó: —Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero. Jesús le dijo: —Cuida de mis ovejas”. Juan 21:17 (Traducción en lenguaje actual)

¿Le preguntaba Jesús a Pedro si lo amaba porque tenía duda?, No creo, pienso como dijo Pedro que Jesús lo sabía todo y sabía que realmente lo amaba.

A veces en la vida tendremos momentos en donde cederemos a la presión, pero en esos momentos en donde nos damos cuenta que hemos cedido, podemos hacer dos cosas: Una llorar y rendirnos o dos, llorar y reivindicarnos.

No veo a un Jesús reprochando la actitud de Pedro, al contrario veo a un Jesús restaurador, un Jesús de nuevas oportunidades, pero sobre todo un Jesús que a pesar de nuestras fallas confía en lo que podemos hacer con su ayuda: “Jesús le dijo: —Cuida de mis ovejas”.

Quizá en este momento te encuentres negando de alguna manera a Jesús, quizá tu testimonio está negando a Jesús, quizá tus palabras lo están haciendo, a lo mejor sea tu actitud o tu falta de confianza, no sé de qué manera te encuentre en este momento negando a Jesús, pero la pregunta es: ¿Qué vas a hacer?

¿Te quedaras allí en ese lugar el cual dijiste que nunca pisarías?, ¿Seguirás haciendo lo que prometiste que no harías?, ¿Te acomodaras a lo que un día predicaste que nunca te acomodarías?

Jesús sale a tu búsqueda hoy y quiere restaurar tu vida, Él no viene para juzgarte ni mucho menos reprochar tus acciones, el conoce tu corazón y tú sabes lo mucho que lo amas, quizá has cedido un poco a la presión y ésta te ha hecho hacer cosas que nunca pensaste hacer, pero hoy Jesús te vino a buscar, porque te conoce muy bien y sabe de lo que eres capaz de hacer con su ayuda.

Hoy puedes comenzar de nuevo, hoy Él quiere darte una nueva oportunidad, solo tienes que reconocer que tienes un problema y que necesitas de Él, ¿Por qué no repites esta pequeña oración?:

“Dios mío, te doy gracias porque sé que tu nunca te has olvidado de mi, en esta hora quiero pedirte perdón por mis acciones, por mis actitudes y por mis pensamientos que me llevaron a olvidarme de ti o por lo menos de agradarte a ti. Te pido perdón desde el fondo de mi corazón, tú que lo conoces todo sabes que te amo, que me duele estar en este estado espiritual, tú sabes que mi anhelo es agradarte, es servirte, es devolverte si no todo, pues una parte de todo lo que tú has hecho por mí, hoy te pido que me ayudes, que me restaures, que me levantes nuevamente, que me des la fortaleza que necesito para intentarlo nuevamente, ayúdame, no me sueltes de la mano, quiero caminar contigo, quiero estar contigo, quiero aprender contigo, quiero que hagas conmigo lo que bien te parezca para tú obra, estoy dispuesto a que actúes libremente en mi vida, quiero a partir de hoy renovar mi relación personal contigo y comenzar nuevamente junto a ti. Gracias por tu perdón, gracias por no olvidarte de mí, gracias por buscarme este día y porque tenias preparado esto para mi, gracias Señor, en el Nombre de Jesús, Amén”.

¡Hoy Jesús restaurara tu vida!

Fuente:
Pastor Enrique Monterroza | El Salvador, Centroamerica

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