Cada uno de nosotros pecamos día tras día y aquel que dice no pecar hace a Dios mentiroso. Sin embargo, El Señor es muy amoroso y misericordioso con nosotros, al igual que clemente y compasivo; lento para la ira y grande en amor. El infinito amor de Dios nunca se acaba, y Su compasión jamás se agota; esta es la razón por la cual el Señor nos hace un llamado constante a que nos volvamos a Él, aun cuando asiduamente le fallamos.
Necesitamos examinar nuestro interior para conocer si estamos andando por el camino correcto, el cual nos lleva a la justicia de Dios; o si en algún momento nos hemos desviado del mismo para ir en pos de nuestras propias sendas. Un ejemplo de esto lo vemos cuando leemos lo que la Biblia nos habla acerca del profeta Daniel.
Vemos que él fue un varón recto delante del Señor y que buscaba día con día agradar a Dios en todo lo que hacía; razón por la cual se presentaba diariamente en oración para ser purificado de cualquier falta que hubiese cometido, e igualmente interceder por todo el pueblo de Israel, Dan 9:3-19. Al Daniel declarar su pecado y la iniquidad del pueblo, él recibe una visitación del ángel Gabriel, quien le dice: “Escucha, Daniel: vengo para ayudarte a entender todo esto. Dios te quiere mucho, así que tan pronto como empezaste a orar, Dios contestó tus oraciones” Dan 9:20-23 TLA.
El Señor hizo notorio el amor que le tenía a Daniel después de que él se arrepintiera de sus pecados y se pusiera a cuentas con el Señor. Esto nos da la gran enseñanza de que en la medida en que nuestro corazón se vuelve sensible a la voz de Dios y nos arrepentimos de nuestros pecados, nos vamos llenando del amor y compasión del Señor. Nuestro buen Dios espera que nos volvamos a Él a través del arrepentimiento, el cual viene a ser un llamado y un mandamiento a nuestra vida. El día que dejamos de arrepentirnos de nuestros pecados y ofensas, caemos ante las puertas de la indolencia, insensibilidad, obstinación y la necedad. Entonces, debemos rendirnos ante Él por completo y no despreciar las riquezas de la bondad de Dios, más bien reconocer que Su bondad quiere llevarnos al arrepentimiento para que podamos recibir la bendición del perdón y de Su gracia.
La palabra “volver” de la raíz primaria “volverse” es el número H7725 en el Dicc. Strong; y es traducida en el hebreo como “Shub”. La misma quiere decir: volverse, retornar, regresar, arrepentirse, convertirse, darse vuelta, y volver a Dios. Esta palabra aparece en el Antiguo Testamento 1,339 veces. Lo que significa que el proceso completo del arrepentimiento conlleva volvernos a Dios y luego convertirnos a Él aceptando Su voluntad.
En palabras resumidas, no se trata únicamente de arrepentirse sino de tomar la acción de volverse a Dios. Un ejemplo de esto lo vemos con el hijo prodigo; él reconoció su falta y tomó la decisión de volver al padre con un corazón arrepentido.
Por otra parte, en el Nuevo Testamento hay dos palabras que transmiten la idea del arrepentimiento, las cuales son: metanoeo (G3340) y epistrefo (G1994). Metanoeo presenta el arrepentimiento en su aspecto negativo (humillación), como un cambio de mentalidad o de volverse del pecado, mientras que epistrefo lo presenta en su aspecto positivo (acción), convertirse y volverse a Dios. Interesantemente, las primeras palabras del Señor Jesús fueron “arrepentíos y convertíos”. Por lo que Dios nos está haciendo un llamado al arrepentimiento pero primeramente debe de haber una disposición en nuestro corazón de volvernos al Padre. Al hacer esto se crea un circulo virtuoso en el cual Dios nos hará volvernos a Él, Jer 15:19 BLA95 – RV95 y Snt 4:8 LBA.
La Biblia es un dialogo de Dios con Su pueblo y Su creación. Al escudriñarla vemos como el Señor habla y el hombre responde; y viceversa. El libro de los Salmos, en particular, nos puede resaltar un llamado de arrepentimiento.
Este libro representa una expresión de la poesía hebrea en formas de alabanzas y oraciones. También representa latidos del corazón humano en todas sus expresiones, emociones y sentimientos en las circunstancias y realidades humanas. Lo que significa que hay Salmos de paz y alegría así como de ira y enojos, pero a través de cada uno de estos se encuentra Dios. Sin embargo, cuando caemos en pecado, el dialogo es corrompido y la comunicación con Dios es dificultosa. Por eso es que el Señor nos recuerda día tras día que nuevas son Sus misericordias con nosotros, para que nos presentemos delante de Él en humildad y con un corazón arrepentido, recibamos Su perdón y el dialogo pueda ser restaurado.
En las Escrituras vemos que hay siete Salmos de arrepentimientos: Salmos 6, 32, 38, 51, 102, 130 y 143. Al enfocarnos en Sal 130 LBA, vemos como este tiene un mensaje del Señor en el cual se nos es explicado como Dios nos llama y como quiere que Su pueblo se vuelva a Él.
Muchas personas manipulan el mensaje del arrepentimiento a su favor creyendo que pedir perdón se circunscribe a decir “perdóname Señor” y seguir la vida como si la falta nunca hubiese sido cometida. Nosotros no podemos ponerle un atajo al perdón de Dios.
Rebajar el mensaje del Señor para que cualquier persona lo pueda obtener es abominable ante la Santidad de Dios. Nosotros fuimos comprados por el precio de la sangre de nuestro Señor Jesucristo y esto no se puede menospreciar. Debemos reconocer Su sacrificio y si hemos cometido alguna falta ante Él, reconocerlo con un corazón humillado y con reverencia. Ahora, al dirigirnos al Sal 32 LBA, vemos que David expresaba que mientras callaba su pecado su cuerpo se consumía, pero al confesarlo, fue perdonado por Dios y sus fuerzas fueron restauradas.
Es necesario que, con un corazón quebrantado delante del Señor, confesemos nuestros pecados para que podamos ser liberados de los mismos. Solo así la misericordia de Dios nos rodeará librándonos de una actitud insensible delante de Él. ¡Que el Señor tenga misericordia de cada uno de nosotros!