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Una Posición de Poder

vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad;”  2 Pedro 1:6-6

Cuando una persona entrega su vida al Señor, una de las cosas en las que tiene que ejercitarse una y otra vez es en tener dominio propio.  La vida de un creyente va más allá de simplemente asistir a la iglesia.  Es toda una vida, es dondequiera que tú vas, es ir madurando momento a momento.  Hay gente que toma la salvación como algo liviano y llevan su vida como mejor les parece, no ejerciendo las virtudes que se nos requiere tener.  Para tú vivir como creyente, es necesario que te ejercites en el dominio propio.

Dominio propio, según el término griego, se refiere a estar en una posición de poder.  El diccionario Strong lo define de la siguiente manera: La virtud de uno que domina sus deseos y pasiones, especialmente sus apetitos sexuales, o sea, de los sentidos, poder contenerse, ser centrado, ser dominador propio, contenerse, exhibir gobernación propia, conducirse templadamente, tomado de la figura de los atletas quienes en sus preparaciones para los juegos, se abstienen de la comida no sana, el vino y la gratificación sexual.  Alguien con dominio propio es una persona que se para en una posición de poder y autoridad, porque desea alcanzar algo; somete su vida, su ser, porque desea alcanzar algo en particular.

28 Como ciudad derribada y sin muro es el hombre cuyo espíritu no tiene rienda.”  Proverbios 25:28

Sin dominio propio, quedas indefenso.  Tú necesitas ejercitar dominio propio porque este levanta una defensa en tu vida.  De otra manera, quedas indefenso ante cualquier ataque, cualquier influencia, cualquier emoción que llegue a tu vida.

16 Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne. 17 Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis. 18 Pero si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley. 19 Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, 20 idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, 21 envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios. 22 Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, 23 mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley. 24 Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos. 25 Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu.”  Gálatas 5:16-26 

Cuando hablamos de dominio propio, hablamos de donde está la verdadera batalla espiritual.  Siempre hablamos de batalla espiritual a nivel de pelear contra demonios, pero si tú estás lavado por la sangre de Cristo, no puedes estar endemoniado.  La verdadera batalla espiritual que todos tenemos que luchar es la de someter nuestra carne al Espíritu de Dios.  Y tú tienes que utilizar las herramientas correctas para poder tener la victoria.

20 Pero decía, que lo que del hombre sale, eso contamina al hombre. 21 Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios, 22 los hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, la lascivia, la envidia, la maledicencia, la soberbia, la insensatez. 23 Todas estas maldades de dentro salen, y contaminan al hombre.”  Marcos 7:20-23

El autocontrol o dominio propio primero tiene que ser en el interior, para entonces manifestarse afuera.  La gente quiere controlar la carne, sin controlar el interior; y tú puedes modificar una conducta obligando a alguien a exteriormente comportarse de una manera, pero no quiere decir que ha controlado su interior, y eventualmente su interior va a dominar.  Lo que contamina no es lo que entra, sino lo que sale del interior del hombre.

Tienes que ejercitar dominio propio en tus pensamientos.  La religión nos lleva a pensar que dominio propio es legalismo o ascetismo.  Legalismo es cuando sometes tu cuerpo y tu vida a unas reglas, pensando que el sometimiento de tu carne es lo que le agrada a Dios, sin darte cuenta que Dios examina tu corazón.  Tú puedes tener falda larga, pelo largo, y también lengua larga, puedes ser alguien que señale a todo el mundo.  Cristo dijo en una ocasión: Por fuera son sepulcros blanqueados, pero por dentro están llenos de huesos.  El legalismo provoca que se viva una vida externa, sometiéndose a unas leyes, a unas reglas, para proyectar un grado de espiritualidad ante los demás, pero eso no determina la condición del corazón.  Por eso es que el dominio propio va primero en el corazón, dentro de ti, y luego entonces se ve afuera.

Por el contrario, una persona ascética es aquella que piensa que a través del sometimiento físico o financiero o de cualquier modo, obtiene un grado de espiritualidad mayor.  Un ejemplo clásico es un voto de pobreza; es quien se restringe de las riquezas del mundo, del dinero, y piensa que eso le hace más espiritual.  El legalismo te controla, te da una condición, pero el ascetismo es la condición de la mente de una persona que piensa que renunciando a ciertas cosas, entonces es una persona más espiritual.  Pero tú puedes modificar externamente tu conducta, y en tu interior ser igual de rebelde.  Y entonces, ¿de qué te sirve?

El dominio propio te defiende, es una batalla en el espíritu, y es siempre de adentro hacia afuera.  Sometes tu interior para, entonces, eventualmente poder someter tu carne.

15 Si me amáis, guardad mis mandamientos.”  Juan 14:15

La razón por la que tú ejercitas dominio propio es porque amas a Dios.  Tu amor por Dios te lleva a dominar tu mente, tus ideas, tu interior, porque quieres agradar a Dios.  Jesús decía: Si ustedes me aman, van a guardar mis mandamientos.  En otras palabras: Van a tener la templanza, el dominio propio, van a vivir como personas que quieren agradarme.  No es que lo hagas por miedo al castigo de Dios, o por miedo al infierno o a consecuencias negativas -aunque sabes que las vas a tener si no haces las cosas de la manera correcta – pero tú lo haces porque amas a Dios por encima de todas las cosas.

Siempre leemos los comentarios de cada mensaje. Es un verdadero gozo y un privilegio que Dios nos permita bendecir tantas vidas, aún a la distancia. Compártenos siempre cómo esta palabra ha bendecido tu vida.

Fuente:
pastor Otoniel Font | Puerto Rico

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