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Un acto de locura


“12 Mientras ella oraba largamente delante de Jehová, Elí estaba observando la boca de ella. 13 Pero Ana hablaba en su corazón, y solamente se movían sus labios, y su voz no se oía; y Elí la tuvo por ebria. 14 Entonces le dijo Elí: ¿Hasta cuándo estarás ebria? Digiere tu vino.”  1 Samuel 1:12-14

Esta mujer quería tener un hijo, e iba al templo y oraba una y otra vez.  Elí no entendía cómo ella seguía teniendo fe, cómo seguía orando por tener una familia.  Elí se sintió hasta celoso de ella y de la fe que ella tenía; dijo: ¿No soy yo suficiente para ti, mejor que diez hijos?  En otras palabras: Diez hijos no te van a dar lo que yo te doy.  Elí se sintió tan mal de que ella quisiera un hijo, que él no se sentía suficiente, al punto que cuando la vio orar, dijo: Esta mujer está borracha.  Pero Ana ejerció su fe hasta el último momento; ella creía que iba a pasar, creyó hasta el último momento, y Dios le dio su milagro.  Y su esposo pensó: Esta mujer está borracha.

Va a haber circunstancias en tu familia que, cuando tú las mires a tu alrededor, va a parecer una locura seguir creyendo que Dios puede hacer algo.  Y tú tienes que escoger si vives por la locura de la fe y sigues creyendo hasta el último momento, o te vas a fuera con la multitud, a entregarte como lo hace el mundo, simplemente, para que no te llamen loco.

Que no te acusen de incrédulo. Cree, hasta lo último.  Hasta el último momento, cree; hasta el último momento, declara la palabra; hasta el último momento, cree por el milagro, declara tu fe, haz lo que tienes que hacer y cree que Dios puede hacerlo todo, hasta el último momento.  Y no importa lo que te quieran traer como razonamiento, tú créele a Dios, hasta el último momento.  Que te llamen loco, pero cree hasta el último momento.  La familia, para evitarte problemas, te dice: No te ilusiones, para que no te desilusiones.  Pero tú que crees, tienes que saber que la única manera en que vives siempre es por fe.  Y una de las demostraciones de fe más grande que tú puedes tener es la persistencia de la oración, aunque inmediatamente no veas lo que quieres ver.

“También les refirió Jesús una parábola sobre la necesidad de orar siempre, y no desmayar, 2 diciendo: Había en una ciudad un juez, que ni temía a Dios, ni respetaba a hombre. 3 Había también en aquella ciudad una viuda, la cual venía a él, diciendo: Hazme justicia de mi adversario. 4 Y él no quiso por algún tiempo; pero después de esto dijo dentro de sí: Aunque ni temo a Dios, ni tengo respeto a hombre, 5 sin embargo, porque esta viuda me es molesta, le haré justicia, no sea que viniendo de continuo, me agote la paciencia. 6 Y dijo el Señor: Oíd lo que dijo el juez injusto. 7 ¿Y acaso Dios no hará justicia a sus escogidos, que claman a él día y noche? ¿Se tardará en responderles? 8 Os digo que pronto les hará justicia. Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?”  Lucas 18:1-8

¿En qué tenía puesta su fe esta mujer?  En la justicia de su petición.  Lo que le hacía ir a pedir otra vez no era el juez.  Ella tenía fe en la justicia de su petición.  Pensaba: La petición es tan justa, que el juez más injusto me la tiene que conceder.  Y Jesús estaba diciendo: Si esta mujer recibió el milagro de un hombre injusto, cuánto más a aquellos que vienen donde mí, siendo yo justo, les voy a hacer justicia.  El problema es que no tenemos fe de que nuestras oraciones sean justas.  Al final de tu oración, dices: Que sea la voluntad de Dios.  Pero debiste buscar primero cuál era la voluntad de Dios, antes de orar.  Si es la voluntad de Dios, y tu petición es justa, entonces, debes pedir de día y de noche.  Tú tienes un Dios justo, que te hace justicia.  Esta mujer no tenía ese beneficio.  Ella no estaba pidiendo a un juez justo, a un hombre que creyera, pero la petición le hacía volver a orar; la justicia detrás de la petición, le hacía regresar.  Detrás de tu oración por tu familia, hay justicia, que es el poder de Dios, la promesa de Dios sobre tu familia, y no importa lo que se vea, lo que el mundo diga, lo que el mundo hable, lo que pase alrededor, tu petición por tu familia es una de justicia, de que Dios haga justicia, y eso te debe hacer orar de día y de noche, presentarte ante Él creyendo que la justicia de tu oración provocará el resultado.

Si tienes duda de que tu oración sea justa, de que tu petición sea correcta, tan pronto te la nieguen por primera vez, desistirás de tu oración.  Como creyente, tú tienes que persistir en tu oración, sabiendo que Dios hace justicia a los suyos.

Cuando tú oras por tu familia, en muchas ocasiones, parecerá un acto de locura, algo donde no hay posibilidades, pero tú tienes que sobrepasar eso.  En ocasiones, se nos ha dicho que volver a orar por lo mismo, demuestra falta de fe; pero es todo lo contrario.  Si tu oración es justa, tu esperanza está en la justicia de lo que estás pidiendo, así que lo vuelves a pedir.  Ese es un acto de esperanza, hasta que se te haga justicia.

Si tú no crees que lo que estás pidiendo es justo, ¿cómo puedes orar?  No hay fe en tu oración.  Oras para ver si pasa.  Pero si tú sabes que tu petición es justa, vuelves a orar las veces que sea necesario.  Tu familia va a pensar que estás loco, pero tú vas a seguir orando, hasta que Dios te haga justicia.  Así que tú tienes que buscar la validez, la justicia detrás de tu petición, para poder perseverar, aunque para el mundo parezca que es un acto de locura.

Cuando vayas a tu momento de oración, cuando vayas a orar a largo plazo por tu familia:

Ora para que tu corazón se mantenga siempre lleno de esperanza.  Ora también por ti.  Ora por que tú permanezcas lo suficiente para poder ver la salvación de los tuyos.  Que nada te haga perder la esperanza.

Tu oración tiene que ser en fe de que Dios puede hacer lo imposible, incluyendo cambiar el corazón de una persona.  A veces, lo que oramos es por que Dios cambie las circunstancias; pero el hecho de que la circunstancia de alguien cambie, no quiere decir que su corazón vaya a cambiar; pero si su corazón cambia, su circunstancia va a cambiar.

Fuente:
Pastor Otoniel Font

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