Articulos

Tú vas a poseer la promesa

17 Los envió, pues, Moisés a reconocer la tierra de Canaán, diciéndoles: Subid de aquí al Neguev, y subid al monte, 18 y observad la tierra cómo es, y el pueblo que la habita, si es fuerte o débil, si poco o numeroso; 19 cómo es la tierra habitada, si es buena o mala; y cómo son las ciudades habitadas, si son campamentos o plazas fortificadas; 20 y cómo es el terreno, si es fértil o estéril, si en él hay árboles o no; y esforzaos, y tomad del fruto del país. Y era el tiempo de las primeras uvas.”  Números 13:17-20

Pensamos que los únicos que entraron a la tierra prometida –de aquella generación – fueron Josué y Caleb; pero hay una tercera persona que entró y logró poseerla; entró de una manera inusual, pero entró: José.  José fue un joven que soñó que sería grande; sus hermanos lo vendieron, pero a los treinta años llega a ser el segundo en mando en Egipto, controlando la comida, el gobierno.  Desde allí salvó a toda su familia, Dios lo prosperó y lo bendijo, reinó junto al faraón por muchos años.  Dice la Biblia, en Éxodo 1, que cuando José murió, el nuevo faraón se olvida de quién era José, y por eso es que llega la esclavitud.  Por lo tanto, mientras José estaba en el reinado, el pueblo de Israel no era esclavo, sino libre dentro de Egipto y disfrutaban de prosperidad y bendición.  Cuando él muere, ahora el pueblo pasa a ser esclavo porque Egipto tiene miedo a todo lo que Dios quiere hacer con ellos.  Pero en el último momento de la vida de José, él hace una importante declaración: Dios nos va a visitar, y cuando lo haga, júrenme que se van a llevar mis huesos.

19 Tomó también consigo Moisés los huesos de José, el cual había juramentado a los hijos de Israel, diciendo: Dios ciertamente os visitará, y haréis subir mis huesos de aquí con vosotros.”  Éxodo 13:19

Fueron tres los que conquistaron la tierra prometida: Josué y Caleb, quienes también llevaban consigo los huesos de un hombre que había dicho desde mucho antes: Yo no me conformo con estar bien en Egipto, con haber prosperado; yo quiero todo lo que Dios me ha prometido, quiero la promesa de Dios.  Esto tiene que metérsete hasta en tus huesos, de manera tal que tú digas que aunque sea lo último que tú hagas, tú vas a poseer todo lo que Dios tiene para ti.  Cuando salieron de Egipto, se llevaron las riquezas, el oro y los huesos de José; y, cuando llegaron a la tierra prometida, allí los depositaron en aquel lugar; mientras el resto de la nación fue enterrada en el desierto, tres hombres entraron, murieron, y sus huesos quedaron en la tierra que Dios les prometió: Josué, Caleb y José.

Tiene que metérsete hasta en tus huesos, que hay una promesa que Dios te ha dado y que tienes que conquistarla aunque sea en el último momento de tu vida.

Moisés no les pidió a los espías que le trajeran frutos de la tierra, sino que tomaran del fruto de la tierra.  Comiendo del fruto, en lo espiritual, marcaban aquel territorio, lo poseían.  Pero los espías trajeron los frutos para mostrarle lo que había en la tierra y luego decir que el pueblo no sería capaz de conquistarla.  Estaban menospreciando la tierra y el esfuerzo que se tenía que hacer.  Es como la persona que primero te elogia, y luego añade un “pero” y ya tú sabes que después lo que viene es una crítica.  Por más que te alague al principio, la sensación que se te queda es la de la crítica porque tú sabes que todo lo que te dijo primero fue solo para decirte lo negativo.  Esto fue lo que hicieron aquellos espías.

Aquella era una mentalidad que se había pasado a través de generaciones.  La palabra espía aparece por primera vez en la Biblia en la historia de José.  José dice a sus hermanos: Ustedes son espías.  Esto, en el momento en que ellos van a la tierra de Egipto para ver si allí había comida.  Ellos no reconocen a José, y él reconoce que ellos tenían un corazón de espías, un corazón erróneo.  Benjamín no estaba con ellos, así que él no fue llamado espía ni tampoco José; y estos fueron los únicos dos que lograron poseer realmente todas las promesas de Dios para su vida.  Los otros diez siempre vivieron perdidos.  José declara a estos hombres espías, y esa generación trasciende a través de los tiempos.  No es casualidad que se les llame espías a estas personas y que de estos doce, diez tengan la misma actitud que tenían los hermanos de José; vagonetas, gente que hablaba mal, que criticaba, señalaba.  José soñaba con alcanzar el cielo y las estrellas, y quisieron acabar con él porque les molestaba que José cuidara de las cosas de su papá.  Los hermanos de José vivían de lo que el padre hacía, no querían luchar para conquistar las cosas.  Entonces, van ante José y este los identifica como espías, identifica su manera mediocre de pensar, no tenían deseo de prosperar, de alcanzar nada.  Y eso se transfirió a través de los tiempos.

Hay generaciones que no están dispuestas a luchar por lo que Dios les ha prometido.  Pero Dios está levantando una nueva generación; un grupo de personas como José, que aunque sea lo último que hagas, los tuyos van a entrar a la tierra prometida.  Tú lo que has hecho es abrir el camino; algún día, aunque sean tus huesos, aunque sea una foto, que se la lleven para la casa que Dios les va a dar.  Quizás tú has vivido alquilado toda tu vida, pero tú sabes que Dios les va a dar una propiedad, un terreno y, cuando llegue el momento, que te dediquen un pedazo de tierra porque hasta en tus huesos, la promesa que Dios te dio se va a cumplir.  Hay algo más grande que Dios tiene para ti, y tú vas a conquistarlo.

Cuando José dice estas palabras, él vive en abundancia, era rico.  Aquello lo decía un hombre próspero.  Te podrías preguntar cómo un hombre que lo tiene todo, quiere más; pero es que él quería no lo que Egipto le había dado, sino lo que Dios le había prometido.  Lo que tú tienes en Egipto está bien, pero hay algo más grande que Dios te prometió.

Los espías habían vivido toda su vida en esclavitud.  ¿No se supone que un esclavo quiera prosperar más que un hombre rico?  Pensaríamos que la escasez y la pobreza provocan que la gente quiera conquistar más, pero no siempre es así.  A veces, nos acostumbramos tanto a la pobreza que no estamos dispuestos a pelear por las cosas que Dios tiene para nosotros.  Nos acostumbramos tanto a la escasez, a los azotes, al sufrimiento; y preferimos quedarnos en ese lugar, que decir: Vamos por más.  Pensaríamos que el que no tiene nada debe aspirar a más, pero no es cierto.  Hay gente que no tienen tanto, y no quieren más; pero critican a prósperos que, como José, dicen: Mis huesos entran a todo lo que Dios ha dicho.

José dice: Me sacan de aquí, cuando Dios nos visite.  José entendió que lo más grande no es que Dios haga a uno próspero, sino que Dios nos visite a todos y que todos entremos a la tierra prometida.   La promesa no es para uno solo, sino para todo el que se atreva a conquistar.  José dijo: Voy a tener todo lo que Dios tiene para mí, y me llevo a unos cuantos; voy a prosperar porque Dios nos va a visitar.  Tú tienes que conquistar la tierra prometida, no por ti mismo, sino porque hay toda una generación que, si tú no entras, tampoco va a entrar.  Dios te va a visitar, tú vas a entrar, y contigo te vas a llevar a muchos que van a poseer la tierra prometida.

Cuando Moisés pide a los espías que busquen el árbol, se refería al árbol de la vida.  Cuando el hombre comió del árbol de la ciencia del bien y del mal, desde ese día murió.  El hombre muere porque ahora todo lo ve bueno o malo, y eso es lo que perturba tu vida.  Cuando ves las cosas como buenas o malas, no puedes comer del árbol de la vida.  Pero cuando tú miras y persigues el árbol de la vida nada más, cuando tú persigues solamente lo bueno, solo lo que da vida, solo la promesa de Dios, ahí es cuando tu vida cambia.  Dios te va a visitar, y tú vas a entrar y poseer la tierra prometida.

Fuente:
Pastor Otoniel Font

Publicaciones relacionadas

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Botón volver arriba