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Tú saldrás, camilla en mano

“Al ver Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: Hijo, tus pecados te son perdonados. Estaban allí sentados algunos de los escribas, los cuales cavilaban en sus corazones: ¿Por qué habla éste así? Blasfemias dice. ¿Quién puede perdonar pecados, sino sólo Dios?” Marcos 2:5-7

Los escribas cuestionaron la capacidad de Jesús para perdonar pecados, para declarar a alguien libre. Jesús mira la fe de los cargaron a su amigo; no fue movido por la fe del paralítico, sino por compasión. Jesús vio la condición de aquel hombre, y la del corazón de los escribas; para los judíos, nadie podía ser sanado, sin ser perdonado primero por sus pecados; conectaban la condición física con la condición pecaminosa de su consciencia. Por eso, lo primero que le declara es: Tus pecados te son perdonados.

En una ocasión, Jesús llega a un lugar y se encuentra con una discusión; un muchacho estaba enfermo, y debatían quién pecó, si él o sus padres; porque, para el judío, toda condición natural era producto de la acción de alguien. Muchas cosas no son producto de tu pecado, de una acción tuya; tú no eres víctima de tus decisiones ni de las de otro. Hay cosas que tú vas a tener que batallar que son cosas de la vida, cosas que pasan; pero para eso es que está la respuesta de Jesús; porque no importa si fue que uno pecó o no, el que tiene fe y se encuentra con Jesús, recibe la libertad que necesita para todo problema que pueda estar experimentando. Jesús dijo en aquella ocasión que no importa quién pecó; él estaba allí para que Dios se llevara toda la gloria, y sanó a aquel muchacho para que, delante de todos, la gloria se la llevara Dios.

Lo que te está pasando, no necesariamente es herencia de tu familia, ni cometiste un error; es para que la gloria de Dios se manifieste en tu vida. Has preguntado por qué, y la gente ha pensado que te lo mereces, pero deja de estar rebuscando estas cosas; lo que tú debes estar buscando es que sea Dios quien se lleve la gloria de darte la victoria, por encima de lo que la gente a tu alrededor pueda estar pensando.

La gente te va a acusar, a culpar; pero no puede haber fe en tu vida, mientras haya condenación. ¿Qué es más fácil decir: Tus pecados te son perdonados; o levántate y anda? Es lo mismo. La pregunta es, ¿qué tú crees? ¿Te quedas tú en la complicación del mundo? ¿Dónde estaba la complicación de aquellos religiosos? Jesús dijo: Tus pecados te son perdonados; pero el paralítico, de primera intención, no se levantó. Eso provocó el cuestionamiento de aquellos alrededor; en su mente, nadie podía ser sano, si no era libre de sus pecados. Cuando Jesús dice: Tus pecados te son perdonados; ellos no ven que pasara nada, y pensaron que Jesús no tenía poder para sanarlo porque le perdonó los pecados y seguía todavía sentado; entonces era que no tenía autoridad, y comenzaron a pelear. El problema de un religioso es no entender que el primer trabajo que Dios hace en la vida de una persona siempre es por dentro y no se ve.

Si alguien estaba paralizado, no era aquel paralítico; al menos él tenía quienes lo cargaran. Cuando Jesús dijo: Tus pecados te son perdonados; algo cambió en el interior de aquel hombre; tú no lo ves, pero algo cambió. La gente pregunta por qué vas a la iglesia, porque no ven el cambio afuera, pero algo está cambiando adentro. El mundo siempre mira tu progreso, basado en lo que ellos ven afuera, y no en lo que Dios está haciendo adentro.

Jesús sabía que, para libertar a aquel hombre, tenía que perdonar sus pecados delante de aquellos religiosos; de lo contrario, cuando él lo levantara de aquel lugar, no creerían en el milagro, le echarían culpa y condenación, y él volvería al estado en que se encontraba. Así que Jesús lo primero que hizo fue una obra de transformación en el interior de ese hombre. Puede ser que hoy todavía tú estés paralizado en algún área visible de tu vida, puede que estés a los pies de Cristo y todavía haya algo de parálisis, pero ya cuando él lanzó la palabra, algo dentro de tu interior comenzó a cambiar. Prepárate porque tu testimonio más grande será salir delante de aquellos que dijeron que no había esperanza para tu vida; saldrás, camilla en mano, cargando tú aquello que te ha cargado por tanto tiempo.

No juzgues tu transformación por tu parálisis física. El hecho de que, naturalmente, todavía no haya movimiento, no quiere decir que no te estés moviendo, que Dios no ha estado trabajando. Es imposible estar a los pies de Cristo y recibir una palabra que no transforme tu vida. Tú lo que no puedes es permitirte creer que Dios dijo algo y nada cambió. Cuando Dios te dice: Levántate y anda; es para que tú veas por fuera, lo que Él ya ha visto dentro.

Estás frustrado porque no ves progreso en lo que has estado haciendo; cargas con personas, y no ves cambios en sus vidas. Tu amor tiene que provocar que tú lleves a la gente al lugar correcto, sabiendo que su metamorfosis ocurre siempre en el interior.

Aquello que todavía tú no ves en el exterior, pronto lo vas a ver, la gente lo va a ver. El religioso y el mundo siempre te van a cuestionar por tu condición natural, pero la transformación más grande que tú tienes que experimentar es la que viene de tu espíritu, que comienza con una palabra que Dios trae a tu vida.x

Fuente:
pastor Otoniel Font | Puerto Rico

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