Politica

Semana Santa 2019 marcó la continuidad de la tendencia de que las festividades dominicanas traen luto

Debemos iniciar este breve escrito reconociendo una realidad social propia de los dominicanos, que es la de que aunque nos consideramos cristianos (seguidores de Cristo), muchos, en vez de recurrir a él ante un problema, recurrimos al alcohol. Somos uno de los países de América Latina que tiene mayor consumo de alcohol por número de habitantes.

Cuando eso se mezcla con el asunto de manejar, que sabemos, se hace temerariamente en nuestras calles, empiezan a producirse las muerte y las lesiones. La semana santa de este 2019, marcó la continuidad de la tendencia de que las festividades dominicanas traen luto. Un alto porcentaje de los muertos y heridos se debe a causas vinculadas al uso del alcohol o drogas, sustancias que aturden los sentidos y provocan efectos nocivos.

Pero, a pesar de nuestros casos lamentables, salimos bien librados. El mundo se desquició en dos semanas. Fue quemada y destruida la Catedral de Notre Dame y han sido saqueadas diversas iglesias a lo largo y ancho de Europa. Lo de Notre Dame fue accidental, fruto de un chapucero trabajo de remozamiento arquitectónico, pero las demás edificaciones fueron saqueadas por musulmanes fanáticos, quienes llegaron al viejo continente por la guerra de Siria y las facilidades de migración que dio la Unión Europea.

En Sri Lanka, antigua Ceilán, un país del sur de Asia, cerca de la costa sur de la India, hay una

población budista, una musulmana, una hinduista y una cristiana, y llevaban 10 años de paz tras una fiera guerra civil de 20 años, pero todo eso voló por los aires cuando un grupo musulmán radical puso bombas en iglesias y hoteles donde cristianos se habían congregado el domingo de resurrección. Casi 300 muertos y más de 300 heridos son un balance morboso y triste para esa comunidad cristiana fundada hace más de 500 años.

Para concluir, deseo volver al medio local, y exhortar al dominicano a llevar una vida más

espiritual, ya que eso reduciría la cantidad de muertos y heridos, así como la cantidad de dinero que hay que disponer para que los hospitales y clínicas estén en condiciones de recibir a todos los afectados, sobre todo los pabellones de traumatología.

Fuente:
Dr. Néstor Saviñon

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