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Ponle atención a las cosas humildes

Todo siervo de Dios debe esforzarse por alcanzar el máximo nivel de desarrollo dentro de la dotación que ha recibido de parte de Dios. Lo expreso de esta manera porque el Apóstol Pablo dice que debemos ministrar ‘conforme a la medida de la fe’ recibida.

Cada persona tiene un nivel diferente de potencialidad en las cosas del Espíritu. Podríamos hablar de “dotación espiritual”. El Señor da a treinta, a sesenta, al ciento por uno. Cada persona recibe un don, un nivel específico de dotación conforme al llamado y la soberanía de Dios. Ahora, dentro de esa dotación, y dentro de su área específica de ministerio el siervo de Dios, la sierva de Dios, debe hacer un gran esfuerzo por adquirir competencia, un nivel básico de capacidad y desempeño dentro de las áreas que caracterizan su servicio.

En el caso del pastor, por ejemplo, se requiere un cierto nivel de destreza en las áreas de la predicación, la administración, el evangelismo, el cuidado de almas, el entrenamiento de líderes, y otras destrezas similares que podríamos señalar. Estas son cosas básicas, las herramientas fundamentales y aun imprescindibles de la persona que sirve en una capacidad pastoral. Si el pastor no desarrolla una competencia mínima en estas áreas, su ministerio se verá limitado y no progresará a su máximo nivel de potencial.

Si usted dirige por ejemplo, la adoración en su iglesia, debe darle atención al desarrollo de su voz, a su apariencia física, su conocimiento de los coros y los himnos que pueden bendecir a la iglesia, desarrollar su conocimiento de la música, aunque sea teoría básica o un instrumento, y cosas similares. Debe practicar cómo desarrollar un devocional efectivo, coherente, que lleve al pueblo a la presencia de Dios. Debe aprender a orar públicamente, en una manera efectiva e inspiradora.

Hay un aspecto muy básico, muy mecánico, del ministerio, que no es muy romántico, pero que tenemos que esforzarnos por dominar. Es precisamente ahí donde muchos ministros y siervas del Señor fracasamos. Nos suscribimos simplemente a una espiritualidad vana y escapista que subestima la importancia de desarrollar ese dominio de las destrezas básicas.

Tenemos que dedicarle tiempo a esos aspectos mecánicos y rudimentarios de nuestros ministerios. Debemos evitar en todo lo posible un ministerio súper espiritual, místico, que se rehúse a considerar los aspectos prácticos y concretos del quehacer ministerial.

Me viene a la mente la imagen del maratonista, corriendo milla tras milla, monótonamente, practicando paciente y persistentemente su deporte, perfeccionando su cuerpo y elevando su capacidad de resistencia en preparación para la carrera.

La capacidad de tolerar la monotonía, de darle atención a los aspectos humildes y no muy atractivos del ministerio, es lo que frecuentemente separa la excelencia ministerial de la mediocridad. Esa atención constante a las herramientas humildes pero fundamentales del ministerio, cualquiera que sea, es la base para la verdadera grandeza ministerial.

Había una pequeña ciudad con pocos hombres en ella. Llegó un gran rey, la cercó y construyó contra ella grandes baluartes. Pero en ella se hallaba un hombre pobre y sabio; y él con su sabiduría libró la ciudad.
Eclesiastés 9:14

La verdad es que los miembros del cuerpo que parecen ser los más débiles, son los más necesarios.
1 Corintios 12:22

Fuente:
Roberto Miranda

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