El Faro

Orar sin cesar

En lo que corresponde al ámbito cristiano, el Señor nos ha dado diferentes herramientas para poder desarrollarnos espiritualmente y una de las más importantes es, orar. Pero ¿Qué es orar y en que nos ayuda? El vocablo griego usado para orar es proseújomai (G4336) que entre sus acepciones tiene: Suplicar, adorar, hacer oración, orar, orar a Dios y pedir. Como podemos ver, la palabra orar, tiene varias implicaciones en la vida del cristiano, no solamente hablar a Dios en manera de petición, sino que también nos involucra a tener una relación estrecha con el Señor. De esta manera podemos tener mejor idea de lo que escribió el apóstol Pablo a los tesalonicenses: Y os exhortamos, hermanos, a que amonesten a los indisciplinados, animéis a los desalentados, sostengáis a los débiles y seáis pacientes con todos. Mirad que ninguno devuelva a otro mal por mal, sino procurad siempre lo bueno los unos para con los otros y para con todos. Estad siempre gozosos; orad sin cesar; dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para vosotros en Cristo Jesús (1 Tesalonicenses 5:14-18).

No solo nos invita Pablo a velar unos por otros, sino que nos exhorta a que oremos sin cesar; la palabra usada para esto en el griego nos insta a hacerlo continuamente, sin interrupciones o sin omisión (sin negligencia). Esto nos lleva a comprender lo que Jesús dice a sus discípulos: Y tomando consigo a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a entristecerse y a angustiarse. Entonces les dijo: Mi alma está muy afligida, hasta el punto de la muerte; quedaos aquí y velad conmigo. Y adelantándose un poco, cayó sobre su rostro, orando y diciendo: Padre mío, si es posible, que pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú quieras. Vino entonces a los discípulos y los halló durmiendo y dijo a Pedro: ¿Conque no pudisteis velar una hora conmigo? Velad y orad para que no entréis en tentación; el espíritu está dispuesto, pero la carne es débil. Apartándose de nuevo, oró por segunda vez, diciendo: Padre mío, si ésta no puede pasar sin que yo la beba, hágase tu voluntad. Y vino otra vez y los halló durmiendo, porque sus ojos estaban cargados de sueño. Dejándolos de nuevo, se fue y oró por tercera vez, diciendo otra vez las mismas palabras. Entonces vino a los discípulos y les dijo: ¿Todavía estáis durmiendo y descansando? He aquí, ha llegado la hora y el Hijo del Hombre es entregado en manos de pecadores. ¡Levantaos! ¡Vamos! Mirad, está cerca el que me entrega (Mateo 26:37-46).

Esta narrativa nos muestra varias cosas, encontramos a los discípulos de Jesús que estaban a punto de ser testigos, de cómo les iba a ser arrebatado su Señor y Maestro; sin embargo, era más pesado el sueño de sus ojos, que la preocupación por lo que venía para Jesús.

Esto es una muestra de cómo mucha de la cristiandad, está más preocupada por su descanso corporal que por la voluntad del Señor en sus vidas; tristemente este es un padecimiento, que desde los días de Jesús hasta los nuestros, sigue estando vigente, pues aunque muchos “andan con Jesús” el sueño que trae el mundo a sus ojos los hace caer muertos de sueño, por eso dice la Escritura: Pero todas las cosas se hacen visibles cuando son expuestas por la luz, pues todo lo que se hace visible es luz. Por esta razón dice: Despierta, tú que duermes y levántate de entre los muertos, y te alumbrará Cristo (Efesios 5:13-14).

Jesús da una exhortación a sus discípulos, pidiéndoles que velen y oren para no caer en tentación; velar es vigilar, estar atentos en todo momento a lo que acontece y unido este concepto a la oración, entendemos que otra parte de la oración sin cesar, pues no podemos ser negligentes en esto, pues podemos caer en la tentación, como bien nos lo advierte Jesús.

Por otro lado, sabiendo que necesitamos orar en todo tiempo y gozosos, podamos entender lo que Pablo también expuso a los romanos en su carta: Y de la misma manera, también el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; porque no sabemos orar como debiéramos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles; y aquel que escudriña los corazones sabe cuál es el sentir del Espíritu, porque Él intercede por los santos conforme a la voluntad de Dios. Y sabemos que para los que aman a Dios, todas las cosas cooperan para bien, esto es, para los que son llamados conforme a su propósito (Romanos 8:26-28).

Si somos llamados conforme al propósito de Dios, como lo fue Jesús, entonces aunque todo se vea y se sienta en tormenta, clamaremos delante del Señor confiados en que Él nos llevará a tierra firme. Para esto tenemos al Espíritu Santo que nos guía a toda la Verdad (Cristo), el cual nos ayudará a clamar al Padre, para que su buena, agradable y perfecta voluntad, sea llevada a cabo, aunque a nosotros nos parezca todo estar de cabeza. Ejemplo de esto lo encontramos en la vida de un famoso profeta llamado Elías, dice la Biblia: Elías era un hombre de pasiones semejantes a las nuestras y oró fervientemente para que no lloviera y no llovió sobre la tierra por tres años y seis meses. Y otra vez oró y el cielo dió lluvia y la tierra produjo su fruto… (Santiago 5:17-20).

Elías fue comisionado por Dios para traer de nuevo el corazón extraviado de su pueblo, ya que por causa de Acab y Jezabel, ellos se fueron tras Baal y Asera.

Aun en peligro de muerte, Elías oró fervientemente y cumplió con su cometido; la oración de este profeta, junto con el ejemplo de Jesús nuestro Salvador, nos muestran que la oración sin cesar, es aquella que se hace y se persevera en ella, hasta que se cumpla la petición. Esto, es una oración que no solo necesita palabras, fe y repeticiones, sino acciones y responsabilidad; es decir, si una persona, por ejemplo, está orando por un vientre estéril, como en el caso de Isaac (Génesis 25:20-26), quien oró por su esposa Rebeca desde los cuarenta años y su respuesta vino cuando tenía sesenta, es decir pasaron veinte años, para recibir esa respuesta, no podemos pensar, que solo una vez oró Isaac por su mujer.

¿Puede usted imaginar la frustración de esos veinte años? Una pregunta recurrente en la mente de Rebeca sería ¿Por qué Señor, si mi familia me bendijo diciendo: Que tú, hermana nuestra, te conviertas en millares de miríadas, y posean tus descendientes la puerta de los que los aborrecen(Génesis 24:60), no puedo yo tener hijos? Ahora bien, podemos ver en esta pareja la espera y la perseverancia del cumplimiento de su petición y cuando vino la respuesta fue un gozo para ellos recibirla.

Imaginemos ahora, un país en donde todo es contrario, hay violencia, impunidad, corrupción, etc. ¿Será que solo es de orar una sola vez o solo una semana por esto? Claro que no, el clamor debe ser constante, sino veamos a Israel en Egipto, su clamor fue tan grande hasta que subió delante del Señor y les fue dada respuesta por medio de Moisés. De la misma manera, la iglesia debe tener un clamor incesante en sus corazones y labios, la profecía dice: Yo, Jesús, he enviado a mi ángel a fin de daros testimonio de estas cosas para las iglesias. Yo soy la raíz y la descendencia de David, el lucero resplandeciente de la mañana. Y el Espíritu y la esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed, venga; y el que desea, que tome gratuitamente del agua de la vida (Apocalipsis 22:16-17).

Por lo tanto, amado lector, no nos cansemos de presentar esta petición delante de nuestro Dios, pues si perseveramos en esta oración, vendrá el avivamiento del último tiempo, la iglesia se unirá, los predestinados para salvación se agregarán al cuerpo de Cristo y juntos recibiremos nuestra respuesta en el día glorioso de nuestro Dios, bendiciones.

Fuente:
Apóstol y Profeta Pedro Legrand | Ministerios Luz de las Naciones, Guatemala

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