“ Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz.” Romanos 8:6
Hay 5 componentes de tu mente en los que tú tienes que trabajar, con la ayuda del Espíritu Santo, para enfocarte en las cosas de arriba, en las cosas del Espíritu:
El intelecto – El intelecto es la acumulación de información. Tú decides la información que acumulas en tu mente. En este momento, tu intelecto está siendo llenado de información, en este caso, de la Palabra de Dios; pero se requirió una acción tuya. Tú no puedes pretender tener vida y paz, permitiendo que tu intelecto sea llenado con la información incorrecta. Te corresponde dirigir tu intelecto hacia las cosas espirituales.
La imaginación – Tu mente funciona como viajando en el tiempo; siempre está buscando tus memorias, así que siempre va al pasado y, lamentablemente, a través del pasado se proyecta hacia el futuro. Así que, muy pocas veces, tú estás en el momento. Toma mucho control de tu mente estar enfocado en el aquí y ahora. Estás pensando en lo que te pasó durante el día y en lo que va a pasar mañana. Tu mente viaja de la memoria a la imaginación y viceversa, y no todo lo que tú recuerdas es real; parte es producto de lo que tú imaginaste que pasó. Por eso, cuando se investiga un crimen, hay que ver todas las versiones, porque cada uno dice lo que piensa que pasó, y no necesariamente lo que pasó. La imaginación es lo que te proyecta hacia el futuro.
La memoria – La memoria es lo que te recuerda la información de tu pasado. Tú tienes que provocar que tu imaginación y tu memoria estén procesadas a través de la Palabra de Dios. Si tú quieres enfocarte en las cosas de arriba, tú tienes que escoger procesar tu pasado, no basado en lo que te pasó o lo que tú piensas que te pasó, sino en lo que tú crees que Dios quiere hacer contigo, a pesar de ese pasado; y Dios te da una nueva definición de ese pasado.
¿Cómo José iba a vivir en paz, siendo el segundo hombre de Egipto, si no procesaba correctamente su pasado? Imagina ser el segundo en mando, pero que en tu mente lo que estés sea pensando que tu papá se olvidó de ti, que tus hermanos te vendieron. ¿Cómo hubiera procesado él su vida? Mal. Por eso, cuando sus hermanos llegan donde él, les dice: Vosotros pensaron mal contra mí, pero Dios lo tornó en bien. Eso no es una revelación del Espíritu meramente, sino que José decidió pensar así porque el Espíritu le mostró que, a pesar de todo lo que le había pasado, Dios había estado con él; así que ahora él procesa su pasado con su familia de la forma correcta, provocando que su imaginación fuera el futuro correcto, y pudo disfrutar del futuro que estaba viviendo allí porque el Espíritu le ayudó a procesar de esa manera.
La razón – La razón es la parte que analiza los hechos. Tienes que aprender a razonar. Pablo decía: Este es nuestro culto racional. Esto no es a lo loco; hay una parte de tu mente que es la razón que necesita procesar para mantener balance entre tus emociones.
Las emociones – Imaginación y memoria van en combinación, y la razón y las emociones son contrapartes. El que es muy racional nunca demuestra emociones, y el que es muy emocional pocas veces razona. El balance entre las dos es importante. Una persona madura es la que encuentra ese balance. Y el Espíritu Santo te ayuda a razonarte para mantener control de tus emociones.
Tú tienes que tomar la decisión consciente de permitir en tu vida la dirección del Espíritu Santo. ¿Cómo? Dedicando tiempo a la meditación de la Palabra de Dios. Tú necesitas tomar tiempo para una dieta mental. Hay días, momentos en que tienes que apagar la radio, las noticias, y meditar la Palabra de Dios. Si tú quieres que el Espíritu Santo te ayude trayendo a tu memoria un verso bíblico, necesitas el verso bíblico dentro de ti; así que necesitas la parte de estudiar el verso, de memorizarlo, para que un día el Espíritu Santo lo pueda vivificar en tu vida y te ayude a controlar tu razón, tu imaginación y tus emociones.
A través de toda la Biblia, hay múltiples versos que nos hablan acerca de meditar la Palabra. Salmos 19:14: 14 Sean gratos los dichos de mi boca y la meditación de mi corazón delante de ti, Oh Jehová, roca mía, y redentor mío. Josué 1:8: 8 Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien. Lo que tú meditas es lo que tú vas a hacer; y para meditar tienes que controlar tu boca, porque tú meditas en lo que tú hablas.
Tú no tienes control de todos los pensamientos que lleguen a tu vida; somos bombardeados todo el tiempo. Los pensamientos salen de adentro y llegan de afuera. Y meditar no es blanquear tu mente, sino hablar la Palabra, porque tu patrón de pensamiento lo interrumpes tú con lo que tú hablas, con lo que dices. Si te quedas en silencio tratando de controlar tu mente, estás haciendo lo incorrecto porque así lo que logras es que la mente siga corriendo. Tienes que declarar la Palabra. Y, cuando ya tú no sabes qué más decir para controlar tus pensamientos, habla en otras lenguas porque aunque tu mente no lo entienda, tiene que callarse.
La meditación de la Palabra requiere de tu esfuerzo para tomar control de estos 5 componentes de tu mente, y el Espíritu es quien te ayuda en medio de todo eso.