Eso la sumió en una depresión severa que la llevó a ponerse en manos de psicólogos. “La depresión era tan fuerte que siendo cristiana no le encontraba sentido a la vida. Me sentía en una burbuja, como en un callejón sin salida, y poco a poco después que entré aquí todo cambió”, reflexiona Ana, al referirse a la oportunidad que les da el Departamento de Responsabilidad Social del Ministerio de Obras Públicas a más de 300 jóvenes que antes se dedicaban, en su mayoría, a cometer delitos de todo tipo y hoy son reintegrados a la sociedad.
Entiende que muchos de los males que presenta la sociedad es por el desempleo. “Aquí yo veo cómo a los jóvenes se les da la oportunidad de cambiar su condición de vida, de cambiar su situación económica, porque muchas veces vienen con un pasado negativo”, dice.
Ana, al igual que otras 20 mujeres, se encargan de mantener la higiene en los peatonales del Distrito Nacional y el Gran Santo Domingo y, aunque no es su caso, reconoce que muchos de sus compañeros que antes andaban en el oscuro mundo, hoy se les brinda la oportunidad de saber que son entes que pueden aportar a la sociedad.
Esas manos que antes hacían daño, hoy construyen los sueños de decenas de familias en distintos barrios de la capital y el interior del país. Son los que el Departamento emplea para acudir en auxilio de los más desposeídos para construirles viviendas, limpiar sus entornos, asistirle en la reparación de su techo y otras necesidades que presentan.
“Mi familia vive de este trabajo. La vida me cambió. Aquí han hecho que uno recapacite, yo me siento como nunca me había sentido”, cuenta Luis (se omite el apellido), quien admite sus acciones reñían con la ley, lo que lo convirtió en una persona olvidada por su entorno. Hoy es un joven pintor de 29 años, residente en La Cañita y que ha logrado formar su familia de la que hoy se siente orgulloso.
Al igual que Ana y Luis, otros que se benefician del programa no dudan en señalar el “caos” en que vivían, como es el caso de Kelvin Alberto, quien entiende que por su conducta tiraban su currículo a la basura en los lugares donde los llevaba.
Pero si algo tienen en común estos muchachos, es que luego de sentir que sus esperanzas se desvanecían, y que sus posibilidades de pertenecer a una institución nunca llegaría, hoy forman parte junto a más de 300 jóvenes de la unidad que lleva soluciones a barrios como La Cañita, Gualey, Guachupita, La Ciénaga, Villas Agrícolas, Villa Consuelo, Villa Juana, Cristo Rey y otros del Gran Santo Domingo y el Distrito Nacional y varias provincias del país.
En el lugar también hay espacio para las personas con capacidad especial, como es el caso de Willy Segura, que se ha convertido en un ejemplo palpable de que la adversidad no es limitante para lograr los objetivos.
Hace 12 años Willy estaba trabajando construcción e hizo contacto con un alambre eléctrico cuando pegaba dos varillas. Fue el peor día de su vida, fruto de la descarga que recibió perdió sus dos manos. Nunca lo volvieron a mirar para un trabajo digno hasta hace dos años cuando Abel Tejada, director del referido departamento, lo observó en momentos que intervenían una cañada en el barrio La Ciénaga donde reside.
“El encargado de la unidad vio en mi lo que otros no veían. Yo he tocado puertas y no me abrían, porque son pocos los discapacitados que los ayudan”, dice cabizbajo.
Su disposición de ayudar, la integración a los trabajos y su interés de buscar solución a los problemas mientras hacían una jornada en La Ciénaga, fue lo que hizo que Tejada se fijara en él.
“Nosotros estamos haciendo un trabajo en La Ciénaga, y vemos la integración de Willy a los trabajos y ese interés en aportar, informándole a la gente, guiando a los obreros y esa disposición de que la comunidad mejore y dije: mira eso, ese muchacho lejos de estar acomplejado, de sentirse al menos y estar por ahí consumido en una depresión producto de la lesión que tiene, está muy motivado, y eso me obligó a ayudarlo”, dijo.
Destaca que tener a Willy trabajando en su departamento ha sido una gran bendición, “porque ha servido de inspiración para muchas personas que tienen sus dos brazos y no pueden hacer lo que él hace, con la entrega que lo hace, la devoción, la facilidad y el amor y eso deja mucho de qué hablar”.
Y es que, sin dudas, Willy es una especie de luz en el Departamento y a juicio de Tejada lo describe como un hombre correcto y un ciudadano ejemplar, quien también se ha convertido en un ente que aporta soluciones a los problemas de su comunidad. El joven se desempeña como mensajero interno en el Departamento, donde asegura ha desarrollado muchas habilidades “porque quiere echar para adelante”.
“A través de las relaciones que ha conseguido aquí en el ministerio, aprovecha para llevar soluciones a su comunidad. O sea, que lejos de ser una carga para la sociedad, Willy se ha convertido en un ente de soluciones para su sector. Yo puedo describirlo como un hombre correcto, un ciudadano ejemplar”.
Cuándo nace el proyecto
La iniciativa, la cual fue bautizada como “proyecto de inclusión social”, surgió hace unos tres años, cuando se la presentó al ministro Gonzalo Castillo. Por su condición de abogado notaba que en muchos casos los involucrados eran reincidentes en actos reñidos con la ley, lo que a su juicio se debía a la falta de oportunidades para reinsertarse en la sociedad.
Tejada recuerda que mucha gente le dijeron que si se estaba volviendo loco, porque acudía a los barrios que componen el cordón de la miseria de la Capital y reclutaba a las personas con antecedentes.
“Creo en que a la gente que ha cometido algún delito se le debe dar la oportunidad de que se reinserten a la sociedad. Muchos lo primero que le piden a al momento de darle un empleo es un certificado de buena conducta. Cómo es posible que después que una gente pulga la pena por el hecho que cometió siga siendo condenado, eso es injusto”, se lamenta el funcionario.
Entiende que si ya la persona cumplió la pena no debe seguir siendo condenado por su entorno.
El plan está enmarcado dentro de los principios de la agenda del gobierno, que es la inclusión de todos los sectores de la sociedad. “Y para mi ha sido una experiencia terrible saber que en tiempo de tormenta yo le puedo decir a los muchachos a cualquier hora del día y la noche ¡vamos para Dajabón, que se metió el rio!, y ahí van ellos como soldados, una semana, dos semanas, fuera de su familia. Lejos de estar quitándole las pertenencias a la gente como lo hacían anteriormente, ahora ellos les están brindando protección. Entonces eso para mi y el equipo ha sido una gran satisfacción”, dice.
Pero hay algo que destacar, para Tejada son las personas más puntuales, obediente, y entregadas a su trabajo, “o sea, que eso ha sido un error aislar a esas personas”.
Considera que el sistema que opera es el del rechazo, la estigmatización, pero que muchas veces tras cumplir condena esos jóvenes cambian, pero no se les da la oportunidad.
“Aquí los hemos enseñado a comportarse y a convivir en sociedad, se le va quitando ese mal hábito, le vamos dando confianza. Aquí se le habla hasta de economía, de cómo administrar sus recursos. En la medida que hagamos eso no solo la República Dominicana va a cambiar, sino el mundo, y es cambiando nuestro entorno que lo vamos a lograr”, enfatizó Tejada.
El programa tiene 320 personas, con presencia en unas 12 provincias, pero la mayor satisfacción la sienten los comunitarios de los barrios a los que pertenecen esos jóvenes, porque los han sacado de las calles e insertado a la sociedad, mejorando así su entorno y su calidad de vida