“Por tanto, si hay alguna consolación en Cristo, si algún consuelo de amor, si alguna comunión del Espíritu, si algún afecto entrañable, si alguna misericordia, 2 completad mi gozo, sintiendo lo mismo, teniendo el mismo amor, unánimes, sintiendo una misma cosa. 3 Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; 4 no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros. 5 Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, 6 el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, 7 sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; 8 y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. 9 Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre,” Filipenses 2:1-9
Pablo dice que haya en ti el mismo sentir, el mismo deseo. No es que vayas a tener exactamente el mismo resultado. El Señor Jesús entregó su vida por nosotros en la cruz del Calvario, y Dios le dio un nombre que es sobre todo nombre. Por supuesto, dar lo mejor de tu vida no te va a dar un nombre que es sobre todo nombre, porque ese nombre sobre todo nombre se lo dio solo a nuestro Señor Jesucristo, así que no podemos igualar todos los resultados, pero sí el apóstol Pablo nos dice que tiene que haber en nostros el mismo sentir, el mismo deseo. Ese deseo es el de presentarte delante del Padre con lo mejor, el de darle a Dios Padre lo mejor de ti.
Es bien importante que durante este tiempo reflexiones si realmente le estás dando lo mejor a Dios; que haya el mismo sentir, que no escatimes lo que tengas, quien seas, tu nivel, tu posición. Que no pienses que estas cosas son demasiado importantes para tú no dar a Dios lo mejor. Debe haber el mismo sentir y obedecer a Dios en siempre entregar lo mejor de ti. Hay quien quiere tener grandes resultados, grandes victorias y bendiciones, quieren poder reclaramar las promesas de Dios, pero no están haciendo lo mejor que pueden; estiman más otras cosas, dan más valor a otras cosas que su relación con Dios y a lo que deben presentar ante Él. Cuando vives así, te engañas a ti mismo. Dices que sí estás haciendo lo mejor que tú puedes, cuando en tu mente, en el fondo, tú sabes que realmente no estás haciendo todo lo que puedes hacer.
El apóstol Pablo aclara: Tiene que haber en nosotros este mismo sentir, el mismo deseo en el corazón de darle lo mejor a Dios. ¿Quieres tú realmente hoy entrar en una nueva dimensión en tu vida? ¿Quieres tú, en cualquier área, llegar a alcanzar algo grande? ¿Quieres que Dios pueda usar tu vida de manera especial? ¿Quieres vivir tiempos nuevos de poder, de victoria y de bendición? Si tú respuesta es afirmativa, si quieres, entonces, la pregunta es: ¿Estás dándole lo mejor a Dios? ¿Estás teniendo el mismo sentir? ¿O estás estimando otras cosas más apreciadas?
En Lucas 18, un joven va deseando la clase de vida que Jesús tenía. La versión en inglés nos describe a este hombre como un dirigente joven y rico. Era una persona de autoridad en la sinagoga, y era rico. Tres cosas estimaba este hombre: Su juventud, su riqueza y su posición. Y fue a pedirle a Jesús la clave para obtener y alcanzar todo lo que Jesús era. Jesús le dijo: Vende todo lo que tienes y dalo a los pobres. Este muchacho deseaba la vida de Jesús, pero no la estimo tanto, no le dio tanto valor a la vida que Jesús le podía dar, como a las cosas que él ya tenía. Era joven, rico y tenía autoridad; y estimó más todas esas cosas, que la vida que dijo que deseaba tener. Lo que vio de Jesús que le inspiró, no fue tan valioso como para dejar todas las otras cosas. Y así nos pasa en la vida. Ves cosas que te hacen aspirar a tenerlas, pero cuando ves el sacrificio que requiere, no siempre estás dispuesto a hacerlo. En la Escritura, vemos que esto entristeció a Jesús; sus palabras, sus comentarios acerca de la reacción de este joven, nos dejan ver que el Señor hubiese querido relacionarse con este joven; le dio una oportunidad que no todo el mundo tuvo, la oportunidad de seguirle. Le dijo: Vende todo y sígueme. Solo a unas pocas personas Jesús les dijo esto. De los pocos a los que se les hizo esa propuesta, este la rechazó.
Hay un principio poderoso cuando tú realmente das a Dios lo mejor en todo sentido; pero en el área de las finanzas en particular, queremos exhortarte a presentarte ante Dios con tu mejor ofrenda, tu mejor semilla. La cantidad es relativa para cada uno. Envía tu preciosa semilla. Créele a Dios por ese milagro de multiplicación. Entrega lo que Dios te está pidiendo para alcanzar todo lo que Él te ha mostrado que puedes ser. El sacrificio de sembrar una semilla de fe, promete multiplicación, aumento e incremento de forma sobrenatural. Salmos 126, nos habla de esa preciosa semilla. Nos dice: Los que sembraron con lágrimas, con regocijo segaran. Irá andando y llorando el que lleva la preciosa semilla, mas volverá a venir con regocijo, trayendo sus gavillas. Qué poderoso poder presentarte delante del Señor y sembrar una semilla de fe. Atrévete; no hagas como el joven rico. Imagina todo lo que este joven pudiera haber alcanzado, cuántos de sus escritos estarían hoy en la Biblia. Sabríamos lo que su ministerio habría alcanzado, si hubiera continuado con nuestro Señor Jesucristo. No sabemos todo lo que el Señor iba a hacer con él. Sabemos lo que el Señor prometió a sus discípulos; en Lucas 18, sus discípulos cuestionaron que Jesús dijera que era difícil que un rico entrara en el reino de los cielos, y Jesús les dijo: No hay ninguno que haya dejado casa, padre, madre, hijos, que no reciba cien veces más aquí y ahora, y en el más allá la vida eterna. Si aquel joven era rico, podía llegar a ser cien veces más rico; si tenía, pudo tener más, solo con atreverse a dar todo lo que tenía y lo que él era. Atrévete. Ya tú sabes el nivel en que estás, ¿por qué no sacrificar por el futuro que Dios tiene para ti? Toma un acto de fe en este momento. Ya sabes donde has llegado, pero ¿te imaginas donde podrías llegar? ¿Te atreverías a moverte en fe hacia ese nuevo lugar, a hacer lo necesario para alcanzar todo lo que Dios te ha prometido?
Oramos contigo, pidiéndole a Dios que al sembrar esta semilla, Él te muestre tiempos nuevos, en el nombre poderoso de Jesús