
Dentro de los libros de la Biblia en el Nuevo Testamento, tenemos la Carta a los Hebreos que, aunque no conocemos el nombre de su autor, contiene una revelación tan extraordinaria sobre el pensamiento y la forma de culto de la ley mosaica, decantándose en la nueva cosmovisión cristiana. Dentro de las ideas del autor de la epístola, está la sección dedicada a la fe, en la que dice: Por la fe entendemos que el universo fue preparado por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve no fue hecho de cosas visibles (Hebreos 11:3).
Como podemos observar, la fe nos ayuda a entender
cosas que otros no entienden. El apóstol Pablo nos explica que la fe puesta en Jesús, nos conduce a la guianza del Espíritu Santo, como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han entrado al corazón del hombre, son las cosas que Dios ha preparado para los que le aman. Pero Dios nos las reveló por medio del Espíritu, porque el Espíritu todo lo escudriña, aun las profundidades de Dios. Porque entre los hombres, ¿Quién conoce los pensamientos de un hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Asimismo, nadie conoce los pensamientos de Dios, sino el Espíritu de Dios. Y nosotros hemos recibido, no el espíritu del mundo, sino el Espíritu que viene de Dios, para que conozcamos lo que Dios nos ha dado gratuitamente (1 Corintios 2:9-
12).
El universo, el cosmos, toda la creación fue hecha por medio del Verbo de Dios; de la Palabra provienen todas las cosas, como dice el apóstol Juan: Todas las cosas fueron hechas por medio de Él y sin Él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho (Juan 1:3). De lo anterior, podemos colegir que el Verbo intangible e invisible, es la fuente de
donde se originan todas las cosas creadas, no hubo nada previo, no hubo materia prima, solo fue dicha la palabra y las cosas fueron hechas.
Fue la luz y retrocedierons y las tinieblas, surgió la tierra y Dios dijo que se hiciera la vegetación y produjo la tierra vegetación: hierbas que dan semilla según su género y árboles que dan fruto con su semilla en él, según su género. Pablo que entendió este concepto, escribió sobre el Cristo: Él es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación. Porque en Él fueron creadas todas las cosas, tanto en los cielos como en la tierra, visibles e invisibles; ya sean tronos o dominios o poderes o autoridades; todo ha sido creado por medio de Él y para Él. Y Él es antes de todas las cosas y en Él todas las cosas permanecen (Colosenses 1:15-17).
En esta porción leemos que hay cosas invisibles
que también fueron creadas por Dios como dominios, poderes o autoridades. A muchos cristianos se les ha enseñado, que el diablo y sus huestes son enemigas de Dios y que satanás es el contrincante de Dios, pero no es así, ya que todas las cosas fueron creadas por Él y para Él. El lago de fuego, no es el lugar donde gobierna el
enemigo de nuestras almas, sino que será el lugar donde sufrirá por la eternidad junto con sus demonios, esto a causa de haberse rebelado en contra del plan de Dios, como aquellos que no reconocieron a nuestro Señor Jesús como su salvador cuando escribió Juan: Jesús le dijo: Yo soy el camino y la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por mí (Juan 14:6).
El apóstol Pablo, en la Carta a los Efesios, también dijo: Por lo demás, fortalezcamos al Señor y en el poder de su fuerza. Revestíos con toda la armadura de Dios para que podáis estar firmes contra las insidias del diablo. Porque nuestra lucha no es contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los poderes de este mundo de tinieblas, contra las huestes espirituales de maldad en las regiones celestiales. Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el mal día malo y habiendo hecho todo, estar firmes (Efesios 6:10-13). Nuestra lucha (Gr. pale), no es contra seres humanos, sino contra seres invisibles, que nos atacan con el fin de probar nuestra fidelidad al Señor y a la vez, sacar a luz aquellas áreas de nuestro ser, que no están alineadas a la voluntad de Dios y que nos pueden llevar al error.
Realmente el trabajo de las fuerzas invisibles, es para glorificar a Dios, en todo caso. Cuando Satanás se sentía más seguro de su victoria, al haber urdido el plan para matar al Hijo de Dios, a la resurrección de Cristo, no solamente fue vencido, sino que le fue arrebatado su poder. De esta victoria, escribió Pablo: Y cuando estabais muertos en vuestros delitos y en la incircuncisión de vuestra carne, os dio vida juntamente con Él, habiéndonos perdonado todos los delitos, habiendo cancelado el documento de deuda que consistía en decretos contra nosotros y que nos era adverso y lo ha quitado de en medio, clavándola en la cruz. Y habiendo despojado a los
poderes y autoridades, hizo de ellos un espectáculo público, triunfando sobre ellos por medio de Él (Colosenses 2:13-15).
Como podemos ver, Jesús quitó todo derecho que nuestros enemigos invisibles, tenían sobre nosotros y nos invistió con la autoridad de Su nombre, para que en el nombre de Jesús, lo visible y lo invisible, se sujeten a la
voluntad de Dios, tal como está escrito: Vosotros, pues, orad de esta manera: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo (Mateo 6:9-10). A tal respecto, Jesús dijo a sus discípulos: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que crea y sea bautizado será salvo; pero el que no crea será condenado. Y estas señales acompañarán a los que han creído: En mi nombre echarán fuera demonios, hablarán en nuevas lenguas; tomarán serpientes en las manos y aunque beban algo mortífero, no les hará daño; sobre los enfermos pondrán las manos y se pondrán bien (Marcos 16:15-18).
De esta cuenta, debemos saber que como hijos de Dios, no tenemos por qué temer, pues el Señor nos dio el nombre de Jesús no sólo sobre lo visible, sino que también sobre lo que no se ve. Como está escrito: A fin de que la infinita sabiduría de Dios sea ahora dada a conocer por medio de la iglesia a los principados y potestades en las regiones celestiales, conforme al propósito eterno que llevó a cabo en Cristo Jesús nuestro Señor (Efesios 3:10-11).