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La familiaridad causa menosprecio


Cuando miramos el Antiguo Testamento, podemos imaginar el dolor de Dios por cómo el pueblo trataba su presencia. Vemos que las experiencias gloriosas desde Éxodo comenzaron a disminuir; vemos un pueblo que sigue conquistando, pero vemos la experiencia de Dios en el templo descendiendo. Dios siempre tuvo el deseo de habitar con el hombre; así que, cuando Salomón hace el gran templo, Dios se muda a aquel lugar. En el año 70, Dios sale de allí, porque el pueblo nunca apreció lo que era Dios para ellos. Desde Éxodo hasta Malaquías, vemos un pueblo que falla constantemente, que le niega, se olvida de Dios, de su presencia; menosprecian el arca, no tienen reverencia; descuidaron la presencia de Dios y, poco a poco, esas manifestaciones van bajando. Puedes pensar que fue bajando la frecuencia de esas experiencias porque Dios quiere morar dentro de nosotros; y es verdad, la habitación más grande que Dios tiene es tu vida, tu interior, dentro de ti; pero puedes cometer el mismo error que cometió aquella gente, que era menospreciar la presencia de Dios al grado de olvidarse de quien Él era, pecar y menospreciar el arca.

Cuando Saúl fue rey, pensó: Ya llegué. Y entonces, dejó de consultar, de respetar a Dios; daba ofrendas, pero no basadas en la estructura establecida para hacerlo. El mismo David, en una ocasión, con la buena intención de traer el arca del pacto a su casa, manda a preparar un carro con bueyes. David venía contento, bailando y danzando, y aquella arca comenzó a tambalearse. Y un hombre llamado Uza trató de impedir que se cayera, y murió inmediatamente. Se entiende que Uza era de la casa donde el arca había estado por mucho tiempo; gente a la que el arca de Dios se le hizo tan familiar, que no tenía el respeto necesario para poder disfrutar de la presencia de Dios. Aquella arca quedó en casa de Obed-Edom por tres meses; y aquella casa, en noventa días, fue cambiada, transformada, porque Obed-Edom fue buen anfitrión de la presencia de Dios.

¿Ya no sientes lo mismo en tu iglesia? Pregúntate si no será que se te ha hecho tan familiar, que le has perdido la reverencia. La familiaridad causa menosprecio. Menospreciamos aquellas cosas que tenemos cerca y no nos damos cuenta cuando, eventualmente, desaparecen de nuestra vida. La presencia de Dios, muchas veces, tú no te das cuenta que ya no está sino hasta que ya es muy tarde. Es como el matrimonio, que no se acaba de un día para otro, sino a través de un tiempo; pero, aunque habitan juntos, no se dan cuenta. Pero Dios sigue teniendo el mismo deseo de encontrarse contigo.

“ Y la gloria del Dios de Israel se elevó de encima del querubín, sobre el cual había estado, al umbral de la casa; y llamó Jehová al varón vestido de lino, que tenía a su cintura el tintero de escribano, y le dijo Jehová: Pasa por en medio de la ciudad, por en medio de Jerusalén, y ponles una señal en la frente a los hombres que gimen y que claman a causa de todas las abominaciones que se hacen en medio de ella.” Ezequiel 9:3

En el libro de Ezequiel, vemos al pueblo degradándose poco a poco en su experiencia, al punto tal que, eventualmente, la gloria de Dios desaparece de la casa del Señor, y todo se daña. No nos damos cuenta que es nuestra actividad hacia Dios la que provoca que ya no esté, que no lo veamos, que no lo podamos experimentar, Él queriendo estar en medio de nosotros. Comenzamos a ver la maldad de nuestra vida, y aumenta al punto tal que tenemos que ser expulsados, al punto que Él ya no está, y se vuelve algo religioso.

No vuelvas tu experiencia de la presencia de Dios en la casa del Señor tan familiar que no puedas experimentar lo que Él está haciendo y quiere hacer contigo, no sea que el día que abras tus ojos sea tarde y Dios ya no esté en ese lugar. Hay gente adorando a Dios en lugares vacíos, huecos, simplemente porque la experiencia de Dios para sus vidas se ha vuelto tan familiar que han caído en menosprecio, provocando que no haya relación.

Ve a la casa del Señor con pasión. No vas para cualquier cosa ni a cualquier lugar; tú vas a encontrarte con Dios. Ve con pasión, lleva lo mejor de ti, saluda a tus hermanos con amor, ten una experiencia con el Señor. No menosprecies, no pienses que la iglesia siempre va a estar allí, que siempre va a haber allí gente, no lo hagas tan familiar que menosprecies el hecho de que Dios quiere habitar en medio de la congregación en aquel lugar. No importa cuántos años lleves reuniéndote en aquel lugar, ten la certeza que, si vas con la misma pasión del primer día, tendrás experiencias gloriosas, maravillosas, y ayudarás a que otros también las puedan tener. La presencia de Dios quiere manifestarse, no tan solo en una persona, sino colectivamente. Dios quiere hacer que esta palabra corra a más gente, que esta experiencia vaya a otro nivel; pero requiere de ti que no menosprecies la presencia de Dios, que no lo hagas tan familiar que lo menosprecies al grado que desaparezca de tu vida.

En los evangelios, vemos gente que iba al templo, aunque ya la presencia de Dios no estaba allí; porque es posible ir a un lugar, y que ya Dios no esté allí. Dios es omnipresente, pero no habían grandes demostraciones, grandes manifestaciones de su poder. Vemos el poder de Dios fuera del templo, porque la gente lo había vuelto religioso, obligatorio, menospreciaban a Dios que había querido habitar por tanto tiempo en medio de ellos.

Que tu corazón mantenga la misma pasión, el gozo, la alegría del primer día. Ve a la casa de Dios con el mismo deseo de encontrarte con Él, para que siempre cuentes con su presencia y no desaparezca de ti. Si no cuidas tu relación con Dios, como con cualquier relación, eventualmente, cuando abras tus ojos, habrá desaparecido. Hay matrimonios que viven juntos, pero están vacíos; van a la casa, pernoctan, pero allí ya no hay nada. Así hay muchos por tanto menosprecio; por la familiaridad, desatienden sus relaciones. Que no te pase con Dios. No seas como Israel. Dios quiere mostrarse contigo y delante de ti.

Sé parte de esa experiencia colectiva, parte de las actividades de tu iglesia. Quizás tú entiendes que no necesitas eso, pero otro lo necesita. Tú puedes hacer esa diferencia en la vida de alguien más. Que no se te haga tan familiar lo que Dios está haciendo que, eventualmente, lo menosprecies y un día, cuando no esté, ni cuenta te hayas dado.

Fuente:

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Pastor Otoniel Font

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