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La encarnación del amor

«En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros, en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por él.» 1 Juan 4:9.

Siempre Dios se ha manifestado como un Ser amoroso. Es un error pensar que el Dios del Antiguo Testamento es uno muy distinto al del Nuevo. La historia bíblica es narrada por hombres y trata en el Antiguo acerca de las luchas del pueblo de Israel por alcanzar la promesa de Dios.

Indudablemente hay guerras y sucesos sangrientos -de los cuales debemos extraer enseñanzas espirituales- como también hay actos de desobediencia a Dios por parte de ese pueblo y su consecuente y necesaria disciplina o castigo.

La Biblia es un camino de desarrollo espiritual y la creciente revelación a los patriarcas, reyes, sacerdotes y profetas, del modo dispuesto desde la eternidad, en que Dios salvará a la Humanidad de la destrucción del pecado y le restaurará a su imagen primigenia. La salvación vino a esta tierra en la Persona de Jesucristo, el Hijo de Dios, Dios mismo encarnado en un ser humano: Jesús de Nazaret.

En el Antiguo Testamento Dios se muestra de muchas formas: como el viñador (Cantares 8:12), el médico (Éxodo 15:26), el pastor (Salmo 23), el padre (Isaías 9:6), el maestro (Isaías 55:4), el esposo (Jeremías 3:14). En todas estas imágenes expresa su gran amor por la raza humana.

Pero es en la persona de Jesucristo donde esa esencia se encarna completamente, porque Él es «la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder» (Hebreos 1:3). Únete al Hijo de Dios y tendrás Su amor eternamente. Que el Señor te bendiga.

«Yo, la luz, he venido al mundo, para que todo aquel que cree en mí no permanezca en tinieblas», (Juan 12:46.

AMEN.

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