
El final del capítulo 5 de Mateo se suele llamar el «punto trascendental» del Sermón del Monte. Ciertamente es la parte más radical. En el versículo 20 habla de una «justicia» —una forma de vida— que supera ampliamente a la de los escribas y fariseos. A primera vista, esta es una declaración desconcertante.
Los fariseos eran meticulosos en su obediencia detallada a la ley, de hecho, agregaron muchas regulaciones y normas a la ley de Moisés que había sido revelada por Dios. En otro lugar, Jesús critica su legalismo. Entonces, ¿cómo podía hablar de superar su justicia? El final del capítulo 5 explica cómo es esta nueva forma de vida. De hecho, va más allá de cualquier cosa en el Antiguo Testamento, y aún más allá de las filosofías y éticas de la antigüedad pagana. Jesús plantea una vida de amor que incluye a los enemigos y a las «personas malas», no solamente a los amigos y a las personas «buenas».
Jesús dice:
Ustedes han oído que se dijo: «Ojo por ojo y diente por diente». Pero Yo digo: No resistan al que les haga mal. Si alguien te da una bofetada en la mejilla derecha, vuélvele también la otra. Si alguien te pone pleito para quitarte la capa, déjale también la camisa. Si alguien te obliga a llevarle la carga una milla, llévasela dos. Al que te pida, dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no le vuelvas la espalda (Mt 5:38-42).
Como señalan casi todos los académicos y comentaristas, Jesús no está anulando la lex talionis (Ley del talión: «Ojo por ojo y diente por diente») como se había dado originalmente en Éxodo 21:24, Levítico 24:19-20 y Deuteronomio 19:21.
[La regla] fue dada, como muestra el contexto del Antiguo Testamento, para proporcionarle al sistema judicial de la nación una fórmula rápida de castigo, en particular porque terminaría decisivamente con las venganzas.1En otras palabras, la lex talionis era una regla general para que los jueces decidieran los casos legales y los límites de restitución; no fue dada como garantía para justificar la venganza en las relaciones personales, lo cual prohíbe expresamente Levítico 19:17-18. Sin embargo, evidentemente, en el tiempo de Jesús, esta regla general se había convertido en eso mismo: una forma en que las personas respondían a cualquier ofensa.
Sin embargo, Jesús plantea un principio sorprendente: «No resistan [gr. anthistemi] al que les haga mal» (Mt 5:39). ¿Jesús está diciendo que debemos dejar que cualquier persona nos haga el mal que se le ocurra? Aún antes de ver Sus ejemplos en los siguientes versículos, sabemos que esta frase no se puede interpretar de esa forma. Jesús no dice que no nos debemos oponer al mal, ni tampoco lo dice el resto del Nuevo Testamento.
El rostro de Dios está contra los que hacen el mal (1 P 3:12). Debemos resistir al diablo (Stg 4:7; 1 Jn 2:13-14). Debemos expulsar de en medio de nosotros a una persona malvada en vez de tolerarla (1 Co 5:13; Ap 2:2). Se nos dice que debemos luchar contra el mal (Ef 6:12). Todo esto significa que Jesús no dice que simplemente debemos dejar que el malvado haga lo que quiera con nosotros. Entonces, ¿qué está diciendo Jesús? Como indica John Stott:
La primera pista para entender correctamente Su enseñanza es reconocer que las palabras [griegas] to ponero («mal») aquí están en género masculino, no neutro… Jesús no niega que existe el mal… Lo que no permite es que tomemos represalias.2
Jesús no nos dice que permitamos que el mal se salga con la suya; sino que debemos vencer el mal con el bien sin destruir al que hace mal (Ro 12:18 ss.). Las cuatro ilustraciones que Jesús nos da respaldan esta perspectiva.
La primera es un golpe en la mejilla derecha. Como la mayoría de las personas son diestras, se refiere a un golpe con el dorso de la mano, la forma antigua de presentar un insulto en el Medio Oriente. Aquí estamos hablando de algo que está diseñado no para herir físicamente, sino para humillar. Los cristianos no deben responder de esa manera.
Segundo, cuando se incurría en una deuda, se podía ofrecer una prenda de vestir («la camisa») como garantía. Aquí Jesús dice que, si te demandan, en vez de responder con resentimiento y hacer todo lo que puedas por oponerte al acreedor, debes hacer todo lo posible para arreglar cuentas con él, incluso ofrecer voluntariamente otra prenda.3
El tercer caso y el cuarto son aún más claros. «Y cualquiera que te obligue a ir un kilómetro, ve con él dos. Al que te pida, dale; y al que desee pedirte prestado, no le vuelvas la espalda» (Mt 5:41-42). La palabra «obligue» se traduce mejor como «reclutar» (gr. angareuo), una palabra antigua sería leva (RAE: recluta de gente para servicio militar). Por ley, las legiones romanas podían reclutar civiles sin su consentimiento para que llevaran equipamiento militar por una distancia de hasta una milla romana.
Aunque era molesto, de nuevo, esto era perfectamente legal y Jesús les aconseja a Sus discípulos que no tomen una postura de disposición con resentimiento y malicia con los soldados que los llaman. El último ejemplo es alguien que necesita un préstamo, y la ley de Moisés ya les mandaba a los israelitas que prestaran y dieran a los necesitados (Éx 22:25; Lv 25:37; Dt 23:19) con generosidad (Dt 15:7-11; Sal 37:26; 112:5).
Entonces, la enseñanza de Jesús no es que debemos permitir que el mal se salga con la suya. En Mateo 18:15-18, Jesús nos manda que confrontemos a los que nos han hecho mal. Pablo se opone a Pedro públicamente cuando ve que está cometiendo un error grave (Gá 2:11 ss.). La Biblia está llena de exhortaciones a corregir y reprender (p. ej., Gá 6:1). El Nuevo Testamento explica que los gobiernos eran designados por Dios para castigar el mal (Ro 13:1-8; 1 P 2:14).
Pero al resistir el mal, los cristianos no deben apuntar a los ofensores para lastimarlos o perjudicar su reputación solo para pagarles con la misma moneda. En cada uno de los casos de estudio de Jesús, Él llama a los creyentes a que no devuelvan mal por mal con ira, orgullo herido y deseo de venganza.
Un escritor cristiano reflexionó sobre estos versículos:
[Esta] es una enseñanza muy espiritual… Debo tener una actitud correcta hacia mí mismo y el espíritu de defensa propia que brota inmediatamente cuando me hacen cualquier mal. También debo tratar con el deseo de venganza y el espíritu de represalia que son tan característicos del ser natural.4