La personalidad del nuevo goleador del Atlético de Madrid es inseparable de su fe. “Todas las alabanzas que recibo los comparto con Dios”.
Está dando sus primeros pasos en la cancha el nuevo fichaje del Atlético de Madrid, el colombiano Jackson Martínez (28 años) que nació en Quibdó, en el corazón de la región de Chocó, un área muy golpeada por el conflicto armado de Colombia.
El fichaje más caro de la historia del Atlético (35 millones), tras Falcao, relata su vida dominada por fuertes contrastes sociales y su fe en Jesús. “Intento vivir mi vida para agradar a Dios. Soy cristiano y muy creyente”, dice.
Hace años en el aeropuerto de Madrid Barajas Jackson Martínez (Quibdó, 1986), el nuevo futbolista del Atlético, le llegó la hora de embarcar a Oporto. Jackson esperaba en el control de rayos X del aeropuerto. El responsable de seguridad ofreció a él y a otro pasejero la posibilidad de compartir la bandeja para colocar lo último que les quedaba, que eran sus teléfonos. “Yo no comparto nada con un negro” dijo el otro. Aquella respuesta, sin embargo, no inspiró reacción violenta alguna del futbolista. “Dios me dio un autocontrol que en otro momento no hubiera tenido”.
Cuando pasó eso en el aeropuerto de Madrid, él ya era un futbolista de élite. Un goleador de prestigio que acababa de fichar por el Oporto tras triunfar en México.
“Su voz suena a profesor de catequesis”, le dijo el periodista Galo Martín el día que lo entrevistó para la revista colombiana Bocas, en la que Jackson Martínez aseguró que cada alabanza que recibe lo comparte con Dios y con los que le permitieron llegar hasta donde está hoy. via:protestantedigital.com
Y es que su convicción le lleva a Jackson a decir cosas como que cuando juega “sé que Dios estará a mi lado”, o escribir y cantar letras de rap evangélico. “Me gusta escribir, aunque ya busco ritmos menos golpeados que el rap”
El dinero esta para compartirlo.
Siempre se acuerda de su padre, el hombre que hubo de renunciar a sus sueños de futbolista para sacarle adelante a él y a sus dos hermanas, porque “en el fútbol tenía un problema: no le daba para mantener a la familia”.
Quizás por eso Jackson habla de cualidades que nos unen a todos, como el sudor de la frente, las horas de niño y hasta de su novia, que madrugaba para irle a ver entrenar a las seis de la mañana antes de ir a la universidad.
Posiblemente fruto de su fe y de su historia ha creado su propia Fundación en Colombia, la Fundación Jackson Martínez, en la que recuerda que el dinero está para compartirlo. “Agarré el desafío de ayudar en el ámbito que me tocó vivir a mí: no tener pasaje para transportarme, la compra del uniforme y poder brindarle eso a los niños, darles la oportunidad de ser vistos si tienen talento y no tener que estar esperando en Colombia”.