En Mateo 15, una mujer cananea, pide a Jesús que sane a su hija enferma; y él le dice: No es correcto dar a los perros la comida de los hijos; pues la mujer no era israelita. La respuesta de ella fue muy poderosa: Aun los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos. Ella pidió una migaja. Hay quien cree necesitar algo grande para recibir el milagro; pero todo lo que tú necesitas es una pequeña porción. Hay quien se detiene por no haber recibido todo lo que cree debe recibir, todo a lo que cree tener derecho. Pero el que alcanza cosas grandes, lo hace con un pedacito. La fe que impresiona a Dios es la que, con una migaja, hace lo que los hijos no hacen con el pan completo.
A ninguno de nosotros se nos ha dado todo lo que hemos querido en la vida, todo lo que otros tienen; pero sí hemos hecho más con menos de lo que otros han recibido. Lo que hace falta es una fe lo suficientemente grande para que la pequeña porción que tú recibas, sea suficiente para obtener el milagro que tú estás esperando. Mientras tú estés esperando que el mundo te dé lo que tú quieres, que te responda, que te atienda como tú quieres; si te ofendes por lo que te dicen, porque te menosprecian, porque no te ayudan; estarás desperdiciando las pequeñas oportunidades que van cayendo alrededor, cuando en realidad esa pequeña oportunidad es la que puede abrir tu puerta al milagro que tú estás esperando. Deja de estar quejándote porque tú no estás a la mesa de los hijos, deja de quejarte de lo que está comiendo otro, y acepta la migaja que ha caído de la mesa del Señor para tu vida. Recuerda que, con una migaja, tú puedes hacer lo que no hacen otros con el pan completo.
Si lo que tienes es una migaja, agarra esa migaja, disfrútala y vive con la actitud de que, si eso es lo que te corresponde, es porque eso es suficiente para recibir tu milagro.
Esta mujer no estaba pidiéndole a Jesús que cambiara toda la historia, toda la cultura; ella lo que necesitaba era un poco de atención. Tú no necesitas que te regalen nada, pero que te abran una puerta, que te den un pequeño impulso, una oportunidad. Otros siempre están buscando el título más grande; tú, con algo pequeño, haces más. Las oportunidades más grandes aparecen cuando, con una migaja, te atreves a hacer lo que otros no hacen. Otros esperan toda una vida para tener todo, para entonces empezar a hacer algo.
La fe que asombra al Maestro es aquella que, como esta mujer, se rehúsa a ser ignorada. Viéndolo en su contexto cultural, ninguna mujer debía acercarse a ningún hombre como esta mujer se acercó; y menos una mujer sirofenicia acercarse a un judío. Con la mujer samaritana, por ejemplo, Jesús inició la conversación, porque una mujer no debía hacerlo, y menos una gentil con un judío. Por eso, él le pide: Dame de beber; lo cual le da derecho a ella a responderle: ¿Cómo tú, siendo judío, me pides a mí de beber? Así que, lo primero que ella puso fue un bloqueo cultural. A la mujer sirofenicia, Jesús la ignora; quienes la mandan a callar son los discípulos. Y, mientras más la mandaban a callar, más ella clamaba. Los cuatro hombres que llevaron al paralítico no aceptaron un no por respuesta; no vieron el problema, la dificultad de que la casa estaba llena. Esta mujer se rehusó a ser ignorada. Tu problema no va a ser ignorado; tu problema Dios lo va a atender. Ayuda viene para tu vida, y tú vas a calmar, vas a pedir, hasta que te presten atención. Tú no vas a ver las barreras que el mundo y su cultura quieren poner para que tú no te acerques a tu milagro. Rehúsate a ser ignorado, a que no te presten atención, a que Dios te ignore.
Hay quien sufre toda la vida porque alguien le ignora, le menosprecia; toman el que les ignoren como una negación de lo que Dios les ha prometido; piensan que, si otros no pueden ver dentro de ellos, tampoco Dios puede. Pero Dios no se ha olvidado de ti; y, si algo va a llamar su atención, no es tu necesidad, sino tu fe que se rehúsa a ser ignorada.
Jesús se acercó a Bartimeo, se acercó a aquel hombre que estaba en el estanque de Betesda, a la mujer de flujo de sangre; atendió a Jairo, oyó el clamor de los leprosos. Esta es la única vez que se nos dice que Jesús ignoró a alguien. Hay muchas razones para esto; no podemos entender la Biblia sin ver el contexto. Jesús siempre usó los milagros para enseñar; iba camino a la cruz, y con este milagro estaba diciendo a sus discípulos: Todos los que han sido ignorados, son a los que yo, eventualmente, les voy a dar una respuesta; ustedes han ignorado a los gentiles; los judíos me han ignorado a mí, no me han visto como lo que yo soy; pero todos aquellos que ustedes piensan que Dios debe ignorar, su fe los puede poner delante de mí, para darles el milagro. Aunque, por un momento, pareciera una crueldad del Maestro, Jesús lo que estaba era preparando la atmósfera para darle el milagro que esa mujer necesitaba y darles una lección a sus discípulos.
Cuando Dios hace un milagro contigo, Él da una lección a todos a tu alrededor; al que te ha ignorado, al que ha pensado que te va a rebasar. La pregunta es si tú tienes una fe que se rehúsa a ser ignorada. Si, ante injusticias, tú continúas; si, cuando te mandan a callar, tú continúas; si tú tienes esa fe, estás entonces en el ambiente correcto.
Dios ha estado preparando el ambiente para decir a todo el que te ha ignorado, que tu fe, que se rehúsa a ser ignorada, ha captado la atención del Maestro, y él va a darte lo que otros piensan que tú no te mereces; lo que otros piensan que tienen derecho a ello, y tú no.