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Familia, Iglesia y Estado


Para nadie es un secreto que nuestra sociedad es tenebrosa y decadente. Pecados que hace sólo veinte años eran objeto de asombro, y de los que se hablaba en tonos quedos y con voz preocupada, son ahora exhibidos en público e incluso alentados.

Nuestra sociedad se ha vuelto insensible a lo abominable del pecado. La homosexualidad, el incesto, matrimonio infantil, el aborto, e incluso las relaciones sexuales con niños ya no sobrecogen ni enfurecen a la sociedad como sucedía en el pasado.

El derrumbe moral ha causado un daño indescriptible a la familia. De hecho, cualquier ataque contra la integridad moral de la sociedad, es en último término un ataque contra la familia.

Estos son tiempos peligrosos para la familia, manifestándose un carácter antinatural que se observa en nuestra sociedad. Es lo que el apóstol  Pablo le dice a Timoteo. (2 Timoteo 3:1) “También debes saber esto: que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos”; refiriéndose a comportamientos que tienen relación con la vida centrada en el yo, personas manifestando la habilidad de buscar el amor al dinero como nunca antes, individuos que no respetarán la autoridad, y sin amor a la familia.

El resultado de este sistema de cosas, es que las familias se están desmoronando. ¿Queda alguien en nuestra sociedad que no haya sido afectado de alguna manera por el divorcio, el abuso infantil, la delincuencia juvenil, y una multitud de otros males relacionados de forma directa con el desmoronamiento de la familia?

La única esperanza es que los cristianos proclamen y reafirmen la norma divina de la Palabra de Dios, y en especial, que la vivan en sus propias vidas de familia. Los cristianos deben aferrarse al modelo bíblico expreso para la familia. Volver a las Sagradas Escrituras, comenzar a proclamar sin temor ni vergüenza lo que dice la Palabra de Dios acerca de la familia.

La referencia que plantea  el apóstol Pablo en Efesios 5:22; 6:4 contiene la esencia del modelo bíblico para la vida y todo lo que necesitamos saber y obedecer para obtener una vida familiar de éxito y armoniosa.

En el denominado “mes de la familia”, será siempre oportuno recordar el papel educativo y formador de valores que le corresponde a las iglesias cristianas evangélicas en su proceso de fortalecer los “cimientos de la fe”, seguir su tarea constante de construir una generación pensante, crítica, que utilice las Escrituras para dar testimonio de fe y práctica, que se traduzca en amor y servicio al más necesitado.

Fue la Constitución del 2010 la garante de los derechos de la familia, estableciendo  que el bien de familia es inalienable e inembargable, de conformidad con la ley; y que el Estado garantizará la protección de la familia. La protección de la organización de la familia por el Estado, se hará sobre la base de la institución del matrimonio entre un hombre y una mujer.

Sin embargo, faltan políticas desde el Estado que favorezcan la estabilidad familiar, sin contar que muchas iglesias cristianas evangélicas han minimizado en su práctica al culto, haciendo una reducción de su labor educativa y formadora de principios y valores eternos, basada en una concepción de lo temporal de esta vida.  Todo esto ocurre ante la dinámica de los medios de comunicación, encargados muchas veces de favorecer valores como el enriquecimiento personal y el egoísmo, produciendo contenidos nocivos que propician el narcotráfico, la sexualidad desordenada y la corrupción.

En definitiva, sin familias, e iglesias que cumplan su tarea pastoral responsable no contemplativa, y un Estado en su misión natural de proteger a sus ciudadanos, no hay posibilidad de una sociedad decente que garantice la estabilidad de los mismos.

Fuente:
Félix Caraballo

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