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Estrategias de Satanás contra ti

“Para que Satanás no tome ventaja sobre nosotros, pues no ignoramos sus planes.” (2 Corintios 2:11).

Uno de los hechos más alarmantes acerca de la vida es que todos los seres humanos tenemos un enemigo sobrenatural cuyo objetivo es usar el dolor y el placer para hacernos ciegos, tontos, y miserables… para siempre. La Biblia lo llama “el diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero… el acusador” (Apocalipsis 12:9-10); “el príncipe de este mundo” (Juan 12:31); y “el dios de este siglo” (2 Corintios 4:4).

Él es nuestro “adversario [que] anda al acecho como león rugiente, buscando a quién devorar” (1 Pedro 5:8). Sin embargo, en la servidumbre más atroz e inconsciente, todo el mundo voluntariamente “sigue el príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia” (Efesios 2:2). En su mayor éxito, sus súbditos sin darse cuenta marchan a la destrucción, y él se lleva a tantos como pueda.

La “buena batalla” (1 Timoteo 1:18) incluye la resistencia diaria ante este enemigo (1 Pedro 5:9; Santiago 4:7), la negación diaria de darle cualquier oportunidad (Efesios 4:27), y la lucha diaria en contra de sus maquinaciones (Efesios 6:11).

La correa de Satanás… y su perdición inminente.
Dios es soberano sobre Satanás. El diablo no tiene toda libertad en este mundo. Él está atado con una correa para que no pueda hacer más que lo que Dios le permite. En efecto, él debe obtener permiso, como en el caso de Simón Pedro, donde Jesús le revela: “Simón, Simón, mira que Satanás los ha reclamado a ustedes para zarandearlos como a trigo” (Lucas 22:31). Y en el caso de Job: “Y el SEÑOR dijo a Satanás: He aquí, él está en tu mano; pero guarda su vida” (Job 2:6).

Así que, evidentemente, Dios ve el papel continuo de Satanás como esencial para sus propósitos en el mundo, ya que, si Dios hubiera querido, Satanás sería arrojado al lago de fuego ahora, en lugar de al final de los tiempos. “Y el diablo que los engañaba fue arrojado al lago de fuego y azufre… y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos” (Apocalipsis 20:10). Su derrota completa se acerca y es segura. Pero no todavía.

Siervo inconsciente de nuestra santificación.
Dios tiene la intención de que parte de nuestra preparación para el cielo sea una vida de guerra contra el infierno. Él lo llama una “buena milicia” (1 Timoteo 1:18) y una “buena batalla” (1 Timoteo 6:12). Es buena no porque nos puedan matar (¡que podría ocurrir! [Apocalipsis 2:10]), sino porque estas luchas refinan el oro de nuestra fe (1 Pedro 1:7), en la vida y la muerte.

Dios es el gran general en esta guerra. Él nos ha dado el intercomunicador de la oración para pedir ayuda: “Tomen… la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios… oren en todo tiempo” (Efesios 6:17-18).

Él ve detrás de las líneas enemigas y sabe exactamente las estrategias que se utilizan contra nosotros. Nos ha escrito un manual de tiempos de guerra “para que Satanás no tome ventaja sobre nosotros”. La razón de esto es: “pues no ignoramos sus maquinaciones” (2 Corintios 2:11).

Estudio sobre las estrategias de Satanás.
Si necesita un repaso de lo que las “maquinaciones” son, aquí está un resumen. ¡Que Dios le haga un poderoso guerrero! Él “adiestra [sus] manos para la guerra, y [sus] dedos para la batalla” (Salmo 144:1).

Satanás miente, y es el padre de la mentira.
“Cuando habla mentira, habla de su propia naturaleza, porque es mentiroso y el padre de la mentira” (Juan 8:44). La primera vez que Satanás aparece en la Biblia en Génesis 3, las primeras palabras de sus labios son de sospecha a la verdad (“¿Conque Dios os ha dicho: ‘No comeréis de ningún árbol del huerto’”). Y las segundas palabras de sus labios son una mentira sutil (“Ciertamente no moriréis”). Juan dice que Satanás “no se ha mantenido en la verdad porque no hay verdad en él” (Juan 8:44). Estamos tratando con la esencia de la mentira y el engaño.

Él ciega las mentes de los incrédulos.
“El dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo” (2 Corintios 4:4). Así que no solo habla lo que es falso; esconde lo que es verdadero. Él nos impide ver el tesoro del evangelio. Él nos deja ver los hechos, incluso las pruebas, pero no con precisión.

Él se disfraza con trajes de luz y justicia.
En 2 Corintios 11:13-15 Pablo dice que algunas personas se están haciendo pasar por apóstoles y no lo son. Se explica así: “Pues aun Satanás se disfraza como ángel de luz. Por tanto, no es de sorprender que sus servidores también se disfracen como servidores de justicia”.

En otras palabras, Satanás tiene sirvientes que profesan verdad suficiente para unirse a la iglesia, y desde el interior enseñar lo que Pablo llama “doctrinas de demonios” (1 Timoteo 4:1). Jesús dice que son como lobos con piel de oveja (Mateo 7:15). Hechos 20:30 dice que no perdonan al rebaño sino que alejan a la gente para destrucción. Sin el don de discernimiento de Dios (Filipenses 1:9), nuestro amor será llevado a la tontería.

Satanás hace señales y maravillas.
En 2 Tesalonicenses 2:9, los últimos días se describen así: “La venida del sin-ley es por operación de Satanás, con todo poder, y con señales y maravillas de la mentira”. Esa es mi traducción incómoda. Algunos lo traducen: “con falsas señales y maravillas”. Pero esto hace que las señales y maravillas se vean irreales. De hecho, algunas personas dicen que Satanás solo puede falsificar milagros. Lo dudo. E incluso si es verdad, su falsificación va a ser lo suficientemente buena para parecer real a casi todo el mundo.

Una de las razones por las que dudo que Satanás solo puede fingir sus milagros es que en Mateo 24:24 Jesús describe los últimos días de esta manera: “Porque se levantarán falsos Cristos y falsos profetas, y mostrarán grandes señales y prodigios, para así engañar, de ser posible, aun a los escogidos”. No hay ningún indicio de que estas “señales y maravillas” sean trucos.

Deja que tu confianza se base en algo mucho más profundo que cualquier supuesta incapacidad de Satanás para hacer señales y maravillas. Las verdaderas señales y maravillas al servicio de afirmaciones anticristianas no prueban nada, incluso cuando se hacen “en el nombre de Jesús”. “Señor, Señor, ¿no hicimos muchos milagros en tu nombre?”. A lo que Jesús les responderá: “Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad” (Mateo 7:22-23). El problema no era que las señales y maravillas no fueran reales, sino que estaban al servicio del pecado.

Satanás tienta a la gente a pecar.
Esto es lo que hizo sin éxito con Jesús en el desierto; quería que abandonara el camino del sufrimiento y obediencia (Mateo 4:1-11). Esto es lo que hizo con éxito en Judas en las últimas horas de la vida de Jesús (Lucas 22:3-6). Y en 2 Corintios 11:3, Pablo advierte en contra de esto a todos los creyentes: “Pero temo que, así como la serpiente con su astucia engañó a Eva, vuestras mentes sean desviadas de la sencillez y pureza de la devoción a Cristo”.

Satanás arranca la palabra de Dios del corazón de la gente y ahoga la fe.
Jesús contó la parábola del sembrador en Marcos 4:1-9. En ella, la semilla de la palabra de Dios se siembra, y algunas semillas caen en el camino y las aves rápidamente las toman. Se explica en el verso 15: “Viene Satanás y se lleva la palabra que se ha sembrado en ellos”. Satanás arrebata la palabra porque odia la fe que produce la palabra (Romanos 10:17).

Pablo expresa su preocupación por la fe de los tesalonicenses así: “Por eso también yo, cuando ya no pude soportar más, envié para informarme de vuestra fe, por temor a que el tentador os hubiera tentado y que nuestro trabajo resultara en vano” (1 Tesalonicenses 3:5). Pablo sabía que el designio de Satanás era ahogar la fe de las personas que han oído la palabra de Dios.

Satanás causa algunas enfermedades y dolencias.
Jesús sanó una vez a una mujer que estaba encorvada y no podía enderezarse. Cuando algunos lo criticaron por hacer eso en sábado, dijo: “Y ésta, que es hija de Abraham, a la que Satanás ha tenido atada durante dieciocho largos años, ¿no debía ser libertada de esta ligadura en día de reposo?” (Lucas 13:16). Jesús vio a Satanás como el que había causado esta enfermedad.

En Hechos 10:38, Pedro describe a Jesús como uno que “anduvo haciendo bien y sanando a todos los oprimidos por el diablo”. En otras palabras, el diablo a menudo oprime a las personas con enfermedad. Esto también es uno de sus designios.

Pero no cometa el error de decir que toda enfermedad es la obra del diablo. Es cierto, aun cuando un “aguijón en la carne” es el diseño de Dios para nuestra santificación, también puede ser el “mensajero de Satanás” (2 Corintios 12:7). Sin embargo hay otros casos en los que la enfermedad es exclusivamente atribuida al diseño de Dios sin hacer referencia a Satanás: “No es que pecó éste, ni sus padres, sino para que las obras de Dios se manifiesten en él” (Juan 9:3). Jesús no siente la necesidad de mencionar a Satanás como el culpable de sus propios diseños misericordiosos.

Satanás es un asesino.
Jesús dijo a los que estaban planeando matarlo: “Sois de vuestro padre el diablo y queréis hacer los deseos de vuestro padre. El fue un homicida desde el principio, y no se ha mantenido en la verdad” (Juan 8:44). Juan dice: “No como Caín, que era del maligno, y mató a su hermano” (1 Juan 3:12). Jesús le dijo a la iglesia sin mancha en Esmirna: “He aquí, el diablo echará a algunos de vosotros en la cárcel… Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida (Apocalipsis 2:10).

Para decirlo sencillamente, Satanás está sediento de sangre. Cristo vino al mundo para que tengamos vida y la tengamos en abundancia (Juan 10:10). Satanás viene para deshacer la vida dondequiera que puede y al final hacerla eternamente miserable.

Satanás lucha contra los planes de misioneros.
Pablo dice cómo se vieron frustrados sus planes misioneros en 1 Tesalonicenses 2:17-18: “Estábamos muy ansiosos, con profundo deseo de ver vuestro rostro… pero Satanás nos lo ha impedido”. Satanás odia el evangelismo y el discipulado, y él va a poner todo obstáculo que pueda en el camino de los misioneros y las personas que tengan un celo por la evangelización.

Satanás acusa a los cristianos delante de Dios.
Apocalipsis 12:10 dice: “Y oí una gran voz en el cielo, que decía: Ahora ha venido la salvación, el poder y el reino de nuestro Dios y la autoridad de su Cristo, porque el acusador de nuestros hermanos, el que los acusa delante de nuestro Dios día y noche, ha sido arrojado”. La derrota de Satanás es segura. Pero sus acusaciones no han cesado.

Es lo mismo con nosotros como lo fue con Job. Satanás le dice a Dios sobre nosotros: “En realidad no te aman; aman tus beneficios”. “Extiende ahora tu mano y toca todo lo que tiene[n], verás si no te maldice[n] en tu misma cara” (Job 1:11). “Su fe no es real”, dice Satanás. Él nos acusa delante de Dios, como lo hizo con Job. Pero es una cosa gloriosa que los seguidores de Jesús tienen un abogado que “vive perpetuamente para interceder por ellos” (Hebreos 7:25).

Satanás no ganará
Esos son algunos de los designios de Satanás. El camino a la victoria en esta guerra es aferrarse a Cristo, que ya ha dado el golpe decisivo.

1 Juan 3:8: “El Hijo de Dios se manifestó con este propósito: para destruir las obras del diablo”.
Hebreos 2:14: “El igualmente participó también de lo mismo, para anular mediante la muerte el poder de aquel que tenía el poder de la muerte, es decir, el diablo”.

Colosenses 2:15: “Y habiendo despojado a los poderes y autoridades, hizo de ellos un espectáculo público, triunfando sobre ellos por medio de El”.

Marcos 3:27: “Pero nadie puede entrar en la casa de un hombre fuerte y saquear sus bienes si primero no lo ata; entonces podrá saquear su casa”.

Apocalipsis 20:10 dice que un día la guerra habrá terminado: “Y el diablo… [será] arrojado al lago de fuego y azufre… y [será atormentado] día y noche por los siglos de los siglos” (Véase Mateo 8:29; 25:41).

¡Resiste!
Santiago dice: “Resistid al diablo, y huirá de vosotros” (Santiago 4:7). ¿Cómo hacemos eso? Aquí es cómo lo hicieron de acuerdo a Apocalipsis 12:11: “Ellos lo vencieron por medio de la sangre del Cordero y por la palabra del testimonio de ellos, y no amaron sus vidas, llegando hasta sufrir la muerte”. Se abrazaron al triunfo de Cristo en su sangre. Hablaron la verdad en la fe. No temieron la muerte. Y triunfaron.

El Nuevo Testamento pone la oración como el acompañamiento crucial de cada batalla. “Tomad también el YELMO DE LA SALVACION, y la espada del Espíritu que es la palabra de Dios. Con toda oración y súplica orad en todo tiempo en el Espíritu” (Efesios 6:17-18).

A medida que el final de esta era se acerca, y Satanás incrementa su rabia, Jesús nos llama a la oración en tiempos de guerra: “Mas velad en todo tiempo, orando para que tengáis fuerza para escapar de todas estas cosas que están por suceder, y podáis estar en pie delante del Hijo del Hombre” (Lucas 21:36). Del mismo modo, Pedro hace un llamado urgente a la oración en el fin de los tiempos: “Mas el fin de todas las cosas se acerca; sed pues prudentes y de espíritu sobrio para la oración” (1 Pedro 4:7).

Incluso Jesús luchó contra el demonio en nuestro nombre con el arma de la oración. Le dijo a Pedro en Lucas 22:31-32: “Satanás os ha reclamado para zarandearos como a trigo; pero yo he rogado por ti para que tu fe no falle”. Así que Jesús nos ilustra la oposición de una amenaza específica satánica con la oración.

Y, por supuesto, Jesús nos enseñó a hacer de la oración un arma diaria para la protección en general: “No nos metas en tentación, mas líbranos del mal” (Mateo 6:13). Es decir, que nos libre de la tentación exitosa del maligno. ¿Enfrenta usted los designios del diablo con el enfocado y determinado poder de la oración?

No hay zona neutral
La pregunta no es si usted quiere estar en esta guerra. Todo el mundo está en ella. O bien somos vencidos por el diablo y seguimos al “príncipe de la potestad del aire” (Efesios 2:2) como ganado a la masacre; o resistimos: “Resistidle, firmes en la fe” (1 Pedro 5:9).

No hay zona neutral. Ya sea que triunfas “por la sangre del Cordero y la palabra de su testimonio”, o eres esclavizado por Satanás. Por lo tanto: “Sufre penalidades conmigo, como buen soldado de Cristo Jesús” (2 Timoteo 2:3), y “Pelea la buena batalla” (1 Timoteo 1:18). ¡Ore sin cesar!

El Señor Jesús no es menos guerrero hoy que en los días de antaño. Así que le animo de nuevo: venga a Él como soldado dispuesto del Príncipe de la Paz, y aprenda a decir: “El adiestra mis manos para la batalla” (Salmo 144:1).

Fuente:
John Piper

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