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Estamentos para la paz social


La fisura que como esguince ha fracturado la sociedad en su moral, valores y ética, ha venido socavando las columnas donde se sostienen sus núcleos, como familia integrada a la misma. Es socorrida la pregunta, ¿de quién es la culpa?, y la respuesta lógica sería, “de todos”.

Todos sin lugar a dudas, somos responsables de lo que acontece en la intimidad y quehacer de la sociedad.

Ha de entenderse que la sociedad es una entidad que funciona como ley de correspondencia, devuelve, lo que recibe de los estamentos psicofísicos de sus miembros.

De ahí, que si queremos salvaguardar lo que queda de bueno y sano de ella, debemos hacernos compromisarios de rescatar los principios y valores perdidos. Con una directa orientación desde los modelos básicos y ejemplares en el hogar. Con anterioridad, el hogar era la escuela donde se formaba en un discipulado a los hijos, con una coherente labor de observación de los padres como maestros. Hoy por hoy, y con pena, se observa el deterioro masivo de los fundamentos de familia. Habrá de entenderse, que el hogar no son las paredes que alberga, hogar es la familia, donde debe primar el amor, el respeto, tolerancia, no violencia y sin maltratos entre los miembros, que por ser diferentes entre sí, necesitan el resguardo del respeto en servicio para una franca armonía y salud del ambiente.

Es significativo ver cómo los hijos demandan a los padres para que se les consienta sus particulares aficiones, sea de la índole que sea, no obstante se lesione la economía del hogar. Los padres consecuentemente a ello, temen la respuesta agresiva y el chantaje de los mismos. La moderna psicología advierte del daño que ocasiona un castigo con una nalgada cuando el niño comete algún exceso, y malcriadeza, que lo perfila ya como un adulto agresivo en su conducta y modales. Decían mis padres: “el árbol que crece torcido, nunca sus ramas endereza” Todo un engranaje de amalgamados sentimientos exhíbe el ser, donde la circulación vehicular es un caos, y de mórbida inobservancia a las leyes; y en donde la vida no vale nada por el engreimiento de muchos conductores, que bajo la sombra de un omnímodo poder, se adueñan hasta de un parqueo, y se defiende por la fuerza de una airada discusión, que si no hay sensatez, el resultado final es de dolor y trauma.

Todo este panorama presagia, sin ser agorero, eventos negativos, y nos está llevando al pánico, al miedo, que tanto se combate con el conocimiento. A perder la fe en los estamentos que deben conducirnos con base a la paz y la seguridad que anhelamos, y a la que tenemos derecho en las libertades a la conciencia. Y, a tenor de este escenario, toca a todos comprometernos a revertir este estado de situación; de lo contrario, todos sin lugar a dudas, nos haremos víctimas pasivas del deterioro moral que hoy se vive en las sociedades, y muy puntual la nuestra, que manoseamos con el ejercicio de la imprudencia, falta de amor y de cooperación de los unos, para los otros.

Lesbia Gómez Suero
LISTIN DIARIO

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