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El vestido de los escogidos

¿Cuál es el vestido de los escogidos? Si vivimos los preceptos del Reino de Dios debemos adoptar sus costumbres. Pablo nos señala el nuevo vestido que debe ponerse el hijo Dios.  Colosenses 3:12-14

Dios creó al hombre sin ropa, y si el pecado no hubiera aparecido en el Edén, hasta el día de hoy siguiera desnudo, sin avergonzarse.

¿Qué pasó después? Que cuando el hombre desobedeció al Señor, y tomó del fruto prohibido, descubrió que estaba desnudo y elaboró su primer vestido. Pero el hombre descubrió que era un mal diseñador de modas, porque el vestido que se hizo de hojas de higuera pronto se secó cuando el sol calentó. Así que tuvo que venir Dios el que sí sabe cómo vestir al cuerpo, y diseñó para los dos un vestido caracterizado por la durabilidad del material pues fue hecho de piel de animal, para lo cual hubo que hacer un sacrificio.

Desde entonces hasta hoy los vestidos con los que el hombre cubre su cuerpo tienen el sello de la cultura, de las modas y del gusto de la carne. En esto no será extraño ver todo tipo de extravagancia que van desde los que se cubren totalmente, como el caso de las “burka” de los talibanes, hasta los que no se cubren casi nada porque les gusta exhibir sus cuerpos. Y es en medio de estas referencias terrenales acerca del vestir que aparece una nueva vestimenta, no tanto la que cubre el cuerpo, sino la vestimenta del alma, la del espíritu y sobre todo la del corazón.

Para el mensaje de esta ocasión Pablo nos va a hablar de vestirnos como se viste un escogido de Dios, que no es cualquier vestido, sino el vestido que Dios mismo ha diseñado para cubrir el alma. Esto lo hace el Señor a través de un nuevo imperativo llamado “vestíos”. Sí, el llamado es a vestirnos como corresponde a los escogidos de Dios; el vestido que nos acompañará hasta la eternidad. Consideremos, pues, los colores del vestido de un “escogidos de Dios”.

Es un vestido con el color de la santidad

Es el color de la separación divina

Colosenses 3:12. Hay tres imperativos en este capítulo que hablan de la misma idea del vestido: “Despojaos, revestíos y vestíos”. Todos ellos apuntan hacia la misma idea de un nuevo estado, de una nueva condición de vida. Todo esto para decirnos de la ropa que no debe vestir un escogido de Dios y de la nueva que debe ser su marca y su distintivo. El término “despojaos” del viejo hombre es una manera de decirnos que hay un vestido que apesta por los pecados de la carne y por los pecados del carácter.

Note como la frase “vestíos, pues, como escogidos de Dios” es distintiva. No es cualquier cosa saber que hemos sido escogidos por Dios. Esto habla de predestinación, de elección previa y de una salvación que se preparó de antemano. Y en esa lista, lo primero que se nos dice es que el vestido de un escogido de Dios debe ser santo. Esto tiene que ver con un vestido digno de lo que ahora somos. La palabra “santos” es una clara referencia a que fuimos apartados de los demás para ser un pueblo distinto. En la vida nueva, el color blanco y la santidad son dos maneras para hablar del mismo tema. Los santos en el cielo solo visten vestiduras blancas.

Es el color de la distinción divina

Colosenses 3:2. Uso mucho la palabra “amados” cuando escribo o presento un saludo. Y es que esta es una palabra muy tierna usada por Pablo para hablar del nuevo vestido que ahora tenemos en Cristo. Simplemente imagínese lo que usted y yo éramos antes de venir a Cristo. Términos como “enemigos, extranjeros, advenedizos, extraños, impíos e injustos” eran los más usados para referirse a nuestra condición antes de recibir la salvación. Pero ahora, después de recibir a Cristo como el salvador, Dios nos ha dado una distinción que es única y especial al llamarnos “amados”.

He aquí una poderosa razón que debe motivarnos a adquirir las virtudes de Cristo. Somos amados por Dios a pesar de ser tan pecadores (Romanos 5:8). Y hemos sido amados por Dios para que ahora tengamos la capacidad de amar a otros. Por cierto, no somos dados a amar de una manera natural y espontánea, porque poseemos una naturaleza egoísta. Pero el ser reconocido por Dios bajo esta manera nos coloca en la posición más elevada con la que Dios nos ha distinguido.

Es un vestido con el color de la compasión

De entrañable misericordia

Colosenses 3:12b. La traducción de esta palabra sería “compasión sentida profundamente en las entrañas”. Pablo sintió esto mismo por los hermanos filipenses cuando puso como testigo al mismo Señor para referirse a la clase de amor que movía sus entrañas cuando pensaba y oraba por ellos (Filipenses 1:8).

¿Cuál es el sentido de esta compasión? Es aquella capacidad para identificarnos con nuestros hermanos que sintamos lo que ellos sientan, gozarnos con sus alegrías, pero también llorar con sus tristezas. La idea de este sentimiento tan profundo de afecto fraternal es que cuando estemos con nuestros hermanos disfrutemos sinceramente de su compañía, que nos conmovemos de corazón al pensar en ellos y que los añoremos cuando no los veamos.

Es verdad, de acuerdo con lo que Jesús dijo, que “por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará” (Mateo 24:12), y si bien es cierto que esto pareciera ser el contagio de algunos creyentes, por cuanto tomaron la decisión de no reunirse más con sus hermanos, el amor entrañable debe movernos a buscarlos, a llamarlos y manifestarles cuánto anhelamos verlos otra vez con nosotros.

De benignidad y humildad

Colosenses 3:12c. La bondad se define como la compasión en acción. De nada sirve los buenos deseos, sino activamos nuestras buenas obras. Lo que sabemos es que los buenos sentimientos conducen a la formación de un carácter bondadoso, amable y cariñoso. Y por supuesto que para que esto suceda, la humildad como parte del fruto del Espíritu, debe estar asociada con esta acción. Veamos estas dos virtudes en la parábola del “Buen samaritano”.

El hombre echado en el camino, que fue golpeado mientras descendía de Jerusalén, amerita la puesta en marcha de un amor en acción. Así que mientras los dos religiosos se acercaron a cierta distancia, pero luego siguieron de largo, el buen samaritano se movió en sus entrañas y comenzó a poner en práctica las virtudes de las que ya tenía. Primero lo vemos descender de su cabalgadura, y ya de por si esa acción revela su humildad.

Su benignidad se puso de manifiesto cuando se acercó, lo tomó en sus brazos, curó sus heridas con aceite, y después dándole vino para fortalecer su cuerpo adolorido. El resto de lo que hizo va a revelarnos que no debemos amar de palabras, sino de hecho y en verdad.

Es un vestido con el color de la tolerancia

Soportándonos y perdonándonos unos a otros

Colosenses 3:13. Este es el otro vestido que se pone el creyente al momento de haber conocido a Cristo. Debo advertir que esto no es fácil. El ser humano tiene una tendencia a no reconocer sus errores, por un lado, pero tampoco a soportar y hasta perdonar aquellos que le ofenden. El espíritu de Sansón pareciera ser el que más domina al momento de ser tolerantes. Sansón le pidió a Dios que le devolviera sus fuerzas, aunque era por última vez, para tomar venganza por sus ojos.

La tolerancia que incluye el soportar y perdonar a otros no siempre es una virtud que se ve en los creyentes. Nos gusta que sean tolerantes con nosotros, que nos estimen y se acuerden de nuestra condición, pero no siempre estamos listos para hacer lo mismo con otros. Cuando buscamos un modelo de soportar y perdonar, nadie podrá superar a nuestro amado Cristo.

¿Te has detenido a contar las veces que el Señor te ha perdonado cuando has pecado contra su amor y su santidad? Si algo debe distinguir el vestido de un auténtico creyente es el aprender a soportar y perdonar a los demás. Seremos creyentes más felices cuando esto hagamos. Soporte a los demás.

De la manera como Cristo nos perdonó…

Colosenses 3:13b. Cuando leí este versículo me quedé meditando en su real significado. ¿Qué significa para nosotros perdonar a otros? ¿Cuál es la medida de mi perdón? ¿Será hasta siete veces como calculaba Pedro? Algunos creyentes que tienen problemas en perdonar a otros no han leído la advertencia que esto encierra. Jesús nos dejó dos grandes enseñanzas acerca de esto tanto en el Padre nuestro como en la parábola de los deudores.

En ambas enseñanzas nos hizo ver que el perdón de Dios no sólo debe animarnos a que lo practiquemos de igual manera, sino que, si no lo hacemos, no se nos quitará si no perdonamos. ¿Nos damos cuenta de lo serio que es esto? Como yo entiendo el texto, si no perdono de corazón a mi hermano tampoco seré perdonado por Dios; y si Dios no me perdona no tengo entrada al reino del Señor. ¿O no es así?

Nos gusta la historia de Zaqueo por todos los detalles que rodeó su osadía de subirse en un árbol para ver a Jesús por su estatura, pero nos olvidamos de aplicar su resolución de devolver lo que había robado. Jesús nos enseñó a perdonar no solo siete veces, sino hasta setenta veces siete. Eso es perdón.

Es un vestido con el color del amor

Y sobre todas estas cosas vestíos de amor…

Colosenses 3:14. Me encanta este versículo. Es como si Pablo estuviera diciéndonos “no importa si olvidaron los demás vestidos, si se ponen éste, esto será suficiente”. Pero debemos confesar que no es fácil predicar acerca del amor, porque es tanto lo que hemos oído de él que podemos caer en la tentación en decir: “Otra vez van a hablar del amor”. Pero debemos hablar de este texto.

Bien pudiéramos decir que las demás virtudes son como la ropa interior que nos adorna por dentro, pero el vestido del amor es la real cara que mostramos a los demás. ¿Cuál es la virtud con la que más te conocen? Si no es la del amor deberías estar preocupado. Todo esto lo decimos porque el amor ciertamente es la suma de todas las virtudes. Pero, sobre todo, el amor es la máxima expresión de la vida de Cristo en nosotros.

Vestirse de amor es la prenda que más se distingue, es la virtud que corona a todas las demás virtudes, es lo que da origen al fruto del Espíritu y es lo que cubre multitudes de pecados. Cuando a Jesús se le preguntó acerca de cuál era el primer y más grande mandamiento no vaciló en decir que era el amor a Dios. Y Pablo puso al amor por encima de los dones espirituales. Por esto, “sobre todas las cosas vestíos de amor”.

Que es el vínculo perfecto

Colosenses 3:14b. La versión (NTV) traduce este texto así: “Sobre todo, vístanse de amor, lo cual nos une a todos en perfecta armonía”. El “vestido” más elegante de los creyentes en la congregación no es el que está de moda, ni el que nos ponemos para las ocasiones especiales. El “vestido del amor” me pone al nivel de cada uno de mis hermanos. Cuando me visto así veo a todos mis hermanos igual que yo.

En la vida hay muchas cosas con las que podemos estar unidos, pero ninguna de ellas nos llenará de tanta satisfacción como aquella que nos une el amor como el vínculo perfecto. La vida puede tener muchas carencias, pero si tiene el amor de Cristo lo tendrá todo. Y el Señor le dio tanta importancia a esto que cuando habló a sus discípulos de un nuevo mandamiento para que ellos se amaran los unos a los otros, dijo “Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros” (Juan 13:34, 35).

La medida de ese amor entre nosotros es igual a como Cristo también nos amó.

El vestido de los escogidos

¿Cómo reacciona usted cuando ve a un policía vistiendo su uniforme? ¿No es cierto que su color infunde respeto? ¿Se ha puesto a pensar lo que significa ponerse el vestido de un escogido de Dios? No es un vestido cualquiera. El que no ha sido salvo no posee ese vestido, en todo caso el tiene el vestido del viejo hombre.

El vestido de un escogido de Dios ha sido diseñado por el mismo Dios, no temporal como el que le hizo a Adán y a Eva cuando pecaron contra él, sino un vestido con el que refleja su santidad, su compasión, su tolerancia, pero, sobre todo, el vestido del amor; lo mas importante para un escogido de Dios.

Y hablando de la necesidad de mantener ese vestido puesto, alguien lo expresó de la siguiente manera:

Cuando para alguien sea tropiezo mientras mi orgullo aumenta, DÍMELO. Cuando me veas andar por el camino sin luz, cuando me veas huir de la presencia de Dios, LLÁMAME. En el momento que me veas débil, caído, llevando mi vida hasta el mundo falaz, ZARANDÉAME. Si me ves que tropiezo, me hundo, me caigo, destrozo, lastimo, que lucho y me pierdo, GRÍTAME. Cuando me veas que hiero, crítico, cuando de testificar me olvido, REPRÉNDEME. Cuando, hermano, me veas perdido, lejos del camino que Dios nos trazó, ENDERÉZAME, pero sobre, hermano, ÁMAME”.

“Y sobre todas estas cosas vestíos de amor, que es el vínculo perfecto”. Nunca salga sin ponerse ese vestido.

Fuente:
Pastor Julio Ruiz

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