Editorial

El samaritano que movido a misericordia dio testimonio de amor a Dios y al prójimo

Una persona generosa tiende a dar a los demás lo que tiene porque la benevolencia es don de Dios, y porque sabe muy bien que todo le pertenece a Él.

Cuando el dar se hace con otros fines, que no sea el de agradar al Señor, el acto generoso se corrompe en los designios de la naturaleza humana.

Hay quienes buscan trascender a como dé lugar, y se dedican a crear todo un engranaje en su entorno al cual sacarle el mayor provecho, mostrando distintas personalidades trastorno bipolar para perpetuar sus nombres y tener influencias en personas manipulables.

Hay generosos en la carne, y, generosos en el Espíritu El dador alegre, «el que da y no detiene su mano» según Proverbios 21:26.

El liderazgo de la iglesia debe crear conciencia acerca de este don que procede de Dios, Dar. Y es que Su Palabra manifiesta, «Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe». Gálatas 6:10.

Es urgente que las personas que están en eminencia en el pueblo de Dios recuerden hoy más que nunca la historia de lo que hizo un samaritano frente a un hombre que había sido herido y dejado abandonado por muerto, mientras los llamados a ejercer misericordia le pasaron de largo y no le hicieron caso.

Cuenta el relato: «25 Y he aquí un intérprete de la ley se levantó y dijo, para probarle: Maestro, ¿haciendo qué cosa heredaré la vida eterna? 26 Él le dijo: ¿Qué está escrito en la ley? ¿Cómo lees? 27 Aquél, respondiendo, dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo. 28 Y le dijo: Bien has respondido; haz esto, y vivirás. 29 Pero él, queriendo justificarse a sí mismo, dijo a Jesús: ¿Y quién es mi prójimo? 30 Respondiendo Jesús, dijo: Un hombre descendía de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de ladrones, los cuales le despojaron; e hiriéndole, se fueron, dejándole medio muerto. 31 Aconteció que descendió un sacerdote por aquel camino, y viéndole, pasó de largo. 32 Asimismo un levita, llegando cerca de aquel lugar, y viéndole, pasó de largo. 33 Pero un samaritano, que iba de camino, vino cerca de él, y viéndole, fue movido a misericordia; 34 y acercándose, vendó sus heridas, echándoles aceite y vino; y poniéndole en su cabalgadura, lo llevó al mesón, y cuidó de él. 35 Otro día al partir, sacó dos denarios, y los dio al mesonero, y le dijo: Cuídamele; y todo lo que gastes de más, yo te lo pagaré cuando regrese. 36 ¿Quién, pues, de estos tres te parece que fue el prójimo del que cayó en manos de los ladrones? 37 Él dijo: El que usó de misericordia con él. Entonces Jesús le dijo: Ve, y haz tú lo mismo». Lucas 10:25-37.

Los líderes religiosos pasaron de largo ante la necesidad, y solo un hombre usó misericordia al proceder a resolver el problema del que estaba en el suelo herido y sin poder levantarse.

En la actualidad existe una realidad parecida, hay ministerios heridos y olvidados por la cúpula dirigencial de la Iglesia, y como en aquella ocasión, están pasando de largo frente al compromiso de levantar al caído, al herido, dejando de ayudar al necesitado, y siendo indiferente a vendar las roturas, lesiones y daños que en el camino de la vida ministerial vamos acumulando.

El apóstol Pablo advierte, «No os engañéis; Dios no puede ser burlado; pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará». Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna». Gálatas 6:7,8.

Dar es una hermosa virtud, don de Dios para bendecir a su pueblo, que todo miembro del Reino de Dios está llamado a ejercer.

Declara la Palabra de Dios, «Y el que da semilla al que siembra, y pan al que come, proveerá y multiplicará su sementera, y aumentará los frutos de vuestra justicia,» 2 Corintios 9:10.

Da sin esperar nada a cambio, da no buscando ser servido, sino porque es un mandato del Señor, ha llegado la hora de que aquellos llamados a dar, lo hagan con dignidad, no jugando ni manipulando a conveniencia propia la pobreza de la gente.

Ha llegado la hora de que ese «buen samaritano se mueva a misericordia y compasión» y que encienda la antorcha para iluminar el sendero en favor de esos caídos del rebaño de Dios, y de que la comunidad sacerdotal entiende que debe cambiar el rumbo de su pasividad, su inacción, su insensibilidad frente a las carencias del prójimo.

Da no buscando publicidad, dice el Señor, «Mas cuando tú des limosna, no sepa tu izquierda lo que hace tu derecha,» San Mateo 6:3. La Biblia Traducción en lenguaje actual traduce, «Cuando alguno de ustedes ayude a los pobres, no se lo cuente a nadie».

Ayuda con algo que ayude, que tu generosidad con el prójimo sea Mayúscula, Dios te creó para que seas bendición, «Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre». 2 Corintios 9:7. Traducción en lenguaje actual, «Cada uno debe dar según crea que deba hacerlo. No tenemos que dar con tristeza ni por obligación. ¡Dios ama al que da con alegría!

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