En estos momentos que estamos viviendo en este país, necesitamos de una revolución espiritual, donde todas las iglesias cristianas se involucren y hagan su aporte para detener la corrupción, la ola de violencia, el narcotráfico, los asaltos, el analfabetismo, las estafas, los puntos de drogas, el abuso intrafamiliar, los suicidios, la lenidad de la justicia y otras lacras que nos agobian, como es la inseguridad ciudadana, en todas sus vertientes.
Aquí se ha estado hablando, con bombos y platillos, acerca de una revolución educativa, que consiste en la construcción de escuelas, pero al margen de tener un personal adiestrado para impartir docencia, y la mayoría de los alumnos de las escuelas públicas salen mal preparados para entrar a universidades.
Se habla de revolución económica y disminución del índice de pobreza, pero la gente se pregunta ¿pero dónde ha disminuido la pobreza, porque ahora mismo hay más pobres que nunca? El costo de la vida no está al alcance de los pobres, con una canasta familiar que sobrepasa los 25 mil pesos. Un chusco respondió que los únicos que se benefician y han dejado de ser pobres son los políticos y funcionarios que guisan en todos los gobiernos, así como algunos empresarios explotadores.
En cuanto a la violencia y la inseguridad ciudadana, la gente no se atreve a salir de su casa de noche, por temor a ser asaltada o muerta por delincuentes que le quitan la vida a cualquiera hasta por un simple celular; la clientela en los restaurantes en la capital ha disminuido, debido a los asaltos que se han producido en algunos de esos establecimientos, así también como en autobuses y automóviles públicos.
La situación en estos momentos parece casi indetenible, pero no imposible una solución. Urgen medidas contundentes que lleve la tranquilidad a los habitantes de este país.
Pese a los esfuerzos de las autoridades, aumentando el patrullaje de policías y militares en todo el país, la situación ha seguido igual. Avenidas y calles importantes de la capital y del interior, lucen desiertas de noche, ya que el temor ha arropado a toda la población de República Dominicana. Las pandillas de delincuente prácticamente se han adueñado de los barrios, realizando sus fechorías, tanto de día como de noche.
Otro ingrediente preocupante son los suicidios, y en lo que va de año en el país se han registrado 95 casos, de los cuales 18 han ocurrido en menores de 23 años, lo que representa un incremento de un 11 por ciento con relación a la misma fecha del año pasado, cuando el sistema de vigilancia epidemiológica captó 82 casos, y de ellos 12 fue en adolescentes y adultos jóvenes.
La tasa de suicidio del país actualmente es de 5.3 por cada 100 mil habitantes, lo que lo coloca entre los primeros lugares de las naciones de Centroamérica y el Caribe con más alta incidencia de esa problemática, estando por encima de República Dominicana solamente Cuba, Nicaragua, Costa Rica y El Salvador.
Los hombres son más violentos que las mujeres cuando se suicidan y que por eso lo logran tres veces más, aunque lo intentan tres veces menos. Se disparan, ahorcan o tiran al vacío, en cambio, las féminas recurren al envenenamiento, cortaduras o medicamentos. El 90% de las víctimas de suicidio sufren de una enfermedad siquiátrica. El 50% de depresión, 25% abuso de sustancia, 10% sicosis, 15 a 20% ansiedad y 5% trastorno de personalidad.
En cuanto a las causas sicosociales, se cita el aumento del desempleo, pobreza, exclusión social, problemas económicos, desesperanza aprendida, frustración, mala calidad de vida, inequidad, alcoholismo y enfermedades crónicas no transmisibles en población de más de 65 años. En los adolescentes problemas en la familia, ruptura amorosa, baja autoestima y depresión.
Los detalles fueron ofrecidos por el director de Salud Mental del Ministerio de Salud Pública, doctor José Mieses Michel, quien asegura que el incremento en el número de suicidio que registra República Dominicana es de alta preocupación para esa institución.
Entonces, amigos lectores, nuestra esperanza es que las iglesias cristianas del país, de diferentes denominaciones, se encarguen a la celebración de campañas evangelistas, de círculos de oración, reuniones de discipulados, de contacto cara a cara con personas en los barrios, para llevarle la Palabra de Dios, y presentarle a Jesucristo como el único medio que puede cambiar sus vidas y de esa forma iniciar una revolución espiritual, que es lo que ahora los habitantes de esta nación necesitamos y estamos esperando.
En cuanto a esta revolución espiritual, si todos pensamos en lo mismo y ponemos de nuestra parte, lograremos el éxito, porque para Dios no hay nada imposible. Esa revolución se inició en el año 33 en Jerusalén, cuando Jesucristo predicó el evangelio del reino, murió en la cruz del Calvario y derramó su sangre para perdonar los pecados a los perdidos.
Jesucristo, a los tres días resucitó y está sentado a la diestra del Padre, intercediendo por nosotros, y el evangelio de salvación y vida eterna, se extendió por Europa, cambiando, imperios, reinados, países paganos con el mensaje llevados por los apóstoles de: “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado, será salvo; más el que no creyere, será condenado”, (Marcos 16:15-16).
Sobre nuestros hombros, queridos hermanos, descansa la gran responsabilidad de revolucionar nuestro país espiritualmente. ¿Qué cree usted, lo podemos hacer? Dios les bendiga.