A través de toda la historia, siempre ha sido difícil vivir una vida moral. Los creyentes hemos tenido siempre que batallar las ofertas del mundo. En Jueces 21:25 se describe la actitud del pueblo de Israel en aquel momento dado:
“25 En estos días no había rey en Israel; cada uno hacía lo que bien le parecía.” Jueces 21:25
El hombre siempre ha querido ser su propio agente regulador de lo moral. Querámoslo o no, el pensamiento de anarquía siempre ha existido en la sociedad. Adán y Eva cayeron en pecado por anarquía. Dios les dijo que no comieran del árbol, y ellos decidieron comer. Estaban cuestionando por qué Dios determinaba lo que era bueno y lo que era malo, y decidieron determinarlo por sí mismos. El día que tú decides que tú vas a determinar lo que está bien y lo que no, ese día hay problemas. El día que tu hijo decide por encima de tu autoridad que él ya es capaz de decidir lo que es bueno y lo que es malo, ahí es cuando entran en rebeldía. Nosotros los creyentes sabemos que nuestro único regulador moral es la Palabra de Dios; nuestra ética se basa en ella, hacemos lo que Dios dice. No son tus emociones las que determinan lo que está bien o mal. Tú no puedes vivir en una moral circunstancial. No son las circunstancias lo que determinan si algo es bueno o malo. Hay quienes buscan hacer legales ciertas cosas para hacerlas morales. Como creyente, tus circunstancias no moldean tus decisiones; la palabra de Dios las regula.
No puedes justificar el robo porque no tenías qué comer. Si no tienes qué comer, mejor pide, busca ayuda, o no comas. Pero no digas que la pobreza te hizo robar porque, ante un juez, eso no justifica. Lo que está bien está bien, y lo que está mal está mal en la circunstancia que sea. El mundo batalla la moralidad bajo las circunstancias. Los creyentes vivimos bajo un solo código de ética: Lo que dice la palabra de Dios. No importan la ética, las circunstancias, lo que pase. Honrar a tu padre y a tu madre no depende de que sean buenos. La Biblia dice que les honres para que tus días se alarguen. Por supuesto, honrar no es obedecer a alguien que quiere que tú hagas las cosas mal porque convertirías a tus padres en tu dios, y Dios dejaría de ser tu Dios. La honra a tus padres no depende de cómo ellos se comportaron contigo, sino de que Dios te dice que tienes que honrarlos. No es si lo sientes o no. Ni tú ni tus circunstancias regulan tu moralidad, sino la Palabra.
Cuando tú ejerces esta excelencia moral, haces la diferencia en el mundo.
“13 Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres.” Mateo 5:13
Tú haces la diferencia, y la diferencia no se hace meramente predicando la palabra del Señor, sino cuando la gente puede ver que se puede vivir una vida de virtud.
Cuando ejerces excelencia moral, se avanza en el reino de Dios.
“12 Ninguno tenga en poco tu juventud, sino sé ejemplo de los creyentes en palabra, conducta, amor, espíritu, fe y pureza.” 1 Timoteo 4:12
Pablo le está diciendo a Timoteo: Si tú quieres que tu ministerio avance, sé ejemplo. Si tú quieres que tu vida y el reino de Dios avancen, sé ejemplo en estas cosas. De las cosas más poderosas que pasan cuando tú procuras esa excelencia moral es que te acercas más a Dios, no por lo moral, sino por tu esfuerzo de vivir moralmente. Santiago lo decía así:
“7 Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros. 8 Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros. Pecadores, limpiad las manos; y vosotros los de doble ánimo, purificad vuestros corazones. 9 Afligíos, y lamentad, y llorad. Vuestra risa se convierta en lloro, y vuestro gozo en tristeza. 10 Humillaos delante del Señor, y él os exaltará.” Santiago 4:7-10
En otras palabras, somete tu cuerpo, tu mente; humíllate delante de Dios; Él te va a exaltar. Y mientras más te limpias, más te acercas a Dios. Por supuesto, esto no es tan fácil, y hay ciertos peligros a los que te expones buscando la excelencia moral. Uno de estos, convertirte en un fariseo. El reto que Jesús nos hace en la palabra es bien grande.
“20 Porque os digo que si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos.” Mateo 5:20
El reto que Jesús les pone a sus discípulos es que su justicia tiene que ser más grande que la de los fariseos. Eso no es fácil porque el problema de la excelencia moral con la mente de un religioso fariseo es el pensamiento de que mientras cumplas con la ley, eso te hace moral. Pero Jesús puso un reto grande: No es tan solo cumplirla, sino vivirla en el corazón. Una persona con excelencia moral puede decir: Nunca he adulterado porque nunca me he acostado con otra mujer. Pero Jesús dijo en Mateo 5:27: Oísteis que fue dicho “no cometerás adulterio”, pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella”. ¿Cuál es la justicia mayor que la de los fariseos? Los fariseos medían lo moral cumpliendo con la ley; Jesús decía: Puedes cumplir con la ley, pero si en el corazón no la quieres cumplir, es como si no sirviera; eres un religioso fanático.
“28 Así también vosotros por fuera, a la verdad, os mostráis justos a los hombres, pero por dentro estáis llenos de hipocresía e iniquidad.” Mateo 23:28
La verdadera moral no es una acción únicamente, sino la acción acompañada con la intención, con el corazón correcto, y entender que puedes hacerte moralmente ético enseñando que has cumplido por fuera, pero no puedes engañar en el corazón a Dios. Ese es el reto. El reto es grande; no es tan solo controlar tu cuerpo, sino también tu mente, tus emociones, y buscar la excelencia no tan solo moral, sino también espiritual, emocional, física; que toda tu vida busque esa excelencia.
Siempre leemos los comentarios de cada mensaje. Es un verdadero gozo y un privilegio que Dios nos permita bendecir tantas vidas, aún a la distancia. Compártenos siempre cómo esta palabra ha bendecido tu vida.